Crónicas azul-turquesas: ¡qué azul fue nuestro (a)mar!

31 de July de 2023
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La Insomne bajo el agua. Autoría: Felisberto Hernández. Adaptación: Theo Rubel. Actúan: Theo Rubel. Escenografía: María Gil Araújo, Rodrigo González Ducrey. Maquillaje: Malena Yep. Música original: Sebastián Dopazo. Asistencia técnica: Malena Yep. Asistencia de dirección: Malena Yep. Puesta en escena: Theo Rubel. Dirección Coreográfica: Rhea Volij. Dirección: Theo Rubel, Rhea Volij. EL EXCENTRICO DE LA 18º: Lerma 420, CABA. Función: viernes a las 22  hs. Hasta el 14/07/2023.

Entonces supe, por primera vez, que hay que cultivar los recuerdos en el agua, que el agua elabora lo que en ella se refleja y que recibe el pensamiento. En caso de desesperación no hay que entregar el cuerpo al agua; hay que entregar a ella el pensamiento; ella lo penetra y él nos cambia el sentido de la vida
Felisberto Hernández, La casa inundada y otros cuentos, 1960.

 

Revelando la singularidad

¿Un actor puede o debe ser un vehículo para la expresión? Un actor primero es. Y en su capacidad de “escucha” corporal se ve (rasgada) la representación de sus más minúsculos pensamientos. Es un hecho. Se develan frente al público se quiera o no. Esto que digo, que se asemeja a una enunciación de robusta materialidad, de costra o callo, de ningún modo lo es. Es más bien una práctica donde se integran todos los elementos teatrales-danzantes para contar(nos) una historia.

La historia de La insomne bajo el agua parece inasible y, sin embargo, articula o sabe cómo articular las palabras que se entrelazan con la unidad mínima de movimiento, y logra, con exactitud, corrernos del lugar de simples espectadorxs para ser parte de la acción. Aunque no sepamos bien en dónde estamos, ni cómo, ni porqué. El cuerpo en escena en esta obra es un fragmento de sombra, un falso descanso de luz, un sufragio perdido, un tiempo que, siendo corazón que encomia y bombea, amalgama la acción del relato con la danza, la infanta y madura danza (a cargo de la gran Rhea Volij) que añade contingencias lozanas de estilo poéticas y bucólicas en-revesadas, que se resuelven en la alocución de un impecable Theo Rubel (un escritor que dialoga con ¿fantasmas?). La narración (sin detenimientos) se vuelve hacia él y, en con-junto a ese giro, hacia nosotrxs que inhalamos la historia como si fuese, en algún sitio incierto de la memoria, nuestra.

ph. y edit. Marina Amestoy

 

Verter la cabeza bajo el agua (¿y sobrevivir?)

Se trata de recorrer el espacio, sí. Más de unx lo hacemos sin pensar, automáticamente. Porque estamos ahí y somos ese indiviso del que hablaba antes, y en esa traslación oído, mandíbula, boca, ojos, cuello, advertimos lucernas, un maletín (que luego Theo lleva sobre sus hombros simulando ser kilogramos de recuerdos), bolas de papel (con las que juega como si fuesen fragmentos de su infancia perdida), botellas de distintos colores y tonalidades y una tela lustrosa, esplendente, que ¡claro! es nuestro mar, su mar, el mar, con quien interlocuta, con quien imagina a Margarita (que está sin estar), con quien sabe va a perder(se) para volver y no, no, no. El cuerpo, su cuerpo, sigue en constante dilación, en párvula y perpetua danza, mientras dice, mientras se inunda, mientras las horas son, mientras la memoria es, mientras el agua somos. Mientras la mano, la pierna y el pie. Un collage que se sabe con nosotrxs y que, en su acertada aunque despojada escenificación, se completa con la imaginación de “esx otrx que no está”.

¿Y si aprendiéramos a sumergirnos?

La laguna está quieta,
Dice la mujer.
La laguna.
Caderas. Cabellos.
Y de frente
Cara oblicua repujada por los nudillos
Codo apoyado en la mesa de juego.
Yo vi.
Puntas, fulgurar,
Voy a vivir más.
Angela Melim, Yo te amo, Puentes (2003).

 

La singularidad de esta obra es ser pintoresca como un maderamen pintado con brozas, briznas, campiñas y vacíos o por la soledad (de)marcada en la voz y piel de Theo, un escritor que se disputa, y es disputado, entre paneles de tiempo, entre el sueño y la fábula, la soledad y la palabra. En el agua que arrasa y es arrasada. En el limbo de un callejón de suelo. En la tierra yerma del actor y en sus ecos que se (nos) pegan con ímpetu a las córneas y al sacro, a la mandíbula y al fémur. Y hacia el final, las preguntas que asoman y se (re)producen. ¿Porqué fuimos sumergidxs? ¿Cómo fue que no nos dimos cuenta? ¿Cómo se llaman nuestros recuerdos?

La insomne bajo el agua es la memoria que arde en la crónica de un pasado teñido en azul-mar que no se apaga con fuego, aire o silencio…Nunca. Ni siquiera al revés.

ph. y edit. Marina Amestoy

 

 

 

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Marina Julieta Amestoy

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