“Es momento de quedarse en casa, es momento de crear, es momento de visibilizarnos, es momento de compartir con el público el trabajo de artistas y creadores, es momento de bailar juntxs y mantener el arte y la cultura viva. Somos muchxs, el mundo se detiene, la danza avanza”. Bajo estas premisas se publicó en Facebook e Instagram la convocatoria de CAFE MÜLLER TERRITORIOS, quienes replicaron la iniciativa #danzaencasa, idea que comenzó en Brasil en marzo de este año. Un llamado a la resistencia poética que puso en marcha la producción de obras bajo el formato de video-performance para ser difundidos en las redes sociales.
La cuarentena que se impuso en gran parte del mundo obligó a profesionales y amateurs de las artes escénicas a modificar estructuras y espacios. El contexto pandémico en general dio lugar a un predominio: el de la virtualidad. Su mayor facultad fue la de proporcionar un espacio que generara la sensación de persistencia de una cierta “normalidad”, pero a través de la mediatización de los cuerpos. Ante estos cambios y potencialidades que iban sucediendo, el mundo artístico, ni lento ni perezoso, comenzó a invadir las distintas plataformas de distribución y de contacto, en donde las pantallas adquirieron el lugar primordial.
Uno de los espacios de encuentro e intercambio artístico que se aventuró con una propuesta fue, como decíamos, CAFE MÜLLER TERRITORIOS. Su circular fue simple y libre de interpretación, y estaba dirigida a todo aquel que quisiera participar dentro del ámbito de las artes del movimiento. Cada noche a las 20 hs. se compartieron los videos en las redes de los creadores, bajo los hashtags #danzaencasa #danceemcasa #ladanzaavanza y bajo la etiqueta de quien convocaba para su difusión en el espacio oficial. Dentro de este marco, el conjunto de obras se fue organizando bajo ciertos parámetros en común. Algunos patrones se podían identificar a simple vista, y otros, que se encontraban ocultos pero latentes, se asomaban apenas para dar indicios de su existencia.
@facundoarrimada
En una primera instancia, se pudo ver que el papel que cumplió la tecnología fue fundamental, dado que intervino tanto en la producción de las piezas artísticas como en su difusión. Basta sólo con pensar en la gran utilidad de cualquier smartphone que permitió desde el registro a través de la cámara digital y posterior edición hasta el acceso a redes sociales para su publicación. Este tipo de mecanismo fue el que propició una vinculación con las obras cuyo feedback fue casi inmediato, dado que cada usuario/espectador pudo acceder al material audiovisual a los pocos segundos de ser publicado, bajar el contenido para su reutilización, compartirlo en otros canales de difusión, comentar al respecto a través de mensajes de texto o de ciertas herramientas expresivas como los “me gusta”, los emoticones, etc. La tecnología nunca había sido tan necesaria para el arte. En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser una herramienta alternativa en un mundo presencial, a convertirse en el sostén indispensable para «mantener el arte y la cultura viva”.
Otra de las observaciones que se pudo hacer al respecto fue que los videos comenzaron a circular bajo el género performático en modalidad audiovisual. Además de una diversidad de mixturas de elementos del teatro, la danza, la música y la poesía, se combinaban dos mecanismos esenciales: el video entendido bajo una concepción de creación activa y el cuerpo como soporte. En ese campo específico, el cuerpo del artista fue el medio para la creación; un lugar nada neutral ni pasivo donde convergieron y se proyectaron prácticas sociales, artísticas y discursos críticos. En consecuencia, las obras apelaron a una variedad de recursos que buscaban llamar la atención en un tiempo reducido (entre 15 y 60 segundos). Así, sus componentes coreográficos, elementos visuales y sonoros se organizaron para sugerir una especie de ¨cuento poético¨: como en el caso de @vickyklarreich donde sus manos creaban la pareja perfecta para danzar al compás de Tus formas del intérprete Talisco; o en el caso de @dai.ana.ferreira que mostró un cuerpo que se iba ondulando en cámara lenta como una bandera apostada en lo alto de una terraza; o el caso de @danielpayerozaragoza que, envuelto con bolsas de basura nos contó una historia de un ser repulsado, en ocasiones vacío y volátil y en otras atestado y pesado.
En función de lograr dichos efectos, se podía apreciar un abanico de técnicas con finalidades estéticas: supresión o ausencia de sonido musical para dar lugar al sonido natural ambiente; antítesis de los espacios internos y externos; contrastes de figura y fondo; exageración en cuanto al tamaño de algún objeto o parte del cuerpo para enfatizar la mirada sobre ellos. También se hizo uso de la sustitución de una parte por el todo, y se utilizaron metáforas presentes en poemas y letras musicales que daban cuenta del encierro y del aislamiento social. Como en el caso del video de @maquinadeismos donde se puso énfasis en las manos que reemplazaban la totalidad de un cuerpo para resaltar el movimiento manual repetitivo que surgía de dar cuerda a una especie de caja musical. A esto se sumó el uso de los diferentes planos de una cámara fija, como el contrapicado (de abajo hacia arriba) y el plano detalle para dar importancia a los datos del entorno. Este tipo de procedimientos con fines descriptivos proporcionó la información sobre los diferentes mundos propuestos por los artistas.
