Colosa. Idea y dirección: María Kuhmichel. Intérprete: María Kuhmichel. Creación: Michel Capeletti, María Kuhmichel, Carolina Villa. Iluminación: Adrian Ruiz. Música: Pablo Bursztyn. Fotografía y Diseño gráfico: Lucas Minhondo. Teatro del Perro: Bonpland 800. Función: 12 de novimebre 2021.
En verdad, “mi cuerpo” indica una posesión, no una propiedad. Es decir, una apropiación sin legitimación. Poseo mi cuerpo, lo trato como quiero, tengo sobre él jus uti et abutendi. Pero a su vez él me posee: me tira o me molesta, me ofusca, me detiene, me empuja, me rechaza. Somos un par de poseídos, una pareja de bailarines endemoniados.
Jean Luc Nancy,58 indicios sobre el cuerpo, 2008
El “referendo” acerca de la danza asume, inconcusamente, una correspondencia espontánea con el movimiento (in)variable, voluble, (in)finito y liminal. Es, en ese plano de figuras móviles (concentradas), donde se lleva a cabo la creación de Colosa, una obra de presente imponente, sin dilación.
Moverse, esa decisión
En el piso, sobre él, alguien está quietx. Hasta que se agita y la vida apresura su marcha reclamando territorio al cuerpo. Una cáñama respiración, ese aspaviento ínfimo, es suficiente para ser descubierto. Entonces es ella. Ella que combina planos de su apoteósica materialidad, secuenciados dentro y fuera de una liturgia danzante, espumosa y solaz. ¿Cómo se actúa vivir? ¿Cómo se baila la existencia? ¿Con quiénes bailamos cuando estamos solxs? ¿Con qué? Su directora e intérprete, María Kuhmichel, responde estas y otras preguntas con la distensión de cada hueso y la difracción de cada músculo. No es poesía lo dicho, es biología asociada al hecho artístico; y esta pieza lo es.
La metafísica del movimiento: la danza (no) está (nunca) por fuera
La danza, como el movimiento mismo, es, soy y somos. Asumir este axioma espinoso es posicionar(se) en un sitio de flagrantes y acuciosas categorías, esperando ser divisadas y comprendidas. En estos (¿nuevos?) statements, el pensamiento obliga al desplazamiento de algunos conceptos que, a la luz de este errátil escenario, se transforma en una urgencia por ser más que un porque sí.
Escaparle al apotegma irrebatible de la danza y el cuerpo es un reto que Colosa asume, al tiempo que mantiene una tensión que (nos) atraviesa durante toda la función. El encuentro entre el cuerpo y nosotrxs como tal(es) es el preludio que funda el cenáculo de la realidad con/entre/durante el acontecimiento vivo y magnético, como la gravedad. Ese mundo que María despliega entre signos, formas y (re)presentaciones venidas de su carne y esa carne, luego, vuelta reverberación es la experiencia sensible y espiritual de nuestro baile, bien como anáfora o ficción.
Colosa es, entonces, una celebración en silencio a las discretas presencias y absolutas ausencias de un mundo que danza hoy, partido en tres, uno y dos. Un color de aromas cálidos pero vibrar punzante; un sonido que se relame en el centro mismo del movimiento que mientras late, hace, dice y es.
*Foto portada: ph: Lucas Minhondo / edit: Mariné Amestoy