Entre-tejidos del cuerpo en el jardín

23 de November de 2018
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Frenta, dirigida e interpretada por Belén Coluccio. Asistente de creación y dirección: Dafnne Rojas Mansilla. Luces: Matías Miranda. Música y diseño sonoro: Andi García Strauss y Melina Moguilevsky. Vestuario: Emiliana de Cristófaro. Fotografía: Kenny Lemes. Colaboración: Alejandro Catalán. Centro Cultural Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038, CABA, Argentina. Función: 01/11/18.

Ingresamos y ya está ahí: el cuerpo. No presenciamos un inicio y percibimos de antemano que no habrá final. O mejor aún, que sucederán, como en los sueños, todos los inicios, lugares y tiempos que puedan albergar una alfombra y un cuerpo.

Nos situamos alrededor de ese cuerpo como examinadorxs que observan a unx profesional diseccionarlo. Belén Coluccio nos presenta un cuerpo profesional, autogestivo, autónomo, anatómico, social. Un cuerpo intérprete, direccional, performativo…Nos miramos entre nosotrxs, lxs espectadorxs, como si no supiéramos quién es protagonista, como si nos incomodara observarnos diseccionando nuestras propias estructuras. ¿Cuánto se puede deducir de un cuerpo fragmentado? Todo aquello que podría comprender viendo a la intérprete descomponerse (en movimientos y en sílabas, en gestos y símbolos) está constantemente modificándose y reorganizándose en una unidad, en una subjetividad a veces contradictoria.

Entiendo entonces que, así como no hay solo unx protagonista en esta obra, tampoco hay un relato cerrado sino múltiples historias, narratividades quizás, entretejidas y superpuestas, que intentan encontrar un lugar en un cuerpo que es sacralizado y profanado para devolverlo al propio ser. Líneas que podemos encontrar en la presentación de la pura materialidad, en la liberación de la propia carnalidad, en el trayecto que se traza desde la punta de su lengua hasta donde termina su coxis. Desde el extremo de sus dedos crispados hasta el trocánter que hace de fin de su cadera. Desde la flexión de su tobillo hasta su escápula.

Nos sentamos alrededor de la alfombra, como examinadorxs que observan un objeto extraordinario a la venta; un cuerpo profesional tramando autopistas. Durante varios (largos) minutos en silencio, me propongo seguir alguna de esas rutas. Autopistas marítimas, podría decir. La intérprete presenta en ese mar hecho alfombra “todo lo que un cuerpo hace”. Como quien arroja una piedra a un mar calmo, las partes de su cuerpo se mueven como ondas expansivas. El movimiento comienza cuando se traga saliva. Tragar saliva es movimiento dancístico, pienso…babear es danza en esta obra. Y es que cuando empezamos a percibir la hipnosis que produce en nosotrxs los pendientes metálicos que cuelgan de sus orejas, ya estamos hasta el cuello. Sumergidxs en ese tapete persa, nos volvemos cómplices de ese baile ritual en el que la mirada se vuelve a su propia carne, a sus propios tiempos.

Foto: Kenny Lemmes

Me viene entonces a la memoria el concepto acuñado por Michel Foucault: estoy frente a una “heterotopía”. En principio, una heterotopía es la yuxtaposición en un espacio real de aquellos “espacios otros” que son (o deberían ser) incompatibles o excluyentes entre sí. Contraespacios construidos a partir de la proyección de la imaginación y del simbolismo sobre las significaciones estrictas que cargan los espacios físicos que habitamos. En suma, las heterotopías son espacios diferentes, inconstantes, ilusorios o meticulosamente construidos que operan en relación con todo ese espacio que queda a nuestra disposición. Sí, Belén dio en el clavo al buscar durante meses una alfombra por Internet para poder realizar Frenta. Y es que la obra nos propone habitar, durante una hora aproximadamente, un espacio mágico habilitado por ese objeto.

La manta persa, lejos de ser mera utilería (cual tapete de danza que sirve a lxs bailarinxs para poder desarrollar virtuosamente sus movimientos), funciona entonces como condensación de dos heterotopías. Por un lado, delimita un escenario para que suceda sobre él toda una performance que oscila entre las fronteras del teatro y la danza. Pero por otro, y segunda heterotopía, la manta misma. Cito entonces a Foucault: “En cuanto a las alfombras, eran, al principio, reproducciones de jardines. El jardín es una alfombra en la que el mundo entero alcanza su perfección simbólica y la alfombra es una especie de jardín portátil. El jardín es la más minúscula porción del mundo y además la totalidad del mundo. El jardín es, desde la más remota Antigüedad, una especie de heterotopía feliz y universalizadora (de ahí nuestros parques zoológicos).” (De los espacios otros, [1967] 1984). Así, la alfombra es en la obra ese emplazamiento contradictorio que dispone y distribuye espacialmente todos los símbolos, ornamentos y secciones del mundo. Y me permito pensar que este jardín contiene al cuerpo animalizado y desmarcado como contiene el cementerio al cuerpo muerto.

Nos transportamos a este micromundo que es Frenta como cuerpos animales. Cuerpos deshumanizados y embichados que recorren, cual espectadorxs, cada rincón, cada borde, cada centro de un jardín que es el mundo. Nos situamos alrededor de la intérprete y de la manta para volvernos examinadorxs cómplices de la desarticulación del habla y del lenguaje. Un contraespacio donde lo más cercano a hablar es rugir. Una lengua que se libera para que el cuerpo hable. Un cuerpo histórico, incomprensible, consagrado, devuelto…Belén, como una serpiente con mil pieles que se renuevan con cada roce y con cada entrada a la alfombra.

 

 

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Silene Mozzi

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