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Falsa Danza: ¿ser engañado o dejarse engañar?

El 16° Festival Internacional de VideoDanzaBA dio inicio el 21 de agosto en el Centro Cultural de la Cooperación con la presentación del libro Videodanza: complejidad y periferia. Hacia una plataforma de análisis de la danza para la pantalla con autoría de Susana Temperley. La investigadora se destacó, además, como curadora de la muestra titulada Falsa Danza, una de las secciones del festival. La pregunta que subyace y sostiene la muestra es: el cuerpo, concebido como “prueba” fehaciente de existencia en un tiempo y espacio determinados, ¿puede dar lugar al engaño?

De este modo, Falsa Danza se encarga de problematizar desde distintas puestas en escena la capacidad -o no- del cuerpo para engañar al espectador: una muestra fotográfica, una obra escénica (Condición Fractal de Mauro Cacciatore) y proyecciones de videodanza (La Siesta de un Fauno con fotografía de Adolf Mayer, Chámame de Silvina Szperling y Hi Jinx de Billy Cowie y Liz Aggiss). Las dos primeras expresiones son las que me ocupan en esta ocasión, especialmente, porque en conjunto habilitan una nueva pregunta acerca de la muestra: ¿Falsa Danza nos engaña o dejamos que nos engañe?

Foto: Olga Sokolinskaya

El puntapié inicial del proyecto curatorial fue la publicación en Youtube de un video de La Siesta de un Fauno de Vaslav Nijinsky, bailarín del cual, según se creía, no se tenía registro fílmico. Su importancia en el mundo de la danza como hallazgo histórico prevaleció sólo hasta que se reveló que dicho video era falso: fue producido por un artista audiovisual a partir de un montaje de fotografías de Adolf Mayer.

Foto: Oumaima Elmouatez

En el cruce entre el cuerpo y sus posibilidades -o no- de mentir, inevitablemente, aparecen temas como la ¿hibridación? del video/fotografía y la danza y la tecnología como configuradora de nuevos mundos, de nuevas realidades. Y con ello, de nuevos cuerpos en tanto su transformación es inevitable en el pasaje frente al ojo de una lente. En este sentido, es probable que ninguna obra del festival de VideoDanzaBA escape a las preguntas que Susana Temperley le hace a la danza.

En la muestra fotográfica de Falsa Danza participaron fotógrafos nacionales e internacionales: Lucia Benamo, Ariel Feldman, Florencia Castaneda, Olga Sokolinskaya, Maria Belén Loiza, Lulik Pastor, Coti Cibilis, Lucas Beltramino, Oumaima Elmouatez y Benjamin Juhel. Los trabajos de estos artistas no se llevaron a cabo especialmente para formar parte de la muestra, aunque todos ellos, en su multiplicidad de estilos, temática y puesta en escena, permiten ser pensados en relación con lo apócrifo en la danza.

Foto: Benjamin Juhel

Parece ser el lenguaje de la fotografía el que –aunque en su inicio histórico no funcionó de este modo- hoy en día (y desde hace tiempo) posibilita la discusión por su grado de representación de la realidad. No se puede negar que la fotografía funciona, en cierto punto, como registro o archivo pero justamente esta es una posibilidad, entre infinitas otras, como la del engaño o la ambigüedad, por ejemplo (por contraposición al registro fidedigno que, por otro lado, nunca lo es). En esta misma línea, la danza inmóvil de la muestra adquiere distintas formas: difusas o borrosas, flotantes e imposibles, siniestras y fantasmagóricas, montadas e intervenidas, que dan sensación de suspensión o de movimiento. El viejo sueño de superar las leyes de la gravedad de la danza sólo es posible a partir de la fotografía: hay cosas con las que el cuerpo no puede mentir sino a partir de alguna técnica extra-corporal.

