LOÏE. 13

Danza y oralidad

Sobre el ritmo y la narratividad como ejes del cuerpo mediatizado

13 de diciembre de 2023
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Español

Considerar el extenso decurso de la mediatización del Homo sapiens implica tomar como foco de indagación el cuerpo, sus técnicas y tecnologías, recursos que se sucedieron a lo largo de la existencia del ser humano en la conformación de medios y dispositivos orientados a prácticas sociales.

El enfoque disciplinar denominado Teoría de la Mediatización, acuñado bajo el paradigma de la sociosemiótica por Eliseo Verón (2013), presenta, como uno de sus puntos centrales, el concepto de fenómeno mediático. Para Verón, los fenómenos mediáticos forman parte constitutiva del desarrollo de nuestra especie y de su capacidad de semiosis ya que permiten explicar la materialidad del sistema social en términos de operaciones de exteriorización de procesos cognitivos.

Así, los fenómenos mediáticos se caracterizan por poseer dos propiedades fundamentales: persistencia y autonomía, y es a partir de tales cualidades que se generan las alteraciones de escala[1] que distinguen lo social de los sistemas psíquicos[2], iniciando, de esta manera, el proceso evolutivo de la semiosis social.

Las líneas que siguen buscan establecer, como una suerte de prolegómeno, ciertas bases desde donde poder observar la danza a la luz de la Teoría de la Mediatización.

El problema de la danza vista desde la teoría de la mediatización de trayecto largo

Ahora bien, ante la pregunta por el modo -o los modos- en que la danza puede ser abordada desde el análisis en el marco del largo decurso de la mediatización, aparecen, en seguida, dos resistencias:

  • En primer lugar, al intentar darle a los fenómenos dancísticos estatuto de fenómeno mediático, se presenta la cuestión de la consideración del cuerpo como soporte material. Este aspecto obstaculizaría, al menos en una primera aproximación, la observación de un proceso de exteriorización del sentido en un objeto autónomo, es decir, por fuera del cuerpo (el atributo de autonomía es, como dijimos, una de las dos propiedades que posibilitan el funcionamiento de los fenómenos mediáticos, tal como los define Verón).
  • En segundo lugar, y también en una primera instancia de acercamiento, el carácter de un evento dancístico con soporte en el cuerpo es efímero, lo que podría llevar a encontrar otra carencia, la relativa al rasgo de permanencia necesario para el sostenimiento y funcionamiento del fenómeno mediático.

Este doble problema podría hacernos suponer que la danza iniciaría su proceso de mediatización recién a partir del advenimiento de la imprenta, e incluso mucho más adelante, solo al surgir la tecnología del registro fílmico. De modo tal que, el caso que nos convoca -la danza observada como objeto desde los estudios de la mediatización de trayecto largo- es, inevitablemente, un asunto incómodo: el analista tiene ante sí una de las formas de expresión más antiguas -la danza- y, sin embargo, en apariencia, no sería posible incluir esta capacidad constitutiva del ser humano como objeto de estudio definido desde la Teoría de la Mediatización.

Partiendo de estos aparentes obstáculos, iniciaremos un recorrido por diferentes investigaciones buscando continuar con nuestro norte, esto es, la posibilidad de dar cuenta de los modos en los que se manifiesta la danza en el largo proceso de la mediatización.

Para comenzar esta indagación consideramos de importancia rescatar la manera en que Guillermo Olivera (2022), en sus estudios dedicados a la obra póstuma de Eliseo Verón, detecta relieves no frecuentados de su teoría.

Es cierto que los fenómenos mediáticos proporcionan materialidad, autonomía y persistencia en el tiempo a los sistemas sociales –siendo ésta una de las diferencias cruciales de los primeros respecto de los ‘comportamientos’ que solo consiguen exteriorizar corporalmente en tiempo presente a los sistemas psíquicos– de modo tal que los fenómenos mediáticos son aquellos que ‘hacen posible la intervención de la temporalidad’ (pasado y futuro) y, así, ‘la construcción del espacio-tiempo histórico’ (Verón 2013: 298-300) en el sistema social. (Olivera, 2022, p.265)

Sin embargo, como el mismo Olivera señala, para Verón los fenómenos mediáticos no son, en sí mismos, condiciones suficientes para la hominización de las sociedades, puesto que, si bien la autonomía y la persistencia en el tiempo, propia de los fenómenos mediáticos, son precondiciones necesarias, no por ello son suficientes para que se produzcan las rupturas y alteraciones de escala y el despegue de lo social respecto de los sistemas psíquicos: “es solo a partir de estos dos últimos procesos –ambos requieren de una materialidad temporal con capacidad de (meta)reconfiguración, hacia adelante y hacia atrás– que puede iniciarse el proceso evolutivo de la semiosis social” (Olivera, 2022, p. 265).

