Lo difícil es reaparecer

2 de September de 2019
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Para mí sos hermosa, dirigida por Marcelo Nacci. Actuación y dramaturgia: Paula Ransenberg. Vestuario: Alejandro Mateo. Escenografía: Alejandro Mateo. Diseño de luces: Fernanda Balcells. Diseño sonoro: Emiliano Álvarez. Realización de escenografia: Manuel Escudero. Fotografía: Alejandro Ojeda. Diseño gráfico: Miguel Israilevich, Alejandro Ojeda. Asesoramiento en magia: Daniel Garber. Asistencia de dirección: Pablo Guises. Prensa: Marisol Cambre. Producción: Juan Manuel Zuluaga. Función: 15/06/19

En la sala México del teatro Timbre 4, a la izquierda del espacio escénico, lo primero que se ilumina es un baúl. Es un objeto con una fuerte carga evocativa, tanto dentro de esta ficción teatral como por fuera de ella. En la realidad, es una de las pertenencias de quien escapó del nazismo en Alemania, el abuelo de Paula Ransenberg, la gestante y actriz de Para mí sos hermosa. En cuanto objeto teatral, remite a un personaje ausente, el motivante de la acción. Aquí, el baúl deviene en un objeto casi sagrado al que se le implora y se le pide explicaciones una y otra vez, como si fuese el depositario de las preguntas que pasan por las cabezas de las siete mujeres que nos presenta esta ficción. En cualquiera de los sentidos, este objeto es la huella de un escape, y también de una desaparición.

– “¿Alguien acá puede desaparecer?” – “No”, atinaba a responder el público ante la interpelación de uno de los personajes. – “Sí, cualquiera puede desaparecer. Lo difícil es reaparecer”. Parece no haber vuelta atrás. Esta vez, el escapista Harry Vansky no habría podido salir del baúl sumergido en el mar durante el truco que realizaba. Pero, ¿se trataba de un escape intachable y encubierto o esta vez realmente había fallado? Esta es la pregunta que motoriza la dramaturgia y engendra, además, una demanda hacia esa presencia-ausente. Entre supersticiones, resignación, recelo o una pizca de esperanza, sus allegadas se enfrentan a la partida repentina de Harry.

“Nada por aquí, nada por allá”. Sólo quedan los relatos que pueden construirse a partir de la memoria. La esposa, mientras espera que le saquen una foto con el fantasma, se queja de que él le dejó un montón de conejos, pero no hijos. Las asistentes siamesas, entre discusión y discusión, se recuerdan entre ellas que después de tanto trabajo, Harry nunca “las subió al escenario”. Así, se escurre el despliegue de siete micro-universos pintorescos y diversos, de siete personajes cuyos relatos y voces tienen más en común de lo que ellos mismos creerían.

Y si de voces se trata, no es casual la repetición musical de la canción Bei mir bist du schön a lo largo de toda la obra, en boca de cada personaje o a partir de una grabación. Tampoco es casual esta elección porque su letra original fue compuesta en yiddish por Jacob Jacobs (luego se popularizó su versión en inglés). Cada estrofa de la canción se resignifica en Para mí sos hermosa porque la obra la tiñe con su impronta y cada vez que se hace oír nos muestra “otro cantar”.

Como dice Bei mir bist du schön, “each language only helps me tell you how grand you are”: sin embargo, en Para mí sos hermosa, las voces de estas mujeres, los distintos idiomas que hablan -italiano, francés, español-  expresan constantemente un deseo compartido: ser reconocidas. Un reconocimiento que ya no puede consumarse en tanto depende de un otro que se ausenta. Para mí sos hermosa revela que lo que sí puede consumarse es la magia, que ahora está al alcance de las manos de ellas.

Alejandro Ojeda

El desdoblamiento de Ransenberg en esta diversidad de personajes se desarrolla con agilidad, y este hecho fáctico se utiliza a favor de la escena, en un jugueteo constante entre realidad y ficción. El artificio no se oculta y la ilusión se evidencia, tanto en los temas que sobrevuelan a la obra como en el modo en que Ranserberg maneja su cuerpo sin par para transformarse en múltiples personajes. Como cuando una de las hermanas siamesas -que viven armoniosamente en el cuerpo de la actriz- enuncia que ellas son “la misma persona”, y la otra se coloca un espejito en la mitad de la cara para verse “completa”.

En este sentido, no podría dejar de llamarse la atención sobre la escenografía de Para mí sos hermosa que completa lo ilusorio que ya encabalga la misma actuación de Ransenberg. Así, el gran espejo giratorio de lo que sería un escenario del teatro de variedades ubicado en la Hungría de los años ‘40 nos muestra el reflejo distorsionado de las mujeres que transitan ese espacio que, en clara consonancia con una estética de posguerra, está colmado de un aire de desolación.

Para mí sos hermosa nos deja ser parte de sus desdobles, espejismos e ilusionismos, invitándonos no sólo a descubrir la magia de este mundo ficcional, sino también la que se nos ofrece en el acontecer teatral.

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Melisa Alzugaray

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