Casi al borde de mí, dirigida por Magdalena Casanova y Mercedes Osswald. Texto e interpretación: Magdalena Casanova, Mercedes Osswald. El Sábato Espacio Cultural, José Evaristo Uriburu 763, CABA, Argentina. Función: 03/06/2022. Este espectáculo formó parte del Ciclo de Boca en boca (2°Edición)- Directora: Victoria Alcalá (junio de 2022). –Fotos: Victoria Alcalá-
Treinta radios convergen en el centro de una rueda, pero es su vacío lo que hace útil al carro.
Se moldea la arcilla para hacer la vasija, pero de su vacío depende el uso de la vasija.
Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, y es el vacío lo que permite habitarla.
En el ser centramos nuestro interés, pero del no-ser depende la utilidad.
Tao Te Ching – Lao Tse
Si abriera el presente texto planteando que la oscuridad es aquello que oculta y que la luz es aquello que devela, apostaría a que seguro habrá un alto grado de consenso del otro lado de la pantalla, pero un viernes por la noche decido ir al Sábato a ver “De boca en boca – Ciclo de palabra y danza, 2da edición” y me encuentro con Casi al borde de mí… y ese punto de consenso del que partimos entra por completo en crisis (y lamento no poder augurarle un buen futuro).
El ciclo “De boca en Boca” propone que la palabra tiene el poder de organizar la danza hacia un lugar poderoso a partir de su capacidad de señalar aquello que la danza hace. La palabra, como un puente, permite tocar lo que el cuerpo ya está diciendo desde otro lugar. El ciclo se propone recuperar el cuerpo imaginado, el ausente, el evocado, el presente, el olvidado, el nombrado, y la forma en la que Casi al borde de mí lo hace es muy particular y atinada.
La propuesta resuena con los planteos del teatro ciego ya que se caracteriza por llevarse a cabo en un espacio total y absolutamente oscurecido. Ni bien entramos, podemos escuchar como en un loop a una de las intérpretes diciendo: Ahora, estás entrando otra vez a esta habitación llena de mundos, a esta habitación vacía, ahora. Y como con la vasija del Tao, de cuyo vacío dependerá su utilidad, aquí, ese vacío lo da la ausencia de luz y, planteado de esa manera, pareciera ser que la oscuridad no es algo en sí, sino más bien, que es la ausencia de otra cosa.
Sin embargo, en este caso (segundo axioma derribado), la oscuridad nos envuelve como una marea en la que podemos dejarnos flotar. En esa marea, los sentidos como el tacto y el oído se vuelven más sensibles y abiertos a los estímulos, es un marco que nos permite percibir la realidad desde otro lugar, con otra magnitud, y es un factor que nos enfrenta a algo que resulta fundamental: se destruye el imperio de la imagen y de todo lo que implique ser percibido a través de la vista, resultando en un gran estímulo para la imaginación.
En un mundo eminentemente visual, pocas prácticas como el teatro ciego posibilitan experiencias que estimulen otro tipo de sensibilidad. Las imágenes generan contexto, portan un sentido tan poderoso que acotan las interpretaciones posibles. Cuando su primacía se ve opacada, desaparecen los estereotipos visuales y se multiplican las posibles interpretaciones. En el teatro convencional, el espacio escénico es una imagen dada de antemano, pero en el teatro ciego el espacio escénico es una imagen en continuo movimiento.
El texto, surgido dentro del contexto de aislamiento a causa de la pandemia, nos invita a pensar en un antes donde teníamos teatros, no por referirse al inmueble en sí, sino más bien a la parte ritual: el encontrarse, el compartir, la ansiedad por lo que vendrá, etc. Estos aspectos parecieran contraponerse a la realidad de ese ahora (una post-pandemia, más pandemia que post en ese momento), y la oscuridad, con la consecuente apertura a la imaginación que genera, es la herramienta que nos permite ir más allá, “visualizar” otro horizonte posible, traerlo al presente desde la imaginación.
Casi al borde de mí es un tipo de propuesta que potencia la imaginación de les espectadores y les permite flotar libremente en las aguas de la polisemia, ya que los espacios y situaciones que evoca el relato no tendrán las mismas características para todes en la sala, ni la apariencia de les personajes será única, sino que cambiará completamente en la mente de cada espectadore… todo cambia, todo es posible ya que la propuesta se termina de construir en la imaginación de le espectadore.
La imaginación se puede estimular pero no se puede controlar. Si no se dan detalles que anclen el sentido, una misma situación puede suponerse que sucede de día, de noche, a la mañana, de tarde, a la hora de la siesta… cada sujeto la imaginará y recreará según le parezca.
Y más allá del factor oscuridad, esta propuesta nos invita a pensar en cómo las cosas eran, qué de eso queremos rescatar, cómo quisiéramos que las cosas sean de ahora en más y de alguna forma nos invita a habitar ese vacío que generan las ventanas en los muros de una casa para poder ver, desde ese punto, un poco más allá.