Los géneros y los estilos son, además de condiciones de producción de sí mismos, complejas maquinarias sociales de estructuración y conflicto.
(Fernández, 2008: 10)
Cumplido nuestro primer año de trabajo y con cuatro ediciones de Loïe. ya en circulación -incluida la presente-, creemos que es el momento oportuno de pensarnos brevemente a nosotras mismas como artistas de la escritura y de la tecnología, como plataforma digital en pleno proceso creativo, como espacio que abraza el arte y la ciencia e intenta comprender sus múltiples relaciones; aunque más no sea, por el momento, en esta editorial. Porque Loïe. misma es una conjunción entre ciencia y arte.
Las revistas digitales han dejado de ser páginas web para ser plataformas, es decir, criaturas con espesor que están muy lejos de sus primeras manifestaciones, cuando la “versión digital” de una publicación académica era un simple derivado de la original y, en cierto modo, “aurática” publicación en papel.
El papel sigue siendo aurático. La experiencia placentera de tener el ejemplar de un libro o una revista indexada entre las manos es doble: por una parte, el goce por la posesión del objeto-fetiche, ese que está ahí a nuestro alcance en nuestra biblioteca para cuando deseemos abrirlo, pero también, el placer, que es en realidad una sensación de orgullo, por haber logrado conseguirlo. Obtener un ejemplar entre los que circulan en papel es toda una hazaña, pues la circulación de ejemplares en papel siempre es reducida, en términos territoriales pero también en términos de tirada. Así, si bien posee un aura, todo en el soporte papel tiende a la finitud. En cambio, la clave del soporte digital es la circulación ¿infinita? y la facilidad de acceso.
Cuando se trabaja, además, con la convergencia de mundos escriturales -el artístico y el académico- la cuestión es, sin duda, bastante más compleja de lo que parece, pues no se trata solo de adoptar el bando de los apocalípticos o el bando de los integrados, por utilizar categorías de Umberto Eco, sino de comprender que cuando tocamos el punto de los géneros y los estilos la cosa se complica. Por un lado, el arte siempre rompe fronteras. Al menos desde las vanguardias en adelante, el arte quiebra géneros y transgrede estilos (de eso se ocupa, -casi- podríamos decir) mientras que lo académico es (–casi-, también, podríamos decir), por excelencia, tierra de tradiciones y de respeto por los lenguajes.
La situación, en concreto, consiste en que el género del artículo académico ahora es “intervenido” por el artista, que le da una pincelada personal -quizás más por desconocimiento del género que en plena conciencia de la existencia de alguna posible transgresión. Unx, comx académicx, podría no estar de acuerdo con esta suerte de “invasión” de “nuestro” campo, pero el hecho es que, efectivamente, ya lo estamos compartiendo, mal o bien que nos pese. Y, en general, la fluidez de la historia nos ha enseñado -parafraseando al querido Barthes- que, aunque pataleemos, la sociedad inventa sin cesar nuevos lenguajes y lo que existe en este momento está destinado a morir un día, así que, más vale, mejor estar de acuerdo y festejar esta democratización y apertura que trajo consigo la era digital.
Ahora bien, el punto crucial en nuestro terreno es la preservación del objetivo fundamental que es, en este caso, la divulgación del conocimiento científico y artístico y, con él, una cuestión clave: la escritura académica como producto de muchas voces: la institucional, la del paradigma de pensamiento, la del marco teórico, la de las influencias (autores, maestros, investigadores) y en última, muy última instancia, la del “súper yo” de quien pone su firma en el artículo. Lo que no puede perderse, de ninguna manera, en ésta, nuestra era de la democratización y la transgresión “digital”, es este rasgo enunciativo: el carácter polifónico del conocimiento divulgado. Si dejamos escapar este aspecto, perdemos el objetivo básico de la escritura académica (y artística).
Así, Loïe. está pensada, metafórica y metonímicamente hablando, como una superficie de encuentros en diferentes niveles. Por una parte, entre los mundos de las prácticas del cuerpo “en performance” -donde otorgamos un lugar especial a la danza en interacción con la tecnología- y las de la investigación académica -la semiótica, en particular, pero también la de las ciencias sociales y humanas en general. Nos apetecen personajes con diferentes estilos e intereses: artistas, performers, coreógrafos, intérpretes, realizadores audiovisuales e investigadores de distintos lenguajes y desempeños culturales.
Por otro lado, entre comunidades geográfica e idiomáticamente distantes. Se trata de una revista que busca generar, no nos cansamos de repetirlo, una comunidad multilingüe. Convocamos a la colaboración de artistas y académicos de diferentes partes del globo. Lo importante es lo que tienen para decir, no el idioma en que lo hagan.
Y, por supuesto -y finalmente-, el encuentro de géneros. Loïe. despliega un abanico de opciones y combinaciones entre los géneros más tradicionales y los nuevos híbridos, nacidos de la digitalización de los soportes. Así, el paper académico se encuentra con la escritura ensayística, la entrevista, la experiencia personal, la experiencia curatorial, el homenaje y la crítica, por nombrar solo algunos. Y todos ellos se encuentran, a su vez, con el hipertexto que involucra el feedback de los lectores y colaboradores a través de las redes sociales, enlaces y otras formas de contacto abiertas.
El objetivo: generar una verdadera red colaborativa de escritores y lectores.
El desafío: desarrollar y sostener la diversidad y la convergencia de puntos de vista sin perder el rigor académico, el interés científico y la experiencia estética como espacios de placer.
Lxs invitamos, entonces, en esta cuarta edición de Loïe., la que lleva el número tres, a navegar en la espesura de esta criatura digital: una entrevista a Giselda Fernandes (performer urbana que trabaja con la noción de objeto-partner), otra a nuestra madrina y referente de la videodanza argentina, Silvina Szperling, que repasa las bondades y las dificultades de la relación teoría/praxis en la curaduría, reflexiones sobre las prácticas de videodanza en tanto conjunción humano-maquínica y en tanto lenguaje que linda lo surreal, sobre cómo la inversión postural cambia las perspectivas artísticas y espectatoriales, sobre cómo se pone en palabras la experiencia del butoh, una lectura performativa y la segunda edición de las Collective Signatures de Francesca Carol Rolla.
Bienvenidxs, nuevamente.
Susana Temperley – Magdalena Casanova