Los textos de Hélène Cixous reconocen muchos tipos de cuerpos, ya sea porque toma como objeto un cuerpo cambiante, porque piensa y escribe desde diferentes sitios, porque su escritura es una constante puesta en duda, etc. Tanto en sus ensayos como en su ficción, el cuerpo es uno de sus principales protagonistas y objeto de estudio. Asimismo, más que escribir sobre cuerpos, Cixous escribe siempre desde el cuerpo. Para llegar a escribir desde esta posición, Cixous ha recorrido un camino que no se pretende reseguir aquí. No obstante, sí se tomarán tres conceptos que parecen clave en su escritura y teorización: el cuerpo ajeno, el cuerpo utópico y, finalmente, la idea del cuerpo como espacio.
Así pues, se toma como punto de partida el cuerpo que Cixous introduce en “La risa de la Medusa”, un cuerpo que se ha definido como ajeno porque es presentado reiteradamente como un cuerpo impropio, como un espacio a reconquistar. En este ensayo, Cixous habla del alejamiento que la mujer ha sufrido con respecto a su cuerpo y lo equipara con la pérdida de un sitio, más concretamente, de su sitio en la Historia. El hecho de comparar un cuerpo con un territorio visto desde otro punto indica aquí la impropiedad, la no posesión de ese sitio, un sitio que no se habita. Cixous sitúa a la mujer en un espacio otro, descentrado, desde el cual contempla con cierta melancolía y rabia la posición deseada.
Abro aquí un paréntesis y digo escritura masculina. Sostengo, sin equívoco, que hay escrituras marcadas; que la escritura ha sido hasta el presente, de una manera mucho más extensa, represiva, de lo que se sospecha o se confiesa, gestionada por una economía libidinal y cultural —por lo tanto política, típicamente masculina— un lugar en el que se ha reproducido más o menos conscientemente, y de manera temible pues a menudo ocultada, o adornada con los encantos mistificantes de la ficción, el rechazo a la mujer; un lugar que ha acarreado groseramente todos los signos de la oposición sexual (y no de la diferencia) y en el que la mujer nunca ha tenido su palabra, y esto es tanto más grave e imperdonable cuanto que justamente la escritura es la posibilidad misma del cambio, el espacio desde donde puede elevarse un pensamiento subversivo, el movimiento anunciador de la transformación de las estructuras sociales y culturales. (Cixous, 2004: 23)
En las escrituras marcadas de las que habla Cixous en términos de género y diferencia, cabe la posibilidad de acceso a un discurso y una palabra propia. La toma de conciencia de este margen que separa a la mujer de su cuerpo y de su discurso es el punto de partida de un camino que comienza desde la falta. Aun así, la toma de conciencia es un punto clave en el proceso a seguir, sobre todo porque permite establecer un objetivo a alcanzar y permite dibujar un posible camino. El cuerpo ajeno del que habla Cixous es este momento de claridad o de revelación, es el instante en que una se da cuenta de que su cuerpo no le es propio y que su discurso ha sido dictado por la alteridad.
Dado que la escritura es para Cixous la posibilidad misma del cambio y un lugar desde el cual se puede construir un pensamiento subversivo que permite la lenta transformación de las estructuras sociales y culturales y habiendo identificado desde el inicio texto con cuerpo, la reconquista de este espacio pasa necesariamente por la recuperación del cuerpo. El cuerpo es, en este caso, algo que se desea en tanto que no se tiene, es un cuerpo prohibido e inaccesible, no experimentado en carne propia. El cuerpo será finalidad y objetivo, una utopía. Como lugar al que se tiende, como paraje que se desea y como espacio idealizado, el cuerpo utópico al que Cixous hace referencia es una posición a la que se aspira. Sin embargo, no se trata de un lugar completamente desconocido, es más bien algo que se debe recuperar. Es de entrada un cuerpo que ya se ha conocido en algún momento, es un lugar al cual se debe regresar, aunque no del mismo modo que antes:
No hay Tierra Prometida a la cual no llegue algún día. Ver lo que (no) se tendrá nunca. Tal vez he escrito para ver, para tener lo que nunca hubiera tenido; para que tener no fuese privilegio de la mano que toma y aprieta; la garganta, el estómago. Sino de la mano que señala con el dedo, con dedos que ven, que dibujan, con puntas de dedos que hacen sus trazos bajo el dulce dictado de la visión. Desde el punto de vista del ojo del alma. El ojo dama. Desde el punto de vista de lo Absoluto; en el sentido propio de esta palabra: la separación.
