LOÏE. 06

Voguing: Cuerpos pulsantes*

16 de julio de 2020
Disponible en:
Español
“(…) El Voguing se encarna porque los principales sentidos humanos -Cinestesia (percepción del movimiento en relación con el entorno), ver y oír- se unen para atraer una acción de todo-cuerpo sistematizado. Cuando los miembros de la comunidad Voguean cuentan al menos dos historias superpuestas. Una historia implica reclamar poder de los poderosos al interrumpir las imágenes dominantes. La otra historia involucra la formación de una estética personal en competencia con sus pares según evolución de los estándares de la comunidad.”
Jonathan D. Jackson, Social World of Voguing (2002).

 

Un cuerpo pulsa por salir de su propia forma y materia cuando busca expresarse. Darse a conocer in praesentia tanto en un espacio sin espacio como en un tiempo fuera del propio tiempo. Los cuerpos pulsan al ritmo de la danza, así como de la misma historia. Los cuerpos, el cuerpo-danza, dice, habla y también voguea. Pero ¿de qué se trata voguear? O para ser más prolijos y empezar por el principio, si es que lo hubiese: ¿qué es el voguing?

Bien como danza o movimiento político, o mejor dicho como subcultura, el voguing surge en el barrio de Harlem, en Nueva York, en la década de los ochenta, dentro de una comunidad integrada mayoritariamente por personas homosexuales y trans —travestis, Drag Queens, transexuales y transgénero— de origen principalmente afroamericano y latino, que vivían marginadxs tanto por razones relacionadas con su orientación sexual o identidad de género como por su condición de clase y raza. Como se puede observar en el aclamado documental Paris is Burning (Livingstone, 1991), muchas de estas personas se dedicaban al trabajo sexual. Al pertenecer, y no, a una sociedad fuertemente cis-heteropatriarcal, donde el ser hombre negro, gay y pobre era ser parte de “una minoría de la minoría” (tal como afirma uno de los entrevistados en un fragmento de la película), estxs quedaban excluidxs, abiertamente, tanto de determinadas zonas/lugares como de actividades sociales.

Si rastreamos el origen del voguing, podríamos situarlo en la cultura de los bailes de salón —más conocidos como Ballrooms—, es decir, eventos de las sociedades aristocráticas de la década del veinte. En cualquier caso, ya para los años sesenta en Nueva York, los “viejos” Ballrooms habían logrado evolucionar en una escena totalmente distinta en la que se conjugaban la danza y la performatividad, ligadas directamente a la identidad de género y, sobre todo, a la lucha por los derechos de la comunidad LGTBQI+. Para los ochenta, la reapropiación de la cultura ball dio lugar al nacimiento del Vogue como subcultura, en la que el voguing (danza) y el runway (pasarela performática) formaban parte de las categorías más importantes (como el face o el realness, entre otras).

@manto.cozzi – FAQ, Festival de Arte Queer, 2019.

Viejos caminos, nuevos caminos, siempre voguing

Desde sus inicios, y hasta la actualidad, esta nueva escena contó con la activa participación de mujeres trans, Drag Queens y homosexuales que, inspiradxs en las portadas de la famosa revista Vogue, crearon un baile en el cual la pose era -es- el elemento central, constitutivo y germinal de una nueva estética que fue forjando diversos subgéneros dentro del voguing: el Old Way (viejo camino), el New Way (nuevo camino) y el Vogue Femme.

El primero de los subgéneros: el Old Way o Viejo Camino (que tiene su origen en los ochenta) presenta, como elementos principales de su estructura, trazos lineales, ángulos rectos, así como también mucha simetría y precisión en la ejecución de los movimientos, pero con una acción elegante y fluida en la danza, sobre todo en las extremidades superiores. Willie Ninja fue uno (si no el más importante) de los impulsores. Fue él quien le agregó un alto grado de sofisticación a su “runway” con diversas poses que remiten a otras culturas, entre las que se puede mencionar la egipcia y, por otra parte, a los propios Ninjas, razón por la cual así se apellida. Es esta, tal vez, la forma más clásica del voguing.

El siguiente subgénero en desarrollarse será el New Way, o Nuevo Camino, a comienzos de los noventa. Sus elementos distintivos consisten en añadir, a los ya existentes, nuevos movimientos como contorsiones de las articulaciones e ilusiones de manos que pueden formar boxes (cajas) y, por último, arms control (control de brazos); todos ellos implican un ritmo musical más acelerado, demandando al bailarín o performer mayor velocidad, sobre todo en los enlaces.

