LOÏE. 16

Cuerpo monstruo

Sobre "Otra comunidad" dirigida por Iván Haidar

30 de abril de 2025
Disponible en:
Español

Otra comunidad. Dirección y dramaturgia: Ivan Haidar. Performers: Bárbara Alonso, Copello, Delfina Serra, Eugenia Roses, Flor Sánchez Elía, Julián Dubié, Julián Merlo, Mauro Pierotti. Dirección musical: Guillermo Vega Fischer. Asistencia de dirección:  Jimena García Blaya. Gestión y curaduría: La infinita. Asistencia general: Emmanuel Palavecino. 

Nada existe, no existe la realidad, sino sensaciones.
Las ideas son sensaciones, pero de cosas no situadas en el espacio ni el tiempo.
                                                                                                               Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.

 

Una comunidad de cuerpos híbridos, sometidos al eterno plano de la línea. La acumulación de capas en el infierno de lo igual. Colonizades, la obediencia de los cuerpos perpetúa un movimiento que no cambia, la cabeza gacha, el lomo expuesto, ofrecido a la máquina.

Lo humano se vuelve necesario, un encadenado en evolución de hombres esclavos. En sus pieles no hay sudor, los cuerpos transitan monótonos sin afección alguna. En la repitencia cíclica, el cambio permanece postergado.

La comunidad a la que asisto, la que está en escena, se replica a sí misma y problematiza la presencia material del cuerpo construyendo una realidad, y otra igual, proponiendo una comunidad de mismidad-otra, basada en sí misma. Pienso que de lo igual solo obtenemos un goce autorreferencial, que, sin la diferencia, sólo nos queda saborearnos a nosotros mismos, doblando los dígitos ad infinitum. En su propuesta, Iván crea moldes proyectados, creados por nuestra imagen en el mundo, con todas las implicancias que de ello se desprenden: afecciones, imaginaciones de modos de concebir lo humano; allí van a caber los cuerpos performers sin alteridad. El dispositivo lo es todo, seres sometidos irremediablemente al diseño. Lo que somos se plantea como un estereotipo.

¿De qué se hace una danza en este tiempo?

Una danza situada en la escena contemporánea de Buenos Aires, una comunidad que reconozco porque estuve ahí, un poco por el borde. Desde ese lugar, observo el cuadro que componen los performers, sus múltiples pieles y estaturas, el color de sus cabellos y la potencia infinitiva de ser cuerpos musculares en rebeldía (la de hacer una ruptura en la cadena de sumisión). La desobediencia, pensada como una manera de problematizar el cuerpo, por un lado, en su fase híbrida, y, por otro, no menos importante, para mostrar la carne en sus vivos de sangre, en lo rojo y en lo húmedo. La fuerza muscular activando o derrumbándose, la transpiración o el jadeo. El esfuerzo cansado de sostener. Recuerdo las pisadas, parte a parte de la planta de los pies, hasta el borde de los dedos (casi escribo hasta el borde de los deseos) y el peso expandiéndose, distribuyendo en pequeñas secciones la estructura total. Avanzar así, y volver a empezar, acumular diapositivas en la pantalla.

Una masa humana se atora en el centro del dispositivo.

Hacemos como si. Obturamos el proceso de sintetización de cuerpos y subjetividades pasteurizadas. ¡Oh, es este tiempo! –quiero profundidad-. Los brazos, las cabezas, las  piernas, los  genitales, las  manos, el pelo, todo entremezclado y desorganizado, un cuerpo sin organización, un nódulo maquinal enquistado.

Al monstruo encapsulado le falta el calor de esta noche, la afectación que nos produce la transpiración incesante en el pecho, en la cara, debajo de los pliegues, y la humedad que nos recorre la piel.

Miro, miro con la pantalla, tengo miedo de que sea solo eso. Me entristece nuestro tiempo, que no haya más allá de esta cadena de indistinciones y pieles secas. ¿Y el tono muscular? ¿Y el tiempo? Quizás nunca pase nada.

Alguien devora la fila de cuerpos, ¿dónde irán a parar los seres deglutidos? No ocupan lugar, en esa otra realidad nada ocupa espacio, el abdomen que engulle esos cuerpos se mantiene inerte, no vomita.