A su vez, hubo una tendencia por resaltar ciertas selecciones de los modos de expresión sobre otras: como los espacios reducidos cotidianos, los movimientos monótonos y pausados, el contraste entre el encierro asfixiante y un afuera liberador. Estas elecciones pusieron el acento en las formas del contenido (la manera adoptada por cada artista), y sirvieron para que las obras construyeran una credibilidad en cuanto a lo social. Por otro lado, introdujeron la idea de una limitación, que funcionó como un filtro invisible para depurar la amalgama temática que la convocatoria #danzaencasa había dejado al libre albedrío. De esta manera, el conjunto de los videos presentó una temática en común: la reestructuración de la relación cuerpo-espacio en confinamiento, con la cuota de libertad (artística) que ello habilitaba. Sin duda, esto entraba en relación con las inquietudes de todo artista escénico en medio de un contexto mutable e incierto. En consecuencia, se buscó convencer al usuario/espectador de ciertas ideas que se tenían acerca de lo que estaba aconteciendo con la reclusión. Como parte de la argumentación, se observaba, en esas formas del contenido y en la interacción corporal con el ambiente, trasformaciones en los hábitos y ciertas posturas que se tenían sobre el confinamiento en cuarentena. Así como refleja en su propuesta @ricardo.baigorria, donde sus pies con calzado de entre casa zapatean avanzando y retrocediendo en un espacio reducido, y que, en los últimos segundos, enfoca una ventana (el exterior y la naturaleza), dejando su siguiente paso en suspenso. De esta forma, se enfatizó la importancia del espacio circundante en el que los sujetos interactuaban, al igual que aquellos movimientos que en dichos espacios se podían llevar a cabo.
Es de público conocimiento que en el devenir pandémico fueron apareciendo nuevas restricciones acerca de lo que se debía hacer y de lo que estaba vetado en relación con los cuerpos, los espacios en donde interactuar, e incluso en el transitar. A partir de estas reservas impuestas, los artistas ocuparon el espacio conocido como cotidiano (alguna porción del hogar) desplazándose e interactuando de forma poco común. Transformaron lo que parecía inverosímil poco tiempo atrás en algo posible bajo el contexto actual. En tanto el afuera se encontraba prohibido para algunas actividades, el adentro pasó a ser un lugar en potencia para el desarrollo de múltiples prácticas. Esos mismos espacios de reclusión, que se encontraban en activo cambio, no eran otra cosa que recortes o partes del mundo que incluían muchos otros espacios que se vieron suprimidos por la prohibición social. Por contigüidad, todo aquello que se efectuaba en otros territorios comenzó a realizarse en los espacios confinados. Así se habilitó que un living se convirtiera en la pista de baile para una fiesta de reggaetón, como en el caso de la propuesta de @lafiestaobra, o un pasillo a cielo abierto, todo el exterior donde se pudiera entrar en contacto con fenómenos de la naturaleza como la lluvia, tal cual lo plasma @facundoarrimada en su obra.
Por otro lado, estos espacios exhibidos, que son zonas de nuestra cotidianidad y señalan el lugar de las cosas y sus respectivas distancias, formaron parte fundamental en la construcción de los puntos de vista para el usuario/espectador. En este sentido, las piezas artísticas propusieron diferentes tipos de relaciones con sus espectadores ideales. Por un lado, se buscó una proximidad al plantear una cierta complicidad a través de la identificación de los espacios cotidianos, pero también una lejanía con respecto a lo que acontecía allí. En otras palabras, se planteó un juego entre lo habitual y lo extraño. Recordemos uno de los recursos ya mencionados, como la utilización del plano en contrapicado que enfatizó la construcción de una “intimidad cotidiana”, apelando a que se curioseara la escena. En cambio, en muchas otras piezas artísticas, la cámara fija se posicionó al nivel de los ojos de los intérpretes y de los espectadores dando lugar a una ilusión de intercambio de miradas para crear una complicidad. En resumidas cuentas, cuando los intérpretes dirigían su mirada hacia la cámara buscaban interpelar al espectador y, de alguna manera, invitarlo a observar. Por el contrario, cuando se hacía uso del plano en contrapicado o se distanciaba del nivel óptimo para un intercambio visual, los usuarios/espectadores asumían el rol de observadores voyeuristas. Si bien se mantuvo siempre ese acuerdo tácito sobre quien deseaba ser observado y quien deseaba observar, esta situación comunicacional complementaria fue alternándose entre el acercamiento y el distanciamiento, transformándose en otra constante en el conjunto de las propuestas.
A través de su historia, las artes escénicas se han visto en la necesidad de redefinir sus modos de hacer, se han adaptado a nuevos tiempos y a los cambios de la vida social, corriéndose de los límites marcados por los paradigmas sagrados. Pero esto nunca había ocurrido por una necesidad de subsistencia vital. En este sentido, la iniciativa #danzaencasa es una propuesta que merece la pena ser considerada, ya que fue uno de los espacios abiertos para el tratamiento reflexivo sobre la potencialidad de las artes en confinamiento. Sin querer queriendo, el conjunto de propuestas que circuló por las redes bajo la consigna adoptada por CAFE MÜLLER TERRITORIOS reforzó la idea de una nueva relación con el mundo. De manera creativa, se instigó a concebir la posibilidad de una reestructuración de los espacios. Como consecuencia, a pensar una nueva relación espacio-cuerpos a través de un juego entre la inclusión y la exclusión, el adentro y el afuera, entre los guiños y la extrañeza: dualidades constantes que nos acompañan a lo largo de la vida. Lo que nos hace reflexionar sobre si el mundo realmente se detuvo.
*Imagen principal: @danielpayerozaragoza