Experiencias pedagógicas en danza y nuevos medios
Mientras estudiaba en la biblioteca para los exámenes del último año de carrera, me despistaba con el sonido de una mosca. Era el año 2003, yo tenía 22 y solo pensaba en aquello que estuviera relacionado con la música y la realización de mi próxima obra maestra en formato cortometraje. No existían los smartphones como vía de escape. Así pues, en lugar de chequear la red social de turno, se me nublaba la visita utilizando cualquier superficie que tuviera a mano como instrumento de percusión. No piensen que molestaba a mis compañeras en la solemnidad de una sala de estudio. Puedo tocar con la puntita de los dedos contra la tapa de un libro y esto me basta para auto hipnotizarme con la progresión de un ritmo.
También tenía, y sigo teniendo, la manía de hacerme sonar algunos huesos, sobre todo nudillos y dedos de las manos, así como la rodilla derecha. De esta manera, me sorprendí a mí mismo realizando el extraño ritual de crujidos y ritmos e intuí las posibilidades que esa combinación podía tener como inicio de algún proyecto de creación. Escribí una especie de tratamiento de guion muy sencillo con la esperanza de poder desarrollarlo algún día. La idea, básicamente, consistía en presentar un personaje que se despierta y comienza su jornada flexionando y haciendo sonar poco a poco todos los huesos y articulaciones de su cuerpo.
El otro día, escuchando con los auriculares una canción de la banda alt-J, tuve que girarme y sacudir la cabeza pensando que tenía una mosca atrapada entre mis pelos. Me pareció asombrosa la reacción que un juego tan sencillo de paneo estereofónico puede conseguir provocar en un cuerpo. Provocar una reacción física al interpretar una obra es un fenómeno que me seduce como creador y como espectador.
Diez años después de la escena de la biblioteca, tuve la suerte de poder desempolvar el cajón de las ideas archivadas. Ejecuté de manera austera el proyecto, y posteriormente estuve asistiendo al interesante despliegue de sonrisas incómodas, divertidas muecas, murmullo nervioso, al apartar la vista de la pantalla o el retorcerse en la butaca de los espectadores que estuvieron en las innumerables proyecciones en las cuales se presentó la pieza titulada Cracks (2013).
La idea era que la puesta en escena pudiera contener esa carga un poco más impactante pero que, poco a poco, nos fuéramos dando cuenta de que esos sonidos que procedían del cuerpo del protagonista no sólo dejaban, cada vez con más evidencia, intuir el desarrollo de un ritmo, sino que el propio cuerpo presentado en la pantalla realizaba simultáneamente una perfecta coreografía que exploraba la dicotomía sonido-movimiento.
Si pensamos en los primeros ritos tribales de la historia de la humanidad, ¿qué imaginan que empezó primero? ¿Un homo sapiens tarareando una melodía?, ¿tal vez agarrando un tronco y golpeándolo contra una piedra hasta conseguir crear la primera composición sonora? ¿O, por el contrario, antes surgió la danza de algún antecesor al son del sonido del viento? ¿O, simplemente, nació la necesidad de movimiento y de dejarse llevar por la improvisación de las emociones más primitivas? Me gusta pensar que, de alguna manera, ambas manifestaciones surgieron instintivamente el mismo día. De esta manera, en Cracks, planteo una acción en la que el ritmo procede del movimiento, y al mismo tiempo, esa danza no puede existir sin el sonido que la genera.
En enero de 2015, fui invitado por el director Samuel Retortillo al I Foro Nacional de Videodanza que se organizaba dentro de la programación del Festival FIVER Actual. Ya llevaba tres años presentando mis obras en diferentes eventos, pero nunca había asistido ni formado parte de un debate interno sobre cuestiones propias del género.
Recuerdo que esa noche, tomando vinos en la Calle Laurel, nuestra querida Nuria Font me comentó que estaba fascinada con las coreografías caseras que se hacen los chicos y chicas con las webcams en internet. Yo no sabía de qué me estaba hablando, no sé si se refería a vídeos de youtube o a alguna red social. No importa, ese interés era una declaración de intenciones en sí mismo. Y esa mentalidad tan abierta a la hora de interpretar, absorber y trabajar con lo que se está cociendo a nivel global me ha resultado muy inspiradora desde aquel momento. Así pues, Nuria Font, en 2015, ya tenía en mente preparar algún proyecto curatorial en el que se exploraran los nuevos lenguajes cuerpo-pantalla que utiliza la juventud para expresarse de manera espontánea. Lamentablemente, poco más de un año después, Nuria nos dejó. Desde entonces, el gran premio del jurado de FIVER pasó a adoptar su nombre como reconocimiento a su memoria.
