LOÏE. 01

Margarita Bali y sus múltiples dimensiones

10 de January de 2019
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Margarita Bali fue intérprete, coreógrafa de compañías argentinas e internacionales y co-directora de “Nucleodanza”, uno de los grupos legendarios de danza contemporánea de la escena porteña, a lo largo de veinticinco años. Posee una extensísima lista de obras escénicas (42, según reza su biografía) que comienza en 1972 con Hasta que una mañana, realizada para el Dance Theatre Seattle. Participó activamente en el proyecto de la Ley de Danza junto a la asociación COCOA, creó una escuela de danza en Buenos Aires que lleva su nombre y dio clases allí mucho tiempo. Por si esto fuera poco, y en cuanto a lo que a LOÏE. compete particularmente, se ha convertido, con el tiempo, en una de las principales referentes de Argentina de la danza en relación con la tecnología.

Desde el año 1993, la vida le abrió otros caminos y comenzó a acercarse y a encariñarse con la tecnología del video. Por aquél entonces, los bailarines que bajo su dirección se habían deslizado sobre tablas de madera o tapetes ahora lo hacían sobre arena, agua o cemento en sus creaciones de danza para la pantalla. Más adelante, a partir de una propuesta de Graciela Taquini, las posibilidades de la edición fueron aún más tentadoras y, en el año 2001, las video instalaciones empezaron a emerger de su cabeza y de sus manos. Así, Margarita Bali es también, videoasta, realizadora de video-instalaciones, videomapping e interactividad. Ganadora, en estos rubros, de numerosos premios y becas que afianzaron su trabajo y su horizonte internacional. En los últimos años, realizó Galaxias (2013), una coreografía con proyecciones para el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martin, y Marea Alta (2013), una video instalación en colaboración con la escultora Claudia Aranovich y el compositor Gabriel Gendin.

En esta ocasión, queremos compartir una entrevista que realicé a la múltiple creadora en el año 2011 que resulta de interés especial ya que la hicimos a propósito del estreno de su obra Hombre rebobinado en la que Bali trabaja, por primera vez, con la combinación de una video instalación y un bailarín en escena. Aquí, entonces, sus reflexiones sobre la danza, el video, la ilusión, la realidad virtual, la experiencia estética, los proyectores sincronizados, el espacio, las materialidades y otras muchas dimensiones.  

¿Cómo surge la idea de la obra?

A partir de hacer una cantidad de video instalaciones en las cuales muchas veces incluyo el cuerpo humano, es decir, que aparece el bailarín en la imagen. Volví paulatinamente a interesarme en hacer una obra un poco más escénica, pero sin dejar la video instalación como soporte. Hace algunos años, con la ayuda del premio Faena de arte y tecnología, gracias al cual tuve un presupuesto interesante, trabajé en una serie que se llamó El acuario electrónico en el Centro Cultural Recoleta (CCR), dentro de la cual había varios módulos de videodanza y video instalaciones, uno de ellos era “Desde el sofá”. En esta obra fue la primera vez que proyecté un ser humano sobre un sofá real jugando con la idea de la ilusión, de realidad virtual, de la sensación contradictoria que genera el ver a una persona ahí sentada pero que no está realmente. Lo hice filmando directamente a la persona sobre el mismo sofá y después proyectando el video sobre él, una labor bastante delicada. Como resultó bien, continué trabajando sobre este dispositivo. Luego, tuve un encargo de un restaurante que me llamó para hacer una obra y de ahí surgió la idea de utilizar una mesa. Más adelante las mostré juntas en el CCR.

Tanto en “Desde el sofá” como en A la mesa trabajo con el mismo intérprete, Sandro Nunziatta, y de allí surgió la idea de hacer Hombre rebobinado. Empecé a ocuparme entonces del personaje de este bailarín para la realización de un biodrama. Trabajé sobre su historia personal, tomamos algunos hechos de su vida y luego ficcionamos el resto, en una línea más teatral, con un argumento. Ya no era un simple video instalación que se puede ver al pasar.

Esta obra no está puesta en loop como las demás, tiene un comienzo, un desarrollo y un final. El año pasado, 2010, se estrenó en el marco del Festival de Danza Contemporánea como video instalación. Hasta ese momento no había ninguna persona en vivo. Este año, incorporé al bailarín en la situación, además de los videos.

¿Hiciste modificaciones en el video desde el año pasado a lo que vemos hoy en Hombre rebobinado?