Escribir para tocar las letras, labios, soplo, para acariciar con la lengua, lamer con el alma, saborear la sangre del cuerpo amado; de la vida alejada; para saturar de deseo la distancia; a fin de que ella no te lea. (Cixous, 2015: 12-13)
En realidad, Cixous habla de una pérdida y es por esto que relaciona el cuerpo con una utopía ya conocida. La tierra prometida no es inaccesible, al fin y al cabo, sino un terreno que sí llegará a pisar porque ya fue posible transitarlo anteriormente. El papel de la escritura en esta cuestión es más o menos mediador: la escritura debe ser aquello que vuelva visible, real y asequible aquello que no lo parece. La escritura es la herramienta que consigue realizar aquello que de ningún otro modo puede materializarse. Más todavía, Cixous denuncia una escritura que es un privilegio del sistema patriarcal opresor y reivindica subvertir el orden de esta sentencia como proceso de lucha. Es decir, si la escritura es arma de discurso y campo en el que el poder se ejerce y se despliega, esto significa que es un instrumento que también se puede usar en la dirección radicalmente opuesta. Así, la escritura pasa a ser privilegio y arma de la mano que acusa a la otra mano opresora.
Volviendo a la relación directa entre texto y cuerpo, es por esto, entre otros motivos, que el cuerpo utópico de Cixous es un cuerpo ideal y moral y su recuperación, que se lleva a cabo simultáneamente al de la escritura, se juega en términos de justicia histórica y de lucha feminista. La escritura debe pertenecer al dedo que señala y que ve, a este cuerpo que denuncia y se alza. La mujer occidental de finales del siglo XX es una mujer consciente de que se le ha arrancado el cuerpo del mismo modo que la voz. La mujer de que habla Cixous ha tomado consciencia de su posición en el mundo, de la posición a la que quiere llegar y sabe qué debe hacer para ser escuchada, es una mujer que conoce la posición desde la que lanza el discurso y conoce los movimientos que siguen para recuperar ese espacio.
Aun así, incluso actualmente, esto es una lucha que no se disputa únicamente entre mujeres, sino entre cualquier persona que ha sido alejada de su cuerpo al crecer. El proceso de integración social, la lenta incorporación del infante en la red de relaciones adultas, la construcción del sujeto en el sistema capitalista occidental se lleva a cabo con un alejamiento progresivo de la consciencia del cuerpo, con una clara separación entre todo eso que puede permitir y todo lo que debe reprimir al estar en sociedad. Frecuentemente, los comportamientos permitidos tienen que ver con la inteligencia y la racionalidad, mientras se niegan actitudes corpóreas que molestan y complican dicha socialización. Se trata de comportarse y de integrarse. No es de extrañar, entonces, que este desdoblamiento al que la consciencia está forzada dé paso a una problemática para entender el cuerpo y sus manifestaciones. De hecho, la multiplicidad de discursos sobre el cuerpo, las diferentes maneras de acercarse a él, las prohibiciones, la danza, etc. no son sino una muestra de la problemática que surge al relacionarse con un cuerpo que no se entiende. Y es que si realmente el cuerpo no fuera ajeno a la consciencia, seguramente no haría falta pensarlo, ni sería necesario buscar siempre nuevas maneras de relacionarse con él. Muy contrariamente, el cuerpo se piensa, el cuerpo se duda y se intenta reconquistar, como un terreno que ha sido propio, pero del cual no se sabe en qué momento se nos ha alejado hasta el punto en que se acaba por borrar los límites entre aquello instintivo de lo que no lo es.
