Copia Original, dirigida por Colectivo Dominio Público. Dramaturgia y realización: Colectivo Dominio Público. Intérpretes: Inés Armas, Laura Peña, Gabriel Urbani. Galpón FACE, Deán Funes y Caseros, CABA, Argentina. Función: jueves 25 de octubre.
La lógica interna de Copia Original me hizo pensar que este artículo podría haber sido, perfectamente, un collage de críticas anteriores acerca de la obra, el desgrabado de un audio extraído de la función que envié a un grupo de whatsapp, podría haberse conformado a partir de citas textuales de Borges, Byung-Chul Han, Butler o Derrida o bien, podría haber sido la mezcla de todas estas opciones, porque Copia Original funciona como una suerte de ensayo escénico-filosófico en donde se cuestionan los conceptos -aparentemente contrapuestos- de “copia” y “original” adoptados por la sociedad occidental y que condicionan tanto el estatuto de obra de arte como el de diversos productos de la cultura.
Al ingresar a la sala, los espectadores podíamos ubicarnos más cerca de la entrada o atravesar el espacio y colocarnos del otro lado. De esta manera, nos observamos durante un tiempo como si estuviéramos frente a un espejo, aunque sin identificación alguna. Dos performers (Inés Armas y Laura Peña) se encontraban una al lado de cada grupo de espectadores vestidas con “la misma” ropa de ensayo. Mientras tanto, se escuchaba el audio de una persona hablando acerca de cómo una empresa es propietaria del silencio, se oía esa voz haciendo referencia a la canción de John Cage y a al himno comunista (que, pareciera, tiene “dueño”). La danza comenzaba al terminar ese audio: las dos performers hacían aparentemente los “mismos” movimientos, una y otra vez, pero en forma espejada, al igual que nuestra ubicación en el espacio. Luego de la proyección en dos pantallas móviles que ingresan a la escena, se devela que esos movimientos iniciales son “una copia” de los del registro en video de la bailarina Trisha Brown en Watermotor (1978). Sin embargo, ¿es posible la reproducción idéntica de una secuencia de movimientos? ¿Qué le pasa al movimiento cuando se repite hasta la extenuación? ¿Cómo impacta una misma secuencia en distintos cuerpos?
La obra manifiesta que su propia construcción se encuentra condicionada por los diferentes discursos que atraviesan la cultura como la publicidad, el cine, la danza, el teatro, y que contribuyen a la constitución del “yo” del discurso. Copia Original es la evidencia de que el presente de la producción discursiva encapsula o remite a los “pasados” que lo preceden y, por lo tanto, lo exceden. Nada se dice por vez primera. No más que cualquier otro producto artístico, la materia prima de Copia original es la intertextualidad, que en este caso se pone de manifiesto alevosamente. De este modo, se devela lo irrisorio, lo patético y lo anti-democrático que puede llegar a ser el copyright; y en aquella intertextualidad inevitable, el término “original” se desmorona. En parte, la “copia” siempre implica que algo se modifique y, por lo tanto, sea un acontecimiento “nuevo”. Pero también puede ser pensado a la inversa: lo “nuevo” es, en cierto sentido, una “copia” de algo anterior.
Por momentos la obra es atravesada, indirectamente, por la paradoja filosófica del barco: si le cambiamos una madera al barco, ¿sigue siendo el mismo o es un nuevo barco? Si continuamos cambiándole las maderas una a una, ¿cuándo deja de ser el mismo barco? Lo que subyace a la respuesta “el barco sigue siendo el mismo” es un pensamiento esencialista, que prepondera la originalidad por sobre el constante devenir y movimiento de las cosas. Podríamos decir que “Dominio público” hace una apología de la democratización y de la libre circulación de la cultura, derribando lo elitista de que algunxs pocxs puedan acceder a lo original y otrxs sólo deban conformarse con copias; pensamiento que halla su origen en la filosofía platónica, pero que indudablemente sobrevive hasta nuestros tiempos.
El colectivo “Dominio Público”, del cual se desprende la dramaturgia de Copia Original, hace honor a su nombre y a su hacktivismo de una forma contestataria, muchas veces paródicamente, desde la danza, el teatro, la literatura, el periodismo, la arquitectura; burlándose o dialogando con las restricciones que los derechos del autor y la propiedad intelectual le imprimen a la cultura. En este sentido, la obra evidencia que por detrás de ella hay una fuerte investigación teórica y exploración de archivo, lo cual se refleja en su consistencia estética y temática.
Calcar, copiar, producir, reproducir, transcribir, duplicar, plagiar, falsificar, imitar, replicar, citar, extraer son ideas que aparecen en el tratamiento del texto y en la danza, en la habilitación inicial a los espectadores de poder sacar fotos y grabar, en la lectura de Alicia en el país de las maravillas o en la evocación de Funes el memorioso. Las pantallas móviles -que parecen hojas de calcar en la que las proyecciones son visibles de ambos lados- acentúan estos procedimientos, así como la interacción con el público, los vestuarios y la puesta de luces, que tiende a replicar las siluetas en las paredes de GALPÓN FACE. En la repetición que realizan los cuerpos danzantes -realzada por todos los elementos de la puesta en escena- algo termina conmoviéndose, volviendo caótico e incontrolable al movimiento, al igual que los términos “copia” y “original”, que tambalean hasta ser indistinguibles el uno del otro.