Ocupar un espacio
Cada bailarín(a) responde desde su cuerpo de una manera diferente a la pregunta: ¿Cuál es el espacio que ocupa la danza?
Y es incluso esa respuesta, ese trozo de madera con el que algún coreógrafx podría esculpir su coreografía, o esas notas musicales con las que se traza el tiempo como pincelada: ¿qué espacio ocupan?
En estos días, todes nos vimos en necesidad de re-habitar los espacios como de re-habitar(nos) en los cuerpos, entendiendo los espacios de casas, las ciudades y los espacios propios del cuerpo. Re-trazar ese imaginario espacial. Todes, y también la danza.
¿Dónde reencontrar el deseo del cuerpo para la danza?
Una bailarina re-descubre su identidad artística y corporal durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en 2020. Una imagen en donde se refleja esa intención de encontrarse y el afán de buscarse, re-moviendo.
Si a eso le sumamos algunas palabras que dan cuenta de las preguntas, estamos frente a un texto que nos quiere dejar pensando.
Esa mirada removiendo en el espacio de intimidad, en la propia casa, en donde somos lo que somos, abre perspectivas de cómo, dónde y porqué. Esa mirada capta ese espacio de encuentro entre quien persigue el movimiento y quién lo percibe.
Aquellos trazos de fotografía que nos muestran un poco de esta motivación incansable de buscar el movimiento, incluso en los espacios más pequeños, más insólitos, a correr los muebles, a mantener brazos en alto, a estar permanente.
Así es la danza, un día a día de buscar, y un pequeño instante de compartir, para que ella, por fin, se muestre. Pensando que la danza es, más que un continuo movimiento poéticamente configurado, lo que se percibe de él.
Y así es quien danza, un perseguidor, en permanente encontrar y desarmar, para, en un pequeño instante, ser la danza en quien percibe. En ese espacio, jugarse la identidad.
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