Finalmente, tenemos el Vogue Femme que, como su nombre lo indica, enfatiza la femineidad al punto de exagerarla. Es de mediados de los noventa e integra pasos, como el Catwalk (caminar de gato), entre otros, modificando nuevamente, elementos anteriores, por ejemplo: haciendo de los dips (caídas) actos mucho más espectaculares, en términos de destreza y acrobacia, que se combinan con spins (giros) mucho más veloces. El Vogue Femme es el único de los tres subgéneros que tiene pasos bien identificados, así como dos estilos que se desprenden directamente de él. A continuación, haremos una breve descripción de ellos:

Catwalk: consiste en un desplazamiento hacia delante con el apoyo del cuerpo sobre los metatarsos y las rodillas un poco flexionadas. Se busca resaltar el quiebre de cadera para que el cuerpo simule ser una ese y genere un efecto exagerado al caminar.

Duckwalk: aquí el bailarín se acuclilla en la pasarela para desplazarse dando pasos muy pequeños. La imagen que la acción trae a la mente es la de un pato que se desliza sobre el agua cuyas piernas no se ven. El bailarín o ejecutante puede optar por dar patadas cortas durante el desplazamiento.

Hand Performance: aquí el objetivo del ejecutante podría ser adornar y/o acompañar con movimientos de manos la estética conjunta del baile. También puede hacerse sin mover el resto del cuerpo.

Spin and Dips: este paso consiste, precisamente, en introducir un elemento más dramático con la capacidad de irrumpir y quebrar la fluidez de la danza con giros y caídas. Por lo general, los ritmos musicales son más veloces y, de esta manera, acompañan mejor al bailarín. Este paso está pensado, si se quiere, para demandar la atención del espectador y generar un clímax espontáneo que logre canalizar las emociones colectivas y conducir a la celebración del desempeño del ejecutante.

Floor Performance: este paso está compuesto por movimientos de torso y piernas realizados por el bailarín mientras se encuentra apoyado en el suelo.

Tal como hemos mencionado, el Vogue Femme es, de los tres subgéneros, el único en el que pueden reconocerse dos estilos marcadamente diferentes de ejecución: el soft and cunt, que es más fluido y cadencioso, y el dramatic, que podría describirse como más “actuado” y veloz en su ejecución, sobre todo en las codas y enlaces.

En su texto Aproximaciones a la noción de dispositivo, Oscar Traversa plantea distintas posibilidades enunciativas que derivan de los diferentes dispositivos de comunicación. “En algunos contextos – nos dice – la noción de dispositivo se acerca a lo tangible que resulta de una manipulación instrumental; en otros, a fenómenos configuracionales resultado de las relaciones que se establecen entre procesos; en otros, lo que puede describirse con ese término se similariza con alguna de esas alternativas, pero no recibe la designación de dispositivo” (2001: 233).

Siguiendo sus ideas y reflexiones y teniendo en consideración las particularidades del dispositivo en el cual se emplaza la práctica del Vogue, podemos entenderlo según su configuración y ubicarlo como lugar de soporte para los desplazamientos de sentido, por lo cual es una cierta distribución espacial la que se ocupa de agenciar el contacto.

@sebasciarrotta – House of Glorieta, Glorieta de Belgrano.

 

Y claro, estamos en contacto, los voguers, nosotrxs que a veces nos animamos y vogueamos también, ¡por qué no! Estrecha y directamente sin interrupciones, o con las mínimas, que es casi lo mismo. Y vemos, observamos, que en esta danza/performance en la que hay lugar, ¡y cuánto!, para la pose, hay un gesto verdaderamente político. Un gesto que invita a ser parte de algo mucho más grande de lo que el cuerpo, como algo individual, puede abarcar. El voguing nos indica que somos parte de un cuerpo colectivo que puja, que manifiesta, que dice “acá estoy”, pero ¿de que qué manera? ¿Bajo qué nombres? Y acá nos animamos a jugar. Como ¿cuerpos performáticos? ¿Cuerpos danzantes? ¿Cuerpos inmanentes o trascendentes? ¿Cuerpos sensibles, protagonistas? ¿Cuerpos instrumentales? Cuerpos suaves y abruptos, concretos, desatados, pero ciertamente…ciertos.

 

* Este artículo tiene como base la investigación La retórica de la pose en el Vogue Femme llevada a cabo durante 2019 por Marina Julieta Amestoy, Nadezda Siachoque y Lorena Urcelay. El proyecto se desarrolló en el marco de la materia “Proyecto de graduación” de la Licenciatura en Crítica de Artes (Universidad Nacional de las Artes), dictada por los docentes Silvina Tatavitto y Nicolás Bermúdez.

 

Acerca de:

Marina Julieta Amestoy

Es Licenciada en Crítica de Artes en la UNA, escritora, bailarina e investigadora en artes del movimiento, especializada en voguing y cultura ballroom. Actualmente, cursa la Especialización en Producción de Textos Críticos y Difusión Mediática de las Artes (UNA). Forma parte de E.G.A. (www.gestorxsartistas.com.ar ) dentro del equipo de Acción Documental. Escribe en diversos medios nacionales y participa en proyectos de investigación ligados a la danza, la performance y las artes audiovisuales.

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