La muchedumbre

1 de junio de 2018
Disponible en:
Español

Un manifiesto. Variaciones sobre el tiempo el amor y las cosas, dirigida por Jazmín Titiunik.  Interpretación: Agostina Galarza, Agustina Coccoz, Agustin Romero, Andrés Conde Blanco, Carolina Monzo, Charly Etchevers, Claudio Bagnato, David Calistro, Elina Caporalini, Emiliana Centurión y Cienfuegos, Fede Barale, Katalina Werefkin, Marcos Bastianes, María Díaz, María Jesús González, María Morim, Miguela Garcia Pannelli, Paloma Antonietti. Música original y en vivo: A las fuerzas superiores: Nicolás Jalfen, Mariano Waserman, Klaudio Grilanc, Santiago Zarba, Ezequiel Tedesco y Tobías Beltran. Diseño de iluminación: Mariano Basile. Vestuario: Miguela García Pannelli. Asistencia de dirección: Paula Liguero. El Galpón de Guevara, Guevara 326, CABA, Argentina. Función: 03/06/18.

Mucha gente. Si con algo trabaja Un manifiesto es con el grupo. Con el grupo y su relación con los subgrupos, con el grupo y su relación con el individuo, con el vacío del grupo, con el grupo y la ausencia.

El tiempo se hace presente en la duración de una presentación. Hay que salvar a alguien, hay que desear cosas, hay que esperar la luz, hay que pedir lo que uno necesita. El grupo de la derecha es el grupo de los músicos.

Pensamos en hacer las cosas bien, pero decidimos solo hacer las cosas.

Ahora el grupo es una colección de egos anhelantes que no tienen vergüenza en descargar sus pretensiones sobre el resto. Yo, Yo, Yo. Yo quiero, yo voy a necesitar, yo lo que quiero es… Cuando no hay destino, las voluntades personales pueden despacharse a gusto porque saben que son ellas las que tejen la tela. Y, aun así, hay que tener ojos en la espalda porque nunca se sabe con qué exactamente se despachará esta acumulación amorfa de personas que corren por el espacio.

Fotos: Marianela Pietraccone

Pero ¿qué pasa cuando cada uno de ese montón de yoes se topa con otro de esos yoes? Cuando el deseo del ego es otro ego no nos queda otra opción que lanzarnos a una coreografía conjunta. Mi voluntad se asocia con otra, se impone por sobre la de otro o se deja llevar por el deseo de ese otro. Ahora el grupo es un aglomerado de dúos. Dúos amables, dúos violentos. Hay abrazos, cachetadas, besos, discusiones, miradas, rechazos, caricias, llantos. No estemos solos, se dice el grupo. Este es el tiempo.

¿Puede un grupo ser una comunidad? ¿Cómo puede organizarse para algo? Ahora cada miembro prueba la confianza en el grupo. Si alguien se cae, ¿deberíamos levantarlo? Uno grita “¡Voy!” y se lanza sin más. La masa responde. No todos están de acuerdo en cómo proceder. Una maraña de murmullos, sonidos diversos y voces viene del grupo de la derecha y acompaña la confusión.

De a poco, los cuerpos van acumulándose en el piso, unos encima de otros. El grupo es una amalgama de carne, huesos, transpiración, respiración, codos, pelos, pantorrillas, culos, lenguas. ¿Es así como somos todos uno mismo? No. Hay unos que todavía detentan cierto poder. Lentamente, eternamente, van arrastrando al resto de los cuerpos hacia afuera. Lo solemne.

¿Qué otro grupo queda sin participar? El que está en frente, el de los espectadores. Y allá vamos: caminamos hacia el proscenio y lo atravesamos, rompemos la cuarta pared, no es un escándalo, y subimos las escaleras de las gradas. Las cabezas están obligadas a girar, salvo que prefieran observar la ausencia del grupo en el escenario, el espacio vacío, es una opción. Una bicicleta los trae de vuelta a la ficción. ¿Exageraron? No sé, pero se organizaron detrás de algo.

Fotos: Marianela Pietraccone

¿Cómo puede una muchedumbre en un espacio construir un sentido?

A partir de una voluntad general, quizás… Queremos hacer un drama. El grupo sostiene una silla, la silla sostiene una mujer. Una luz la ilumina desde abajo y solo se ve su cuello y su rostro, los pelos largos se estiran y se dispersan por todos lados gracias a las decenas de manos y de dedos que los conducen. El grupo de la derecha apoya el clima de la escena con un tema bien rítmico. Se engendra una sombra, inmensa, que es otra cosa que el grupo con la silla y la chica y los pelos.

Ahora el grupo vuelve a la relación de a dos. Pero los egos ya son otros. El conjunto es otro.

Aglomeración, comunidad, sociedad, colección, montón, acumulación, masa. Las muchas maneras de decir un grupo.

Acerca de:

Magdalena Casanova

Es Magíster en Crítica y Difusión de las Artes (UNA), docente de “Historia de las Artes del Movimiento” (PREU-UNA), crítica especializada en danza e investigadora del Instituto de Investigación y Experimentación en Arte y Crítica (IIEAC – Universidad Nacional de las Artes, Buenos Aires). Se focaliza en la investigación en danza, específicamente en el análisis discursivo de la crítica periodística de danza contemporánea porteña y, de manera general, estudia las relaciones que pueden existir entre la palabra y el movimiento. Dicta talleres y laboratorios de danza y escritura en diferentes espacios de formación.
Ha presentado el resultado de sus indagaciones en variados congresos y ha publicado artículos en distintos medios argentinos.
Es bailarina y profesora de danza contemporánea, trabajó como asistente coreográfica y de dirección en creaciones de danza y de teatro y participa en obras multimedia que ponen en juego el cuerpo y la escritura.
Es la editora general de LOÏE. Revista de danza, performance y nuevos medios.

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