Nuria Font. I Foro Nacional Danza para pantalla. Fiver Logroño 2015, España.
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Realizo charlas e imparto talleres de videodanza desde entonces, de manera independiente y en colaboración con FIVER. Los primeros talleres consistían en sencillos ejercicios de colaboración entre estudiantes de cine y jóvenes bailarines o coreógrafos. El proyecto Wine or grape? estrenó los llamados #fiverlabs a partir de una convocatoria abierta en la que becamos a doce artistas emergentes llegados de toda España. Tres de las personas participantes estaban interesadas en la realización cinematográfica, seis eran bailarinas, dos de ellas tenían un perfil híbrido, y también tuvimos la participación de un estudiante especializado en sonido.
El encuentro-taller tuvo un formato exprés de dos días intensivos de convivencia. La premisa era realizar una obra conjunta en la que mostrábamos el transcurso de un día en diferentes localizaciones de Logroño y alrededores. De esa manera, cada persona interesada en la danza sería la protagonista de su propia secuencia de improvisación en un espacio urbano. Cada responsable de realización se encargaría de la dirección de dos secuencias, y una vez colocadas en el story-line, debíamos poner en común nuestras ideas para articular de manera colaborativa una conexión narrativa entre cada una de ellas. Trabajamos conceptos propios de la realización, edición y la producción cinematográfica desglosando secuencias, repartiéndonos localizaciones y organizando el calendario de rodaje, así como las citaciones. Aunque parezca algo evidente, las personas con perfil de danza no entendían que el rodaje no se realizara de manera cronológica, o que debíamos mantenernos en silencio absoluto durante las grabaciones para poder captar las texturas propias de cada interpretación. Más adelante reflexiono sobre esta cuestión.
Al inicio de todos estos talleres, yo contradigo intencionadamente a Nuria con la idea de provocar y desafiar creativamente a los y las jóvenes bailarinas: “Estos vídeos que os grabáis con el teléfono, a los que les ponéis una música y subís a instagram no son videodanza. Podéis ponerle el nombre que queráis. Puede ser un video promocional, un videoclip enlatado o un videobook. Qué se yo. Pero con este tipo de grabaciones nunca os seleccionaremos como una obra en FIVER.”
Evidentemente, si queremos trabajar conceptos propios de las narrativas cinematográficas, tenemos que buscar esa dimensión dando un paso más, jugando con los silencios, con el sonido directo, con la edición y con los diferentes tamaños del plano. De este modo, ese “statement” permite sacar a estos chicos y chicas de su zona de confort, buscar alianzas con filmmakers, experimentar por ellos y ellas mismas y obligarles a cuestionarse las posibilidades de la unión entre el vídeo y la danza.
“Wine or grape?” (2017) – Encuentro-taller de creación de videodanza
Al año siguiente, ya comenzaba a despuntar el fenómeno tiktok. Y hoy el resurgimiento de los GIFS como lenguaje juvenil está absolutamente normalizado. Samuel y yo nos miramos y dijimos: “No podemos seguir obviando esto que está pasando. Evidentemente, los jóvenes están trabajando de manera instintiva en un movimiento muy poderoso. Es una gran excusa para seguir creando, abriendo nuevas puertas y hablar de danza en pantalla.” Volvimos a acordarnos de Nuria Font. Diversificar nuestra dirección pedagógica y poner en valor el cruce de lenguajes se convirtió en prioridad. De esta manera lanzamos un nuevo experimento educativo: Laboratorio de creación de GIFs. Cuerpos y gráficos en movimiento.
La experiencia fue absolutamente fantástica y muy divertida. Creamos un grupo de mensajería instantánea al arrancar el taller, y mientras poníamos en común conceptos y explicábamos las posibilidades del laboratorio, nos enviábamos gifs, stickers y micro-coreografías verticales que trataban los temas que nos interesaban. Pusimos en común ideas y mensajes que se querían transmitir con nuestros ejercicios y realizamos una sesión de rodaje en set con croma. Todo esto nos ayudó a trabajar conceptos como el punto de loop, la continuidad, el control del espacio y el fuera de cuadro, la postproducción y la síntesis.