En cualquier caso, una vez tomada consciencia de esta falta, lo siguiente es recuperar el cuerpo, reencontrar la voz y usarlos para así ganar un poco la carrera a la Historia. En esta dirección, Cixous pone su énfasis en la recuperación de la voz como camino a recuperar también el cuerpo, por lo tanto, la reconquista de este espacio debería permitir a la mujer recobrar el discurso y ser escuchada, conseguir de nuevo ocupar su posición en la Historia:
Hablaré de la escritura femenina: de lo que hará. Es preciso que la mujer se escriba: que la mujer escriba de la mujer y haga venir a las mujeres a la escritura, de la que han sido alejadas violentamente como también lo han sido de sus cuerpos; por las mismas razones, por la misma ley, con la misma finalidad mortal. La mujer tiene que ponerse al texto —como al mundo y a la historia—, con su propio movimiento (Cixous, 2004: 17).
Dicho rápidamente, esto es pasar de pensar cuerpo y voz en términos de pérdida a pensarlos como una tarea pendiente, pero asequible. En otras palabras, al cuerpo se debe ir, se debe volver, hacia ese lugar se debe hacer camino. Cixous pone la cuestión sobre la mesa haciendo referencia directa al movimiento, así, la tarea que la mujer debe realizar si quiere recuperar cuerpo y discurso, tiene que estar relacionada con el movimiento y con la acción. La mujer que combate es aquella que tiene cuerpo y que no lo esconde, aquella que utiliza sus sentidos, la lucha se libra desde el cuerpo. La mujer que habla y que se alza es aquella que vuelve a su cuerpo, que lo recupera, que toma decisiones. El cuerpo es herramienta y punto de partida:
Escucha hablar a una mujer en una asamblea (si no ha perdido dolorosamente el aliento): no «habla», lanza al aire su cuerpo tembloroso, se suelta, vuela, toda ella pasa a través de su voz, con su cuerpo sostiene vitalmente la «lógica» de su discurso: su carne dice verdad. Se expone. En verdad, materializa carnalmente lo que piensa, lo significa con su cuerpo. De alguna manera inscribe lo que dice, porque no niega a la pulsión su parte indisciplinable y apasionada de la palabra (Cixous, 2004: 26-27).
Si se relaciona el cuerpo de una asamblearia con el de una bailarina, se llega rápidamente a un punto en común: ambos cuerpos son vehículo de discurso y discurso en sí mismos. Su carne debe decir verdad y sostener con firmeza las palabras que articula, el cuerpo reconfigura, modifica y replantea el discurso. La asamblearia no habla solamente con su voz, habla también desde su cuerpo, que sostiene la articulación física de la palabra hasta que es pronunciada. No es esta una puesta en escena muy diferente a la de la bailarina, cuyo cuerpo es discurso articulado, aunque a menudo en silencio. La palabra apasionada, que Cixous identifica como verdadera, es esa que pasa por el cuerpo y que, en consecuencia, no puede mentir. El cuerpo es, en efecto, garantía de verdad. Cixous prefiere la palabra espontánea, la palabra física, en detrimento a la palabra pensada y, por tanto, mediada, y se podría decir que este es el pilar sobre el cual erige su escritura. Las palabras no pasan de cualquier modo por el cuerpo, se vomitan en un acto que no se puede controlar. La verdad proviene de la destrucción de los nexos, de la mínima intervención. La sinceridad en un texto es para Cixous la palabra más conectada a las entrañas, a la sensación de vaciar las vísceras. Además, todos estos fenómenos no provienen sino de las turbulencias del alma, según Cixous. El cuerpo que somatiza da respuesta física a indicios de una problemática de raíz mental o nerviosa. El cuerpo, lejos de ser articulador de discurso, será discurso en sí mismo desde el inicio. No se trata de un cuerpo que articula palabras, sino más bien un cuerpo que es discurso en carne propia, que establece comunicaciones, que es mensaje en sí mismo y que se pronuncia deliberadamente: “Donde tú escribes, eso crece, tu cuerpo se despliega, tu piel cuenta sus leyendas hasta ahora mudas” (Cixous, 2015: 68).
