La intemperie del espectador

19 de junio de 2018
Disponible en:
Español

La Intemperie de las cosas, dirigida e interpretada por  Belén Coluccio y Matías Miranda. Colaboración artística: Caro Angriman y Mercedes Vivacqua. Co-producción: Teatro del Perro. Teatro del perro – Bonpland 800, CABA, Argentina

La intemperie de las cosas da inicio a su tercera temporada. Producto de una labor de investigación y montaje, la obra lleva adelante un trabajo de teatro físico impregnado de cualidades corporales y sonoras que durante una hora modifican al espectador hasta convertirlo en un existencialista “bípedo sin plumas”. Podría ser subdividida en pequeñas secuencias teatrales y dancísticas que no guardan demasiada relación entre ellas. Esta fusión de acciones e inacciones disímiles pone de relieve el trabajo físico y la mixtura de lenguajes que la obra incorpora, al llevar todo al límite.

PH: Kenny Lemes

En La intemperie de las cosas el silencio está presente y tiene un rol central. Tanto es así que la función abre con unos cinco minutos de ausencia de sonido que adelantan al espectador, ya desde el comienzo, su protagonismo. Los distintos momentos de inquietante mutismo se nos presentan en situaciones muy diversas y logran modificar el ambiente que cada silencio construye. Es así como este elemento, que usualmente pasa desapercibido, se vuelve totalmente presente en la obra y alcanza a producir situaciones de incomodidad, reflexión y hasta de emoción.

En uno de los actos, con la ayuda de una iluminación focalizada, la mirada del espectador es llevada hacia una mesa donde se realiza una representación dramática en miniatura. Objetos utilitarios como un ladrillo, frascos de vidrio de distintos tamaños y ovillos de hilo intervienen en escena y son manipulados en concordancia con un relato existencialista propuesto por uno de los actores. Mientras uno lee, a modo de cuento, la descripción de distintas sociedades, de sus jerarquías sociales y del funcionamiento de sus individuos dentro de ellas en un libro de anatomía, el otro manipula los objetos narrando conceptualmente la misma historia. El ambiente se tiñe de un discurso existencialista que busca interpelar al espectador en cuanto a su comportamiento como individuo social, mientras de fondo se construye una atmósfera de soledad capitalina a partir del ruido de los colectivos que transitan los domingos a las diez de la noche por la calle Bonpland. Se propone un juego interesante en este enlace con el exterior ya que permite al público entrar y salir del micro-escenario “mesa” hacia la escena dramática misma y, desde allí, al macro-escenario real: el mundo.

PH: Kenny Lemes

Entre actos, Belén Coluccio logra focalizar la mirada del público en la performance que realiza con un ladrillo, resignificando en cada movimiento el objeto y manipulándolo con una excelencia tal que lo hace parecer una extensión más de sí misma. La facilidad con la que despliega su cuerpo sobre el espacio, al ritmo único de su respiración, denota un trabajo de investigación en movimiento que habilita el proceso lúdico en el que el elemento incorporado en su rutina es utilizado hasta agotar todas sus posibilidades de interacción.

Mediante distintos usos de los objetos en escena se lleva el lenguaje de movimiento a sus límites y con él a los espectadores. Ahora bien, las secuencias parecen independientes en un primer momento y descolocan al público, pero hacia el final de la obra se vuelven lógicas mediante una operación de contraste. Cada situación construida con un trabajo experimental de movimiento y dramaturgia se antagoniza con la aparición del inesperado personaje que encarna Angriman. Se trata de un individuo más de la sociedad que hace ruido ya que trae todo lo burdo de la cotidianeidad del tiempo real exterior a la escena, desde su comportamiento y las acciones que realiza hasta su vestuario naturalista. Su función es evidenciar el trabajo físico y la investigación con la que se lleva a cabo cada acción mediante la sencillez y la inexpresión. Se puede apreciar todo el proceso creativo que llevan adelante Coluccio y García Strauss en la simple tarea de hacer un té y gracias al trabajo tosco y ordinario que realiza el personaje de Angriman. Es mediante la repetición, desde una construcción más impregnada de naturalismo en cada movimiento, que se obliga a repensar esa misma acción y a revalorizar los previos acontecimientos y sus respectivos modos constructivos.

También la risa se hace presente en el público tanto en momentos de tensión como en otros donde se abre el juego entre los actores. En distintas oportunidades, las aperturas de la puerta del baño se utilizan como motivo para ampliar el universo diegético hacia un espacio indefinido e imprevisible. En cada apertura se le permite al espectador espiar un sinfín de sorpresas musicales y sonoras disruptivas. De esta manera, el juego aquí se vuelve perturbador cuando la puerta que se abre es la que da al exterior del teatro y la función se expande hacia afuera y, con ella, su filosofía existencialista.

Es así como La intemperie de las cosas logra interiorizar el movimiento, exteriorizar el teatro y dejar todas sus construcciones expuestas. Exposición que se replica en la subjetividad del espectador que debe volver a salir al mundo luego de una obra que sacude las estructuras temporales y hasta el mismo sistema de creencias que lo construye como individuo o vaya uno a saber qué.

Intemperie significa “ambiente atmosférico sujeto a modificaciones temporales que pueden afectar cosas o lugares desprotegidos”. Eso es la obra: un espacio dramático invadido por lenguajes y tiempos discontinuos que afectan al espectador y lo despiden “incendiado” mientras se cuestiona su existencia y la de todo lo conocido.

Acerca de:

Daniela Scardella

Nació en Suipacha, provincia de Buenos Aires, en 1997. Es Lic. en Crítica de Artes por la Universidad Nacional de las Artes. Cursando su carrera de grado recibió la beca de Estímulo a la Vocación Científica del Consejo Interuniversitario Nacional (EVC-CIN 2018). Durante ese período realizó sus tareas de investigación en el equipo “El objeto del exceso y la transgresión: Abordajes de la dimensión objetual en la danza y la performance del siglo XX”(34/0487 – Levantesi), inscrito en el Departamento de Artes del Movimiento de la UNA. Actualmente, integra el equipo de investigación “Intervenciones Críticas: algunas lógicas actuales y locales” (34/0582 – Tatavitto, Bermúdez) con base en el Área Transdepartamental de Crítica de Artes, también de la UNA. Además, realiza colaboraciones como crítica en distintos medios especializados y lleva adelante un ciclo de audioguías poéticas titulado Visitas Desviadas.

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