Las olas de la memoria. Idea: Majo Goldín. Intérpretes: María Fernanda Barreno, Lucas Nahuel Condurso, Paula Etchebehere, Lucía Specterman. Vestuario: Pata De Ganso. Iluminación: Miguel Coronel. Video: Pablo Barboza. Música Compaginada Por: Pablo Barboza. Fotografía: Leandro Quiroga.Colaboración coreográfica: María Fernanda Barreno, Lucas Nahuel Condurso, Paula Etchebehere, Lucía Specterman. Dirección general: Majo Goldín. El Taller de Omar, Fitz Roy 1245, Buenos Aires, CABA. Función: 02 de julio.
Ojalá pudiera escaparme de mi piel
sin saber quién he sido ni quién seré.
Busco un nombre, algo que nombrar,
pero nada es nombrable…
Fragmento del poema El tiempo, Ali Ahmad Said (1985).
La (e)vocación también es danza
Correr hacia ningún lado no es precisamente correr hacia un no-lugar. No, o al menos en materia de lxs performers de Las olas de la memoria, la última obra de la aclamada Majo Goldín.
Desde el inicio, las luces interiores son tan intérpretes como lxs intérpretes son. Este planteo, que se presume ralo o rarificado, no lo es. No. Es, más bien, una crónica fraccionada que se enlaza, como imán, a otra, hilvanando así noches de luna en los márgenes de la sala con días de sol en… ¿dónde? Bordes no. Bordes no hay o no encuentro. Hay un apremio, una inminencia (casi) de atávicos recursos narrativos que no terminan de asomar, hasta que… ¡Fuego! ¡Cuerpo! ¡Cuerpos! ¡La voz! ¡Las voces! Y, de vuelta, correr para encontrar respuestas que no se dejan encontrar. Y es, en ese instante de corrida hacia ningún lado, cuando la vida parece dejarnos a la intemperie, donde parece no haber día adentro, ni afuera, solo horas que se agregan en-con nosotrxs o cuando inferimos que no hay que recordar (ni correr) o razonar (caminar) para entender, solo estar ahí, solo ver.
Las olas de la memoria se asemeja a una celebración de multiplicidad realista y filosófica, combinada por los distintos e (in)verosímiles trayectos del relato, variada en su manera de anunciarse, donde las paredes parecen asilar tanto presencias como fantasmas, de una enunciación borrosa anche fuertemente anclada en la melancolía de la danza.
Contingencias somáticas: cuatro cuerpos, un alma
El alma es la forma de un cuerpo organizado, dice Aristóteles. Pero el cuerpo es precisamente lo que dibuja esta forma. Es la forma de la forma. La forma del alma.
58 indicios sobre el cuerpo, extensión del alma, Jean-Luc Nancy, 2006.
No hay doble juego. No lo advierto. Es uno y está bien que así sea, el alma se raciona en cuatro, y cuatro cuerpos dan forma a uno, pero, o más bien, en carácter de unidad o tensegridad, de ser átomo o ADN de un solo cuerpo. Más allá del perfil sinuoso de lo expresado se me viene al alma, sí ahí, una pregunta que no logro responder. ¿Qué buscan esos cuerpos o porqué? ¡Qué poco sé de mi misma! Pienso aleatoriamente, mientras sigo el recorrido electrizante de una de las performers, una genial Lucía Specterman, que en su “descarga” logra magnetizar el espacio, y a nosotrxs dentro de él, con palabras que, aunque se escuchen veladas e isofónicas, se desprenden de su piel desguarnecida resonando en mí: la memoria, el recuerdo, la muerte, estar acá, la memoria, el recuerdo, la muerte, estar acá, la memoria, el recuerdo, la muerte, estar acá, estar acá, estar acá o sea…estar ahí con ellxs, conmigo, mi memoria y la muerte.
¿Y hacia el final qué?
el peregrinaje
desata el espíritu
en el camino virtual
y lo esparce al aire
y cuestiona el lenguaje
de las cortas estadías
Guitarra Negra, Luis Alberto Spinetta, 1978.
Y hacia el final ir(nos), con los ojos colmados de imágenes en movimiento o movimientos de imágenes-cuerpo (cabe destacar el fúlgido trabajo de lxs cuatro maravillosxs bailarinxs). Sabiendo(nos) transitorixs, fugitivxs, temporales, pasajerxs que (ahora sí) bordeados de lumbre y en pleno albor nocturno nos percibimos eléctricxs por el solo hecho de estar acá, aquí y ahora, es decir, por el simple y colosal hecho de existir.
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*Foto portada: Leandro Quiroga