No solo trabajamos con GIFS textuales tipo stickers, sino que hicimos otra serie de creaciones visuales en las cuales intervinimos gráficamente sobre las coreografías realizadas aplicando técnicas de animación tradicional. Para ello, imprimimos en papel blanco y negro sus tres segundos de coreografía y utilizamos rotuladores y acetatos para dibujar sobre ellos, fotograma a fotograma. También realizamos un pequeño ejercicio de pixilación: animación stop-motion de cuerpos e imagen real. Todo esto nos sirvió para entender la base de las técnicas tradicionales de animación y efectos visuales que muchas de las personas participantes ya utilizaban a partir de aplicaciones móviles automatizadas. Del mismo modo, entender cómo se planifica un rodaje les abre un mundo desconocido y apasionado sobre los procesos cinematográficos; entender la base de la animación puede permitirles comprender mejor el trabajo que ha podido realizar algún estudio de diseño antes de que podamos encontrar todos esos efectitos predefinidos en las librerías de nuestros teléfonos móviles. Pretextos, en cualquier caso, para hablar de caminos por explorar, de sinergias con diferentes técnicas audiovisuales y para estimular la creatividad y la curiosidad por proyectos híbridos.
Al finalizar el laboratorio habíamos creado una librería de más de treinta GIFs que aún hoy utilizamos libremente para comunicarnos con quien deseemos.
“Choreographics: Cuerpos y gráficos en movimiento” (2020)
Laboratorio de creación de GIFS.
En mayo de este año 2020, fui invitado como profesor colaborador para impartir parte de la asignatura de danza y tecnología en el grado de danza de Dantzerti, la escuela superior de danza y arte dramático de Euskadi. Al coincidir con el estado de alarma y la situación de pandemia, la colaboración fue realizada de manera telemática. El curso estaba formado por las cinco alumnas del último año del grado superior en danza. De repente, nos encontramos en un contexto de consumo audiovisual en el que la gran mayoría de usuarios no aguantan la visualización de un vídeo más de cinco segundos, sintiendo instintivamente la necesidad de pasar al siguiente click.
Partiendo de esta premisa, desarrollé una nueva metodología en la que tomamos como punto de partida para nuestro trabajo estas inercias y prácticas contemporáneas, con la utilización de una app móvil llamada “one second everyday”. Se trata de un programa gratuito para dispositivos móviles (que os invito a que os instaléis por los resultados tan interesantes que ofrece). La idea consiste en grabar un vídeo cada día. La aplicación se encarga de colocar cada vídeo en la fecha correspondiente del calendario. Al final de un año, por ejemplo, tenemos como resultado una poderosa sucesión de imágenes de un segundo de duración cada una que transmite de manera hipnótica y progresiva emociones y momentos reales, así como la sensación de paso del tiempo de un modo absolutamente conceptual y vivo. En un segundo no hay tiempo para ficción ni imposturas y cada imagen representa la secuencia de un día. Con su sonido directo y sin música tenemos un conjunto cuyo resultado se encuentra muy cercano al género documental, pero, sin duda, el ritmo frenético que se le aplica se alinea con los nuevos lenguajes digitales de consumo instantáneo. Se trata, por tanto, de un equilibrio ideal para transmitir la realidad de las cinco alumnas de danza a punto de graduarse, quienes, en un contexto de pandemia, ven sus cuerpos confinados de la noche a la mañana.
Para llevar a cabo este proyecto, estuvimos trabajando durante seis sesiones, en las cuales profundizamos en conceptos como el found footage, el collage audiovisual y el apropiacionismo. Realizamos un desglose de guion rememorando y recuperando imágenes que ellas mismas habían grabado antes de saber que serían utilizadas en el proyecto. Falseamos otros momentos comunes que queríamos mostrar y, evidentemente, grabamos nuevo material que mostraría las realidades de sus cuerpos en los días correspondientes a su lugar en el relato. El proceso de edición también fue realizado de manera colaborativa durante la última sesión. En este caso, la app móvil funcionó como truco o anzuelo para crear algo absolutamente diferente a los resultados propios de este programa.
“One second everyday” (2020) – Dantzerti quarantine screendance project.
Aprovecho para cerrar el texto poniendo en valor de nuevo la importante figura de Nuria Font.
A pesar de que yo mismo interpele a mi alumnado contradiciendo su amplia visión sobre la videodanza, es una mera excusa para poner ese debate sobre la mesa y entender que la danza en pantalla es un fenómeno vivo y abierto a las alianzas entre disciplinas y a los nuevos caminos por explorar. Aprender y crear desde un lugar común en el que los estudiantes se sienten cómodos es muy positivo y enriquecedor, se genera mayor intercambio de conocimientos y es así como surgen los grandes proyectos híbridos. Evidentemente, resulta más fácil acceder a alguien hablando su propio lenguaje. Me hubiera encantado, durante mi época en la facultad, haber tenido oportunidad de conectar antes con el circuito de la videodanza y la creación sonora, por ejemplo. Realizar algún programa educativo como los que se imparten actualmente me hubiera ahorrado diez años de cortometrajes fallidos con interpretaciones dramáticas convencionales.