(Re)mover(nos) – etapa I –

6 de November de 2020
Available on:
Spanish
Available on:

 

Para leer una piedra, quizá alcance con sentir la humedad del pasto, o –lo que es igual–, ponerse a conversar, en algún lugar, en cualquier momento, con un extraño. Allí vendrán, por ejemplo, las infancias que no duermen, los ojos de poeta que se desprenden del alambrado y un crepitar de cotorras, que, de tanto festejarse, devienen plaga arbolada. Respiro.

Cada día probamos distintos modos de esperanzas, pero ninguno llega a ser tan certero como el movimiento no buscado. En lo posible, no nos desanimamos, aunque –quizá secretamente– nos invada un sentimiento de extravío tal que, por lo bajo y silbando entre baldosas, algo nos impulse a intentar un diagrama. Mientras tanto, dejamos avanzar esas hebras de memoria. Detengo. Miro.

Te miro. La cadena es más o menos la siguiente: timo, sonido, sentido. Esperá que bailo un poquito, luego te cuento. Ya está, escuchá: quisiera morar toda la mañana en esa boca luciérnaga, total, si necesito olvidar, voy al mar. Luciérnaga-musgo-mar y, de aliados, el viento, la lluvia y el tiempo. En esta danza-palabra advertimos que les dos nos sentimos extranjeres y que la radio puede ser el descanso más fecundo para devenir familia. Hoy el grano de luz es mi ilusión de cautivar y cultivar una morada. Reverencia analógica.

Tu reverencia es mi reposo. Mi calma será nuestra sonrisa, por lo que quisiera decirte otra cosa: aunque sigamos inventando avatares, será el placer de lo táctil el que abrirá algún misterio. Además, tu caballito no tiene patria, y esta es una idea que estremece. Lo mismo que aquel lugar llamado Paris, Texas y que nos visita Cada vez que decimos adiós. Polifonía en ternura de familia elegida y Chapaq Nan de los silencios que, sonrientes, supimos recibir. El anhelo: embriaguémonos siempre con estas nubes, vapor saliente de un sueño amarillo. Es entonces que sacás la Yashica para que juguemos en una vuelta hacia la huella que anhela tiempo. Confiamos en la compañía, último intento de permanecer (si la indicialidad está débil, serán estas estaciones las que nos permitan insistir bailando). Aquel viernes decíamos algo acerca de las estrellas (él abrió un recuerdo: las estrellas). Provisoria clausura, captura del deseo.

La vida a ras del suelo, naturalmente. Ahí nos empiezo a encontrar, con cuatro patas, varios sueños y una cola larguísima.  Allí me contás acerca del sopor de niño a la siesta, resoplido vapor, a la espera, a la risa, a la sensual tarde litoraleña, que, de tanto morar, logra estampar alguna tormenta. Ya entonces te recuerdo que llenemos algunas macetas, alquimia-acontecimiento y las mil mesetas que, insistentemente, seguiremos buscando. Absorbemos.

¿Cuál es nuestra postura? Un lugar estable (el punto) desde el cual tomar una dirección (la línea) pareciera ser lo que hoy más se aproxima a una idea; eso, claro, si pensar fuera alejarse de esta primavera seca. El derrumbe es evidente. Nos encontramos en la duración, y eso es un pensamiento que conmueve. ¿Te acordás? Cuando vos nombraste aquel viento, hiciste que me diera vuelta, entonces, entre les dos, abrimos una superficie nueva. Enseguida apareció la piel, que es otro modo de decir que, en esta búsqueda estética, siempre cobijaremos una ética. No cualquiera: más bien será abierta, vidriosa y polvorienta. Una ética que pueda bailar cada vez que sea mirada marea. La vida de aquel fresno de enfrente nos guiará silenciosa; por eso también sonreímos, con eso también contamos. Tu domo, mi rancho.

Este relato tiene aún mucho que otoñar. Por el momento, nos contentamos con una ventana, algún roce ante tanto transcurrir. La captura será una casa y esquivará siempre al ataque descarnado.

En olvido, gratitud y escucha, el baile renace.

 

***

 


 

¤ Bitácora de creación

 

∼∼∼∼∼∼

∼∼∼∼∼∼

 

 


 

Más info sobre el ciclo

About:

Carolina Condito

See this author posts

About:

Nicolás Pousthomis

See this author posts

Other articles
Otros Artículos