Boceto en cuatro tiempos sobre una curaduría coreografiada

28 de December de 2020
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Programación Festival Constante (6ta Edición online). Equipo curatorial: Movimiento Constante, Mauro Sebastián Cacciatore, Juan Jesús Guiraldi. Programa 2. Transmisión por plataforma Youtube. 26/11/20.

  • En colaboración con el Festival Internacional VideoDanzaBA (Dir. Silvina Szperling):

Industrial. Dirección: Loana Pagani. Autora: Loana Pagani. Producción: Loana Pagani.Intérprete: Ana Pellegrini.

Manada. Dirección y coreografía: Patricia Campos. Dirección de video y música: Francisco Ríos. Autora: Patricia Campos. Producción: Ximena Schaaf.

A town with a blue hill. Autor y dirección: Joowon Song. Producción: Joowon Song, Bongmin Choi. Intérpretes: Kong Young Sun, Jang Hong Seok, Lim Jin Ho, Son Ji Min, Son Na Ye, Kim Woo Jin, Park Hae Mi, Kim Min Jae, Kim Yun Ha, Kim Sai Ah. Dirección de fotografía (cámara y edición): 57STUDIO. Dirección musical: Kim Min Hong. Piano: Kae Soo Jung. Guitarra: Bojan Vuletic. Vestuarios: Son Jung Min. Dramaturgia: Lee Kyoung Hee. Distribución internacional: Jang Soo Hye.

  • Obras invitadas:

Tiempos de reflexión. Idea original, dirección y realización: Sebastián Salvador. Interpretación: Sebastián Salvador y Gaspar Salvador. Cámara: Sebastián Salvador y Gaspar Salvador. Producción: SUELTA Laboratorio Compañía. Música: Sonidos de Júpiter. Textos: Sebastián Salvador y Gaspar Salvador.

El gomero. Dirección e interpretación: Jesús Guiraldi. Música: Santiago Mazzanti. Edición: Josefina Streya. Iluminación: Adrián Ruiz, Laura Saban. Producción: Festival Jaurías.

Down lock. Dance Company SUSS. Dirección: Melnikova Tatiana. Cámara y edición: Ivan Levshin. Música: Sebastian Lechuga. Support: Culture Center ZIL, Michael Sapunov.

Del 23 al 29 de noviembre se desarrolló la 6ta edición-especial online- del Festival Constante de la Plataforma Movimiento Constante. El evento incluyó clases online, prácticas guiadas presenciales al aire libre y la curaduría de tres programaciones que puso en diálogo obras de videodanza, video performance, video experimental… screendance. Lejos estoy de abrir el debate acerca de qué es o qué no es un videodanza. Me sitúo mucho más cerca de esbozar y aportar -de forma parcial- una lectura sobre el relato y práctica curatorial que emana de la programación del día 2.  Si el texto curatorial del Festival se interroga sobre cómo seguir “compartiendo experiencias, pensamientos y poéticas, permitiendo que estas se re-alimenten, se potencien, se muevan juntas”, entonces ¿qué es lo que las obras tienen para decir una de otras en este día?, ¿qué microrrelatos curatoriales aparecen allí? Aquí el boceto en cuatro tiempos:

Tiempo 1: La primera parte de la programación contiene obras que formaron parte del Festival Internacional de VideoDanzaBA del 2019, y comienza con Industrial. Aunque recuerde el abismo de la ciudad, la fantasía nocturna en la terraza devuelve a un micromundo donde el glitter, el neón y la metamorfosis son una opción para volver a vibrar y parpadear. Su temática y forma nos presenta un primer modo de hacer videodanza. El sobrevuelo de la cámara para llegar o salir de la a imagen fragmentada y de los planos detalle montados en una sucesión rápida propone una narrativa de una corporalidad mediatizada en la que el gesto y movimiento interpretativo también acciona por fragmentación, corte y tensión. Esta corporalidad construida por edición coreográfica y audiovisual acota su gesto para amplificar su sonido eléctrico, su modo de ser no tan humanx, no tan cyborg, no tan animal. Asimismo, aunque con referencia externa (una terraza en algún barrio de una gran ciudad), un modo de hacer videodanza que sitúa a quien contempla en un espacio-tiempo extrañado; en un lugar donde lo instantáneo del fragmento-detalle se encapsula a partir del humo, la música electrónica y parpadeo corpo-lumínico.