El video permanece bastante igual. En realidad, son ocho videos, es un poco más complicado. Son ocho proyectores que están sincronizados entre sí. No modifiqué tanto lo filmado, sino que trabajé con Sandro en función de lo que ya estaba grabado. De manera de encontrar un equilibrio entre lo que se proyectaba y lo que él hacía en vivo porque la situación ya es muy compleja de por sí. Lo trabajé más como si él fuera un visitante de su propia obra, un visitante tranquilo, casi como si fuera un observador, aunque participativo en algunos momentos.

¿Reutilizaste los videos de “Desde el sofá” y de A la mesa?

No, el material es totalmente nuevo. Hago citas, en realidad. Trabajar con la vida artística y personal de Sandro me sirve de excusa perfecta para sacar a la luz y mostrar obras en las que él bailó conmigo y también las que bailó hace veinticinco años. En un momento de la obra en el que alguien le pregunta a él sobre su vida profesional, incluí como cita estos trabajos. En una escena en la que Sandro va solo al restaurante, puse partes que me servían de la obra A la mesa. Pero luego esa imagen funciona simplemente como la mesa de la cocina de su casa.

¿Qué encontraste en el video que te dejó de llamar la atención en lo escénico? ¿Qué le aporta el video a la danza?

Básicamente la utilización de los espacios. Me interesaba salir del escenario como la caja negra que tiene una visión solamente frontal y escapar de la falta de proximidad de los bailarines con el espectador. Después de haber hecho muchas obras escénicas pensé que sería bueno bailar en la playa, en la arena, en la ciudad, con la arquitectura, con las escaleras, con los espacios aéreos, con la naturaleza. Una serie de terrenos que te dan otra manera de trabajar la materialidad del lugar donde estás, la escenografía; me interesaba esa sensación física de que el intérprete no está bailando sobre un plano, sino en un lugar que tiene accidentes geográficos interesantes. Y además, te da un contenido distinto. El hecho de que el bailarín esté subiendo una escalera en un edificio, en una terraza, caminando en la arena y que le pegue el sol y esté cansado y se hunda, cambia el modo de moverse. Lo que más me gustó de trabajar con la video instalación es la posibilidad de la tercera dimensión en la proyección. O sea, no proyectar sobre un plano, como en la videodanza, sino usar la posibilidad de proyectar sobre un volumen. Te produce casi como una realidad virtual, sin entrar en el terreno del holograma o del 3D, como en el cine.

¿Cómo es el trabajo previo con los bailarines para el video?

Se los filma sabiendo ya lo que vas a hacer. Normalmente se filma con un fondo azul y el tamaño lo decido después. Luego, puedo poner el fondo que quiero, puedo cambiar el tamaño, lo puedo encajar donde quiera.

¿Tanto la filmación como la edición las hacés vos?

Sí, las hago yo. Porque es un trabajo muy minucioso y en ninguna isla de edición lo hacen, a menos que tengas muy claro lo que querés. Yo voy viendo sobre la marcha cómo va quedando el trabajo y, además, si hay algo nuevo que necesito puedo ir llamando a los bailarines para completar detalles. Es un trabajo de hormiga, pero la edición es algo que me encanta.

¿Qué diferencias encontrás entre el trabajo escénico y el trabajo en video?

Es un cambio de material. Me di cuenta de que me encanta el material del video. Hay mucho tiempo en el que trabajás sola y eso me gusta. Estás vos con tus ideas y tu máquina y tu propia planificación. Cuando trabajás con una compañía nunca te podés dar el lujo de tomarte tanto tiempo. Se cita a la gente a una hora, hay dos o tres horas de ensayo y hay que resolver todo ahí. El video, en cambio, tiene ese placer de poder avanzar con el trabajo a tu propio ritmo, como los artistas plásticos, quizás un poco más solitario, pero a tu tiempo. Para mí fue un alivio dejar de depender de otra gente después de tanto trabajar para escenario. Además, estéticamente me interesa.

¿Y el hecho de la permanencia del video puede relacionarse con esa preferencia también?

Al comienzo quizás sí. Es cierto que tenés una obra terminada en tu mano y la podés mandar a todos lados. Al principio, me encantaba que se viera mi obra por todos lados, pero después ya no me importó tanto. De todas maneras, es cierto que las video-instalaciones tienen más público. Cuando ponés una instalación en el Centro Cultural Recoleta, por ejemplo, se deja un mes y eso significa miles y miles de personas que pasan y la ven, no importa el horario en que pasen, no importa si la ven toda o no. El espectáculo de danza de escenario, en cambio, es un esfuerzo muy grande para un solo momento que es el de la función, el video tiene más difusión. Ahora, por ejemplo, tengo montada una obra en Tecnópolis[1] y literalmente pasaron millones de personas. Y aunque no sepa quiénes eran ni qué pensaban de la obra siempre es interesante abrirse. Con Hombre rebobinado es más difícil porque ya se empieza a aproximar a la problemática del montaje escénico.