Ale Carmona

 

En el borde de la escena, los performers arman un espacio diferente en el que todo se ve. Van componiendo el sonido de la obra, logrando paisajes sonoros a partir de la improvisación en tiempo presente, la acumulación de sonidos labiodentales, explosivos, cerrazón de los ojos para pronunciarse en agudos chillidos, la lengua viajando del paladar hacia el maxilar inferior produciendo algo así como ondulaciones en la caja de resonancia que es la boca. La repetición de aquellos gestos sostenida en el aire, sin renunciar a lo que pasó sino dejando vibrar el pasado suturado con el presente, y la boca abriéndose a lo que vendrá para quedarse. Esta obra de Iván pondera el dispositivo, va grabando en vivo las voces y las reproduce, superponiendo capas, y poniendo su lógica de funcionamiento en el centro de la escena. Los rostros que hacen sonar la obra aparecen nítidos –no había visto antes sus caras, sus ojos. En el proscenio, delante de los bastidores, se hacen visibles en la escena alternando sus presencias, en un juego que pareciera ser espontáneo, sus pieles y genitales se abren en abanico, avanzan para ser vistos. Están los dientes, los labios y las boca. El micrófono es un objeto presente, una tarea para hacer, los cables de los pedales se entrecruzan mientras samplean y reproducen gestos que vibran en el aire, viajando para ser escuchados. Esta estrategia -muy lograda, por cierto- crea un ambiente que es, entonces, autogestivo. Me recuerda que vivimos un tiempo marcado por la exigencia de la autorrealización, do it yourself.

(El efecto de las muchas voces me trajo a la memoria un paseo por Cabo Polonio y a sus lobos marinos apostados, aullando al mar; también imaginé cantos de sirena, que, por suerte, nunca escuché. Pensé también que podían sostener y llevar al límite del aire esos rugidos hasta que algo se rompa y cobre otro sentido).

El aspecto sonoro de Otra comunidad expone un símil con respecto a la construcción escénica de la imagen. En virtud de esto, resulta interesante el desplazamiento desde la reproducción técnica de la obra y la capacidad de crear sentidos otros que dialoguen en la metáfora artística, la posibilidad de problematizar(la) a través de las poéticas que generan. Imaginaciones desprendidas del recurso que pasan de ser únicamente lo procedimental como elemento técnico para tornarse ajenidad. Lo imprevisible del sentido es la infinidad de desvíos en los que puede encontrar agenciamiento. Me parece de un valor hermoso poder producir imágenes y llevar la percepción por nuevos horizontes.

Ale Carmona

 

Creamos monstruos hechos de retazos, polimorfos, metamorfoseados.

¿Cuál es la mutación?

Quizás sea tiempo de salir de la cápsula, de rebelarse contra el sistema, de hacer un mutante, de dialogar con la virtualidad para componer nuevas potencias que superen la dicotomía de lo humano/digital. Un monstruo que rompa con el sometimiento, y que pondere en los cuerpos su humana fuerza, la de crear  imaginarios a partir de las contradicciones, las contracciones y en comunidad.

Me voy a servir del término simpoiética para hablar de la capacidad de construir con otros, de co-crear un devenir con y en otros que no alimente la máquina, sino que la desborde y la derrame. Una manera de polarizar las dependencias y hacer de la danza una co-creación entre tecnologías y dispositivos que advienen en nuevos cuerpos hibridados, constituídos de potencia muscular, de miradas y transpiración.

 

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Imagen principal: Ale Carmona 

Acerca de:

Mercedes Osswald

Mercedes Osswald. Intérprete-creadora en artes del movimiento. Investiga en la escritura y sus alcances somáticos. Licenciada en Artes del Movimiento con Mención en Danza en la UNA. Profesora nacional de Castellano, Latín y Literatura, egresada del Instituto Superior del Profesorado, Dr. Joaquín V. González. Especialista en la enseñanza de “Escritura y Literatura para la escuela secundaria”, Nuestra Escuela. Diplomada en comunicación de la instituciones educativas, UCES, 2024. Maestranda en investigación en artes, UNA, 2024. Intérprete y creadora en Danza, Performance y Literatura.Sus principales intereses, actualmente, están orientados a investigar territorios de imbricación y afección artística para palabra y cuerpo, específicamente en la escritura como marca de un cuerpo y sus posibilidades sensibles de íntima expresión.

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