Industrial

 

Manada

Por su parte, Manada propone otra estética y narratividad dancística-audiovisual. Una cámara que no se precipita demasiado, sino que da tiempo a entrar en la órbita ritualística de las danzas circulares de aquella manada que recorre ese campo marcado por las huellas-vestigios de caminos y de infraestructuras habitables. Con una música ambiente y luz natural, el desplazamiento de la cámara en sus múltiples posibilidades de travelling y de paseos panorámicos circulares, horizontales y demás, no se desentiende de aquella danza, y se inserta como un cuerpo u objeto danzante más. Giros, elevaciones, caídas, amarres, corridas… todo gesto de movimiento se condensa en aquella relación cuerpo-dispositivo-contacto para simbolizar la vuelta al movimiento mimético del trance-ritual.

Para dar cierre a este primer grupo de obras, A town with a blue hill relata desde el extrañamiento otro modo de recorrer, rehabitar y contar la historia de un pueblo en Corea. Con una danza precisa, maravillosa y lúdica, la narrativa audiovisual se construye a partir de estéticas cinematográficas: un híbrido entre el cine documental y el thriller de suspenso que, a diferencia de las anteriores, suma o repone aquel sonido ambiente propio de todo objeto y corporalidad en el espacio. El relato de un día en la vida de los personajes principales acompañados por criaturas fantasmas que redescubren aquellas historias que signan los espacios del pueblo se efectiviza a partir de la creación de los diversos clímax propiciados por la música, mimesis interpretativa y las diferentes posibilidades de movimiento físico-óptico que puede realizar el dispositivo-cámara. Así, esta obra establece una frontera difusa entre videodanza, corto documental y corto de ficción en la que la mirada expectante no puede no atender a la construcción de una narrativa que demanda el deleite de la plasticidad poética de las materialidades en cuestión.

A town with a blue hill

 

Hasta aquí, tres propuestas que, con sus particularidades, definen estilos o estéticas de hacer screendance. Es con el cuarto video experimental que el relato curatorial “se va a la mierda” y comienzo a vislumbrar una posible tesis que atraviesa su narrativa exhibitiva. El corte de aquel clímax de extrañar los espacios y objetos cotidianos desde lo onírico maravilloso es, si se quiere, extremo. Y entonces atravesamos un umbral: de esos espacios al aire libre con posibilidad de desplazamientos amplios, frescos y fantasiosos saltamos a lo onírico pesadillesco, casi neurótico, del cotidiano de las cuatro paredes; de estar en un pueblo hermoso de Corea a insertarnos en el interior de un inodoro donde el agua ahoga. “Disculpame por interrumpir tus reflexiones banales, importantes, inútiles(…)” ametralla Tiempos de reflexiones. Y entonces empatizo y comparto con lx niñx del video: ¿qué se supone que hace? Su realizador contesta al final del video: un experimento realizado en cuarentena. Cual momento “trainspottingneano”, el inodoro se convierte en un partenaire de danza. Regodearse en la propia mierda puede ser placentero pero el peligro del pánico y la confusión es inminente.

Todxs tenemos un momento de catarsis y puede ser habitual que, al relatar alguna secuencia, enfatizamos ese punto de quiebre (en este caso, el salto hacia lxs artistas, profesorxs, amigxs de la Plataforma Constante).

El guion curatorial sigue con Gomero, un solo de danza que mediatiza una corporalidad gestionada desde la contradicción o la tensión en el flujo del movimiento. En un espacio dramático, una caja negra con iluminación cálida, sus gestos son descontextualizados a partir de tomas de cámara un tanto estáticas, que logran resaltar aquella danza sin pausa, incluso cuando se lanza al sillón preferido del movimiento-rosqueo permanente. Finalmente, Down lock ofrece la contracara de este espacio dramático, ahora en un cubo blanco aséptico. A partir de un plano secuencia, el gesto interpretativo-coreográfico en aquel espacio, ofrece la sombra-huella corporal permanente y, eventualmente, la posibilidad de construir de manera improvisada -medianamente estable- una escultura que sirva de refugio para maldecir en paz el confinamiento.