¿Fue buena la experiencia con esta mixtura del video y de lo escénico? ¿Lo volverías a hacer?

Sí. Me está yendo bien a pesar de que lo estoy haciendo en un lugar privado. Ahora estoy esperando porque se va a abrir un centro multimedia detrás del Teatro San Martín, pero estoy en una lista de espera. Sería un lugar ideal.

Con respecto a la edición, ¿cuándo es el momento en que decís “esto está terminado, así se proyecta”?

Depende de la obra. En Hombre rebobinado puedo seguir trabajando continuamente. Como son ocho videos, siempre hay algo más que puedo ajustar. Hoy está terminada así. Pero ya tengo anotado para la próxima vez cositas que hay que modificar: un poco más de luz acá, un poco más de color allá, que uno entre más tarde, etc. Al ser ocho proyectores en sincro es complicado. Por ejemplo, cuando decidí cortar la escena principal, que es la del sofá, tenía que cortar también todas las demás y se descompaginaba todo. Cuando hay que cambiar detalles no importa tanto, el lío comienza cuando te empezás a meter con los tiempos.

¿Todas las obras tienen tantos proyectores?

No. En general cada obra tiene un solo proyector o dos, como máximo. Esta es la primera obra con tantos proyectores en relación permanente. Acuario electrónico (2007), por ejemplo, tenía diez proyectores, pero funcionaban de manera independiente, no estaban en sincro.

¿Qué tipo de público va a ver video danza?

Están los bailarines que bailan efectivamente en el video y se crea allí un interés. Lo que observo en general es que los bailarines que no se relacionan desde ningún punto de vista con la videodanza, no van a verla. Sin embargo, cuando lo hacen, me da la sensación de que les resulta interesante. A nivel internacional hay unas videodanza que son fantásticas. Compañías muy importantes como DV8 que trabajaron mucho en este formato circulan más porque son obras escénicas que se adaptan para video bellísimamente. Pero las que son de más investigación, de videodanza pura, son un poco más exóticas y no llaman tanto la atención. De todos modos, tampoco la gente de visuales sale corriendo a ver un video aunque, en realidad, mucho de lo que tiene este lenguaje pertenece al mundo de las artes visuales. Yo pienso que estos mundos del arte no tendrían que ser tan estancos. Lo que pasa es que acá en Buenos Aires, por ejemplo, hay tanta variedad de cosas que la gente que está en un rubro a duras penas puede ver un porcentaje de lo suyo, entonces no se toma el trabajo de ver mucho más. En el interior es diferente. Cuando íbamos con “Nucleodanza” bailábamos en el teatro más importante de la provincia y venía toda la gente de artes plásticas, toda la gente de teatro, de música. Y acá eso no pasa tanto.

Desde Hombre rebobinado hasta ahora, Margarita ha trabajado en muchísimas obras nuevas haciendo de su carácter multifacético casi un lema artístico: las video instalaciones Homo Ludens Intergaláctico -2012- (proyectada sobre la cúpula de 20 metros de diámetro del planetario Galileo Galilei de la Ciudad de Buenos Aires), Tubo-Agujero Negro -2013- (proyección desde un proyector de video sobre tubo acrílico de 2,2 metros de altura cubierto de tela semitransparente), GEA -2014- (proyecciones sobre esculturas de resina de polyester y madera de Muriel Cardozo), Vuelo rasante -2015- (video instalación que desarrolla el tema del vuelo en una gran pajarera humana), entre otras que ya nombramos más arriba. Su título de Bióloga obtenido en la Universidad Berkeley de California parecería correr de manera transversal por todos sus trabajos. Actualmente, la encontramos trabajando en Estados Unidos abordando un proyecto de videodanza como artista residente en una universidad.

 

[1] Tecnópolis es un espacio creado en 2011 por el Estado Nacional argentino dedicado a realizar megamuestras relacionadas con ciencia, tecnología, industria y arte, de entrada libre y gratuita.

About:

Magdalena Casanova

She is an Specialist in Critic and Divulgation of the Arts -UNA/National University of the Arts, Argentina-, MFA candidate also at UNA, and teacher at the subject “General History of the Movement Arts” at the Trans-departamental Area of Arts Criticism, UNA.
Casanova is a dance critic. Researcher at UNA’s IIEAC (Research Institute of Arts Criticism) where she works on the discourse analysis of Contemporary Dance criticism in Buenos Aires, and, independently, about Education through movement. She has presented the results of these investigations in several Conferences and Symposia, and has published numerous articles in diverse Argentinean media.
Magdalena is a dancer and contemporary dance teacher, and has worked as a choreographic and direction assistant for dance and theatre pieces en obras.

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