¿No es este uno de los principales preceptos de la danza? Independientemente del lenguaje del movimiento en cuestión, en cualquier tipo de danza, antes del movimiento, el cuerpo ya genera un discurso porque el cuerpo ya es discurso. Por muy alejados que estén unos estilos de otros, si se entiende la danza como manifestación que pone cuerpo a toda una cultura, el cuerpo que practica determinado estilo de danza habitualmente se hace con el tiempo a esa danza hasta el punto en que puede llegar a deducirse su movimiento de su postura corporal. Del mismo modo en que lo hace una cultura, la manera que tiene el cuerpo de mostrarse —incluso de esconderse— indica una posición en el mundo. Esto, además, es extensible a cualquier cuerpo y sus experiencias, no es una característica exclusiva de un cuerpo de bailarina.
Volviendo a la asamblearia de que habla Cixous, su cuerpo encendido dirá no solamente verdad, sino que expresará también deseo, anhelo de decir todo lo callado y de hablar desde una posición que no le es actual. Herramienta y finalidad simultáneamente, el cuerpo ideal de Cixous dibuja este doble movimiento entre verdad y deseo: expresa a la vez una realidad presente y un movimiento hacia el futuro. Como se decía anteriormente, el enfoque de esta reconquista de que habla Cixous debe hacerse desde el movimiento, desde la recuperación de cuerpo y voz. El cuerpo es, finalmente, este espacio donde confluyen, entre otros, conceptos como verdad y deseo, es un campo de batalla donde luchan movimientos en direcciones contrarias, donde se permite el desorden y el caos en la pugna y donde todo esto no mengua la causa por la que se combate, sino que la engrandece. El cuerpo recuperado, garantía de verdad, honestidad y humildad, se habrá conseguido, si esa tarea llega alguna vez a su fin, mediante el gesto de direccionar la mirada hacia la otra y hacia el lugar anhelado, al mismo tiempo que ha mirado hacia dentro, reconociendo y asumiendo la pérdida y el camino que se debe emprender para llegar a ese cuerpo utópico. De hecho, el deseo es algo constitutivo en Cixous, en tanto que primer paso que despierta la curiosidad y la incita a la escritura, a decir su cuerpo desde el cuerpo.En definitiva, Cixous dibuja a la mujer feminista de finales de los 70 en Francia como mujer consciente que se está dando cuenta no sólo de que se halla en una posición no deseada, sino que su cuerpo mismo es un espacio que no habita. Es al mismo tiempo una mujer que desea, como animal, su discurso más que intelectual será instintivo. Afirma contundentemente ser deseo y este deseo es una tendencia hacia otros sitios. Su cuerpo desea atributos y cualidades que no posee, pero es gracias a esta toma de conciencia que puede desarrollarse el camino a seguir. Su cuerpo está en constante movimiento hacia otros sitios, es siempre cambiante y viaja entre diferentes estados corporales, de los cuales mana su discurso como el agua de una fuente. Se trata de la mujer que se da cuenta de que su estar en el mundo no corresponde quizás con su ser en el mundo y por esto emprende ahora nuevos caminos de vuelta hacia un cuerpo nuevo y viejo.
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Bibliografía
CIXOUS, H. (2004): Deseo de escritura. Barcelona: Reverso Ediciones SL.
——— (2015): La llegada a la escritura. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Imagen principal: Hélène Cixous