Tiempo 2: ¿Son estas tres últimas producciones videodanza? Hay una diferencia explícita desde la propuesta del equipo curatorial al enunciarlas como producciones invitadas (más allá de las diferencias estéticas y en el tipo de producción implicado). Pero el diálogo que finalmente se produce en el microrrelato del día 2 indicaría que adquieren entidad de videodanza.

Por otro lado, ya que se entienden al gesto coreográfico en videodanza, en suma, con el gesto interpretativo, el del movimiento de cámara y el de edición como una totalidad que determinará un modelo enunciativo audiovisual y, finalmente, una concepción cultural de la relación cuerpo-dispositivo, quisiera traer un concepto que utiliza Lilo Nein en El comisario como coreógrafo: la autoría en estructuras en movimiento. La figura de curadorx-coreógrafx prevalece en la programación del Festival Constante, en convivencia con la idea de autorx y de práctica colaborativa. Mauro y Jesús escriben el ritmo de la programación y estructuran su temporalidad en el modo en que se secuencia una obra con la otra. Y es que si me ocupo del relato y del tipo de proyecto curatorial puesto en juego es porque dichos videos no se encuentran aislados (aunque suene obvio). Los espacios y tiempos propuestos en cada producción se acumulan ante la mirada o experiencia estética total. Así como no hay desentendimiento entre quien dirige el video y quien filma, edita o baila, tampoco hay un desentendimiento entre las producciones y quien decide programarlas en una secuencia audiovisual mayor. Y, aunque no improbable, difícil sería desatender este orden secuencial y sumergirme en cada propuesta desligándome de la afección sensorial y emotiva que me produjo la obra anterior.

Tiempo 3: De lo anterior se desprende que “la curaduría” no es solo una intermediación entre un objeto artístico y quien contempla, sino una relectura y resignificación de lo que se expone a partir de una práctica concreta. Ya en la ficha técnica de este escrito se percibe la cantidad de autorxs, instituciones y personas involucradas en una programación. Y se podrían sumar los agradecimientos que cada obra incluye al final de su video. Si la producción de un videodanza implica una red de especificidades técnicas y roles, el equipo curatorial -Mauro y Jesús- es un eslabón autoral dentro de otro, el festival, y en definitiva de la Plataforma Movimiento Constante. Es decir, hay al menos dos formas de pensar la noción de autorx: como un ser individual, hermético, copyright o autorx como colaboración. En este sentido, encuentro la programación de obras del Festival como un caso que permite pensar la curaduría como posibilitadora de una práctica en la que la noción de autorx se construye como una red de múltiples autorías, colaboraciones, especificidades y equipos de trabajo. Es decir, la curaduría como colaboración, como englobe de diferentes actividades: otro microrrelato de esta programación.

Tiempo 4: Por último, su relato ahonda en los diferentes modos en que la estética, la narrativa y el dispositivo cuerpo/cámara se entrelazan en lo que llamamos videodanza, para así poner en tensión-diálogo aquello de la danza que hay en el cine o video arte, y aquello videístico arraigado en la danza. Exponer diferentes perspectivas de lo que es una corporalidad mediatizada y sus múltiples narratividades, apunta a coreografiar la mirada en el momento de expectación. Recorrer el programa, ya sea en el orden propuesto, deteniendo, adelantando o retrocediendo, posiciona la corporalidad de lx espectadorx en múltiples tiempos-espacios, activando todo aquel mundo simbólico y saber del arché técnico para dilucidar, interpretar y acordar (o no) con la potencia del gesto digitalizado.

 

 

*Las imágenes son cortesía de Festival Constante.

**Foto portada pertenece a la obra Tiempos de reflexión.

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Silene Mozzi

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