LOÏE. 14

Soledad traslúcida

11 de April de 2024
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No estoy solo, creación / dirección / interpretación de Iván Haidar. Diseño y realización de dispositivo escenotécnico: Sol Santaca. Asistencia técnica: René Martiñan. Gestión, curaduría y distribución: Jimena García Blaya / La infinita. Producción: Iván Haidar. Asesoramiento artístico: Florencia Vecino, Soledad Pérez Tranmar. Galpón de Guevara: Guevara 326. Función: 21/02/2024.

 

Ausencia en todo veo:
tus ojos la reflejan.
Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.
Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.
Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.
Ausencia en todo siento:
Ausencia, ausencia, ausencia
                                                                                         Miguel Hernández, Ausencia de Aurora

 

No estoy solo de Iván Haidar se presenta en el marco de “Inmediaciones, curadurías encontradas”, un ciclo de programación nacional e internacional presentado por EGA, Encuentro de Gestores Artistas. 

Esta obra parte de una afirmación que niega una condición, como si, a partir de ese enunciado, “No estoy solo”, pudiera configurarse una contradicción intensificada en la escena. La sensación de una soledad aumentada, no hay mayor ausencia que la de poblarse de uno mismo. Porque Iván se multiplica para sí, se complace en un erotismo onanista, se descubre siempre mismo. Un reflejo agujereado.

El infierno de lo igual, diría Han. Iván por todos lados, pero ¿dónde estás? En el juego de las escondidas, el chiste es que podamos ser descubiertos.

Veo un pequeño Iván agazapado dentro de uno proyectado, grabado, desdoblado. Quién sabe cómo llegar a este sujeto que no deja de esconderse apareciendo.

Había pensado en derrames de realidad sobre fantasmáticas, en ausencias quebradas y en presencias ocultas. Consideré el infierno de lo mismo, un abrazo transparente, inmaterial y traslúcido. Pensé en el llanto de no tocar, en la soledad de la piel sin temperatura, en el juego de las sombras. En esta obra, Iván se metamorfosea entre lo digital y la carne verdadera, la que duele y exuda. Logra confundir lo real con la multiplicación posible de la imagen, desacomoda la línea cronológica, lo que inicia el movimiento, las resonancias, mientras es sí mismo difiriendo.

Ale Carmona

 

El detalle, la distancia precisa, obrar de manera inteligente para que el engaño quede instalado, y los sentidos se extravíen entre la materia y la proyección.

La sensualidad, el erotismo en lo propio, ¿supervivencia? Goce. ¿Esto es de verdad? Y la verdad que es tan esquiva. Existo porque dejo de existir, todo parece instalado, admiro a quien no duda y se atraviesa a sí mismo.

Tengo la solitaria sensación de que en lo mucho igual no hay nada, que las estrategias para atravesar la distancia, por ejemplo, dejan en evidencia un profundo sentido del vacío, la soledad en su significado y destino ontológico, la creación para confirmar una paradoja: estoy solo.

Así es este tiempo que nos toca irremediablemente, estas son algunas de sus posibilidades, permanecer en la ausencia y la reproducción infinita de la seudo humanidad, ¿quién sos?, ¿qué somos?

He visto otras obras de Iván, en No estoy solo ha logrado sensibilizar el dispositivo, humanizarlo, dejando que la piel rompa la imagen, que el sonido rasgue la proyección. El cuerpo logra crear alguna diferencia y es ahí donde persiste la humanidad, en el desfasaje, la ruptura y los derrames. No estoy solo es una síntesis de un trabajo abordado y elaborado obstinadamente, la reproducción de un cuerpo ausente, multiplicado, (y ahora) lo noto derramado, hacia fuera, rajado, atravesado, ahí pude observar la piel, ahí pude ver que nada hay como la temperatura del tacto que toca.

Cuando entramos a la sala, él está solo en la platea, la vista perdida, no mira, o mira la nada, nosotros somos obedientes performers, miramos y lo miramos estar allí, sosteniendo esta inversión de roles, manteniendo el hilo de la realidad a toda costa en su manera de estar, a la vez desapareciendo entre todos y al vez diferenciándose de nosotros que, expertos en el arte contemporáneo, sin trasgresión, nos ubicamos en el espacio escénico.

Diferir, es necesario interrumpir la tersura de lo igual, salpicar y distorsionar lo diáfano, animarse a desfasarse y permitir el derrame de lo real, que se note la diferencia con la innegable historia construida, abrirse paso en el hueco de papel, y observar a un otro dentro de ese otro, a la altura del pecho, te vimos detrás, luego dentro, luego yuxtapuesto.

La sala está llena, hay comunidad en la danza, nosotrxs cabemos en el cuadrado que es el espacio escénico, otro tipo de derrame, tengo un pie arriba de la tarima y otro pie abajo, adelante está Iván, respira, mira, no, no mira, espera, pálidamente.

Porque la escena debe ser extrañada, es el tópico del arte contemporáneo, necesitamos mirar las cosas como si fueran nuevas, desautomatizarlas, desnudar la piel, explorar las capas profundas de la creación, hasta que se vuelva una manera codificada y formalizada, entonces… ya se verá. El movimiento, lo delimitado, permite abrir intersticios por donde se desliza la pregunta, se sacuden las certezas permitiendo la aparición de lo inesperado, para que eso suceda, tenemos que tener algún parámetro que desarmar, por ejemplo: los lugares y roles en la escena, agrego yo, la mirada. Los ojos narran un mundo silencioso, brillan hundidos en la sombra del rostro. Interferir la mirada es una manera de subvertir los valores de lo que está sucediendo.

Nos multiplicamos. Nuestros rostros miran hacia un lado y otro. El frente de la escena, el espacio que dejamos, está profundamente vacío. Los ojos se van deslizando barriendo el espacio, la luz baña las pieles, ¿hasta dónde pasa lo que pasa?

Lo que falta deja un espacio.

En la mismidad, crear la diferencia, en la soledad rebotamos contra las paredes de papel de arroz, de nuestras certezas.

Ale Carmona

 

¡Qué necesaria es la ruptura! Te veía escarbar en la pantalla, horadando la superficie material hasta perforar(la). Sonido de uñas, de hurgueteo, de roedor dentro de las paredes. Eso, un roedor, un desborde. Es el tiempo que requiere inteligencia para diferenciar lo que late y emana calor en respiros acompasados de la réplica intervención de lo mismo.

Justo ahora, que las verdades se construyen, que los referentes colapsan, que no hay de qué agarrarse para decir es esto cierto, esto otro es engañoso. La obra de Iván muestra lo múltiple, e incluso genera diferencia en lo mismo, pausa la duración, fragmenta la imagen, demora y cambia, se goza de sí mismo. 

Lo que se ve te vuelve un chorro de pintura que se transforma en pájaro, son tus brazos, y estás ahí cambiando el módulo del tiempo y de la imagen.

Luego estás vos, derrumbado por la luz y el calor, erguido en la espera, en el centro, entre las sillas solas de nosotrxs.

¡Poblemos el espacio, vaciémoslo! Démosle lugar a las paradojas, a las contradicciones, a las obstinaciones.

Dar lugar, dejar espacio donde algo falta.

 

***

 

*Foto portada: Ale Carmona

 

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Mercedes Osswald

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