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Videodanza. Complejidad y periferia. Hacia una plataforma de análisis de la danza en interacción con la tecnología

10 de enero de 2019
Disponible en:
Español

No es difícil, a sabiendas de la deficiencia de escritura en el circuito estimulado, en parte, por la danza, entender que, en lo concerniente al campo específico de la videodanza, los espacios de escritura se intercomunican y se chistan de una orilla a la otra, generando un desdoblamiento de pensamientos y no una abertura hacia otros espacios. Susana Temperley, investigadora de la danza en su cruce con la tecnología, entre otras cosas, ha publicado recientemente una serie de escritos dedicado a la creación de una plataforma analítica de la danza-tec, focalizando en las particularidades de la interpenetración de estos dos campos.

En su libro, Videodanza, complejidad y periferia. Hacia una plataforma de análisis de la danza en interacción con la tecnología, la autora se desvía de los discursos críticos y teórico-descriptivos sobre la materia. Por un lado, condensa la danza-tec (la autora abrevia de este modo la danza en interacción con la tecnología y viceversa y aclara, además, que es un sistema que comprende dos lógicas que comparten la experimentación a manera de eje proposicional) en su expresión material, indicial y en su inscripción simbólica. Por otro lado, propone didascalias sobre cómo llevar adelante la acción en el campo del análisis de la danza-tec pero sin fijar un modelo de investigación para su estudio. Brinda, por el contrario, un modo de acercamiento y una comprensión del fenómeno entendida desde una cosmovisión, como bien señala Daniela Koldobsky en el prólogo. Esto implica que la metodología aplicada al análisis del fenómeno supone revisar cuestiones discursivas, materiales, estéticas, sociales, antropológicas, y que el objeto debe ser tomado como medio y dispositivo, teniendo en cuenta no sólo la instancia de producción, sino también la de recepción.

Privilegiando las herramientas que proporciona la semiótica y aplicándolas en la metodología de análisis, Temperley se propone pensar el objeto como tal desde la filosofía, ahondando en la estética de la danza en la pantalla (y encarando su análisis teniendo en cuenta el nexo “entre lo estético y el arte”) y en la teoría sistémica como un posible procedimiento para abordar su estudio. Pero también esboza una aproximación al fenómeno en tanto éste se desenvuelve en un espacio y en un tiempo determinado, con su potencial tesitura, sopesando con las marañas de la sociedad.

Susana Temperley

La pata antropológica de la investigación se halla en el primer capítulo que, como indica su título (“El mito y el tabú”), analiza el mito alrededor de la tecnología y su posterior asentamiento en el imaginario cultural del Cono Sur latinoamericano; y sobre el tabú refiere a la manera en que la tecnología (en su cruce con el arte) fue recibida en su momento, con el advenimiento de las vanguardias artísticas –según el recorrido histórico que propone la autora–, mientras que hoy en día es tomada como potencial peligro en áreas externas al arte, pero no por ello a la estética. La otra cara de la moneda se despunta con la cita a Gene Youngblood, donde la experimentación con la tecnología “no puede conducir más que a un estado inefable de plenitud feliz”. En cualquiera de los casos, lo que sigue estando en discusión es aquello que habilita la imaginación técnica en contra de aquello que se expande de forma terrenal, con la imaginación (¿metafórica?), y que queda supeditada a los avances del hombre no mediado por la tecnología. La pregunta que asoma es ¿cómo puede haber sólo dos caminos posibles? Aquí entra en juego la imaginación tecnológica, aquella que conjuga lo terrenal de la imaginación, propia de la ciencia, con las posibilidades que sólo brinda la tecnología.

Recorrer los capítulos que prosiguen al mencionado es, a grandes rasgos, un llamado a la reconstitución o nueva constitución de códigos que permitan estudiar estos novedosos fenómenos y otros, como las performances (sin duda, esto nos lleva a recordar que lo mismo sucedió tras la aparición de las vanguardias y las neo-vanguardias artísticas). La tematización del hombre-máquina, clasificado como autómata, y su desarticulación –y posterior articulación– cercada por internet, que lo convierte en un cuerpo híbrido, hacen de la tecnología una idiosincrasia totalizante.

Pero Temperley utiliza ese manto, que nos cubre a todos, de comunicación sin presencia, donde los cuerpos son hipermediatizados, para pensar al arte dentro de este sistema (el binomio tan revisitado arte-vida). La reconfiguración de tales cuerpos es un componente crucial para reflexionar sobre el cambio de paradigma a nivel analítico que se desarrolla a partir de la danza-tec. Como indica la autora: “se encuentran involucrados verdaderos cambios empíricos en los cuerpos (a nivel coreográfico, de forzamiento y de ruptura) guiados por la experimentación y la búsqueda de nuevos límites para el cuerpo”. La obra Agua (1997), de la bailarina y coreógrafa Margarita Bali, es la elegida por Temperley ya que ilustra de manera clara la experimentación corporal que busca expandir los propios límites del cuerpo. Es a través de una operación metonímica, con el agua como elemento interior-exterior, que recae la expresión de la danza en ese elemento (que termina por transformarse en) éxtimo, vacilante. De ahí en más se deduce que el uso acertado para la denominación de este híbrido será corporalidad y ya no cuerpo, dado que éste último representa un objeto cerrado sobre sí mismo.

Desde esa corporalidad, se plantean interrogantes sobre la multiproyección del organismo, expansión que es posible únicamente por los modos de percepción ampliados por la tecnología, encargada de maximizar la experiencia sensorial. No es menos preciso ubicar aquí, por ejemplo, el modo en que actúan las realidades virtuales en las experimentaciones con las artes del movimiento, donde el cuerpo del intérprete está-no está y/o se multiplica (la fantasía se realiza), a la vez que el cuerpo del espectador alterna el estatuto de reconocimiento fragmentándolo en realidades paralelas: es espectador en una realidad mientras que en la otra es su cuerpo el que forma parte del escenario artístico; y en ambos lugares parece estar presente-ausente. Asimismo “se le exige desde producción determinada disposición, pero también cierta capacidad que trasciende lo relativo a las técnicas corporales”. A esta parte sirve el concepto de desmaterialización que Temperley desglosa brevemente en sus páginas. Entraría en esta categorización la performance, con todas sus variantes.

Todo el libro queda signado por la necesidad de confeccionar un nuevo campo metodológico específico que permita analizar y teorizar sobre los nuevos fenómenos concomitantes con la tecnología y el arte, entendiendo que los cambios procedentes de la tecnología y sus experimentaciones en el campo artístico configuran un nuevo modo de ver. Parafraseando a John Berger, una nueva conformación del ser-en-el-mundo. Evaluar la obra de arte según sus rasgos formales, sin tener en cuenta la vivencia que el espectador tiene de ésta, es no tener en consideración la instancia de recepción, que es inherente a todo discurso. Al cambio, dice Temperley, “debemos hacerlo a nivel estructural”.

 

Videodanza. Complejidad y periferia. Hacia una plataforma de análisis de la danza en interacción con la tecnología. Editado por RGC libros, con el apoyo de VideodanzaBA y el Centro Cultural de la Cooperación. Buenos Aires, Argentina, 2017.

                                                                                                                                                                                                                                                                                  

Acerca de:

Eugenia Lino

Es escritora y está próxima a graduarse como Licenciada en crítica de arte por la UNA. Es, desde el año 2016, alumna regular de la Fundación Descartes y editora de la sección de artes escénicas de la revista independiente y digital Indie Hoy. Ha colaborado con las revistas Artes Críticas y Ramona. Es bailarina en sus memorias; actualmente aborda la danza desde la escritura.

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