Foto: Florencia Castañeda

La suspensión del tiempo en un momento, en un espacio, en un accionar (o en un danzar), desconocidos para el que mira, son datos imposibles de rescatar sino como recorte subjetivo de lo que -quizás- fue. En este sentido, dicho desconocimiento es el territorio propicio para la mentira.  Pensándolo en términos de Ulrich Baer, la fotografía es meramente performativa: su tiempo no está dado, sino vacío y abierto a la transformación. Esta concepción de la fotografía implica la no existencia de certezas en las imágenes: al igual que el futuro, la fotografía es pura potencia. Las imágenes esperan llenar ese tiempo vacío con la significación de un otro. Aquella “esencia performativa” del tiempo fotográfico es de un estatuto completamente diferente al tiempo “lleno” de la danza: no hay nada más cargado de veracidad que la percepción de la fisicalidad propia y de otros, en un aquí y un ahora compartidos.

Foto: Ariel Feldman

El juego de Falsa Danza y la performatividad de la imagen como pura potencia, en relación con el desconocimiento y el engaño, permite pensar que la muestra aborda de manera indirecta incluso aquello que excede al lenguaje de la danza. Es esta misma potencialidad de la que abusan los medios de comunicación a la hora de poner en duda, según su conveniencia, la importancia de la presencia de los cuerpos. Aquella danza inmóvil completa su sentido sólo a partir de nuestra presencia móvil y temporo-espacial. Pero, ¿queda algún lugar para el engaño, en tanto la idea de falsedad se hace explícita desde un comienzo? Cuando hay conocimiento, sólo queda lugar para un “dejarse engañar” y sumergirse en cada pequeña ficción que propone la muestra.

Foto: Coti Cibilis

A menudo, lo que se desconoce puede ser aquello de lo cual no se tiene certezas, lo que deja lugar a la duda, a la posibilidad de ambigüedad; incluso lo que no se ve directamente, sino “a través de…”. Por este motivo, distintas formas de espejismos protagonizan Falsa Danza. La imagen que el espejo devuelve siempre es una duplicación y, en este sentido, es inevitable no coincidir con el pensamiento platónico y pensar, aunque sea, en un mínimo grado de falsedad.

Foto: María Belén Liza

Así como la duplicación se hace evidente en la muestra fotográfica por la disposición de las imágenes enfrentadas sobre espejos, la obra escénica Condición Fractal vehiculiza la misma idea pero, en este caso, mediante la presencia real del intérprete en escena. La fisicalidad concreta de Mauro Cacciatore entra en tensión con su propia imagen, con su duplicación y su reflejo: su cuerpo danzante es puesto en abismo, proyectado infinitamente, transponiendo, mediante la tecnología, el juego representativo de Las Meninas de Velázquez. Los dispositivos de video hacen de la imagen del intérprete la representación de la representación. Lo llamativo de Condición Fractal es cómo la intervención de los dispositivos técnicos en tiempo real modifica la danza, el punto de vista, el tamaño y lo visible para el espectador.

Foto: Lucía Benamo

 

Mauro Cacciatore no se queda atrás respecto de la muestra fotográfica a la hora de abordar la cuestión de la temporalidad en la danza. Juega con el carácter efímero de sus movimientos detalladamente coreografiados de una manera muy particular, interviniendo la acción que supuestamente se esfuma en el tiempo, registrándola y reproduciéndola como si fuese un sinfín. Las pantallas funcionan como grandes espejos “imitando” perfectamente al intérprete y otorgándole a la obra un gran atractivo visual. Condición Fractal es la tensión entre la -¿falsa?- imagen del artista y su presencia física innegable, al igual que la presencia del espectador.

 

 

 

 

Foto: Lucas Beltramino

 

 

*Foto portada: Lulik Pastor

Acerca de:

Melisa Alzugaray

Es Licenciada en Crítica de Artes, mención Danza (Universidad Nacional de las Artes, Buenos Aires). Forma parte del grupo de investigación “Danza-tec: escrituras e inscripciones del cuerpo tecnológico en múltiples soportes y escenas” que dirige Silvina Szperling en el marco del Instituto de Investigación en Arte y Crítica. Además, se dedica al estudio de diversas artes escénicas y del movimiento.

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