El investigador establece las siguientes conclusiones:

  • Verón postula a la mediatización como vía de acceso a la semiosis; y de un modo más radical aun, señala que la mediatización es la constructora de las ‘únicas puertas de acceso’ a la historia de la semiosis. Ahora bien, este proceso es crucial, pero también impensable por fuera de la terceridad, dado que al hablar de ‘acceso’ Verón está apuntando a la circulación y sus reglas[3].
  • No es sólo a través de la autonomización y persistencia de los discursos en los fenómenos mediáticos (primeridad y secundidad), sino también en virtud de las reglas de producción y reconocimiento introducidas, institucionalizadas y amplificadas por el proceso de mediatización de los discursos (terceridad) que se vuelve visible el desfase (=no linealidad) desde la posición del observador.
  • En consecuencia, la relación entre fenómenos mediáticos y desfases tampoco es causal, sino de institucionalización, multiplicación y amplificación (de los primeros respecto de los segundos)y, por otro lado, la institucionalización y la amplificación sólo pueden efectivizarse por vías de la terceridad, que es constitutiva de todo proceso de mediatización.

En otras palabras, aunque los fenómenos mediáticos estén en el origen de los sistemas sociales y el proceso ‘evolutivo’ les otorgue a los primeros la posibilidad de incorporar a los segundos –haciendo así posible que los fenómenos mediáticos accedan a configurarse en procesos de mediatización– de ningún modo se lo aseguran ni, de suyo, se lo garantizan. En definitiva, Olivera concibe, en su lectura de la semiosis social de Verón, que el pasaje evolutivo del fenómeno mediático al proceso de mediatización no es necesario ni universal, sino que está regulado por la indeterminación y la contingencia (aspectos que son constitutivos de la terceridad y de los procesos simbólicos).

Para Olivera, los cambios propios del proceso de mediatización tienen mucho que ver con lo que el sociólogo británico Anthony Giddens (1979) ha designado como procesos de estructuración de las sociedades.

Los procesos de mediatización son, entonces, aquellos que mejor señalan las rupturas y reconfiguraciones dentro de las continuidades evolutivas de la semiosis: de allí su carácter de meta-procesos (la mediatización es, ante todo, ruptura y reconfiguración, para adelante y para atrás, y esto explica su condición de proceso histórico ‘meta’ (cf. Olivera 2015).(Olivera, 2022, p.266).

De modo tal que, como meta-proceso, la mediatización se define no fenomenológicamente sino meta-históricamente, es decir, epistemológicamente.

De esto se deriva que el acceso al análisis de los procesos de mediatización sólo puede ser metadiscursivo o metalingüístico y, por lo tanto, enunciativo -nunca meramente empírico- y, en consecuencia, la mediatización tiene que ver con marcas. Esto es, si la mediatización siempre produce alteraciones de escala, su precondición es que las huellas que los fenómenos mediáticos dejan en nuestra historia puedan ser leídas como marcas según ciertas reglas que le den sentido.

Cuerpo, narratividad y cognición

Oscar Traversa en su artículo titulado “Mediatización y narratividad” (2018) aborda la cuestión de la narratividad como fenómeno ligado a la mediatización señalando que cuenta con una larga trayectoria entre las actividades del Homo Sapiens, ya que aporta a la ontogenia y a su identidad, y distingue dos clases de operadores relacionales de la sintaxis narrativa:

…unos dan forma al discurrir temporal, y otros, en cambio, actúan como operadores situacionales, como repertorios abiertos convencionales o arbitrarios, de forma tal que dan cuenta de la morfología de los agentes o del espacio. Esta situación involucra a cualquier fenómeno narrativo, factual o ficcional, de los tiempos más lejanos o del presente más inmediato, sus cualidades abstractas no tienen más valor analítico que el señalamiento de un hecho crucial: todos los colectivos humanos conocidos, de todo tiempo y lugar, son productores de entidades que se ajustan a esas propiedades”. (Traversa, 2018, p. 43).

De modo tal que, para el investigador argentino, los procedimientos narrativos y el narrar se encuentran enraizados con la humanidad desde momentos tempranos, integrados a lo que concierne a la constitución de los colectivos sociales. De esta manera, las tramas narrativas tienen el rol de articular el despliegue de estrategias comunicacionales que posibilitan el accionar colaborativo. Traversa identifica también un vínculo entre operatoria social e instrumental con procedimientos narrativos en la edificación de producciones imaginarias. Tales producciones involucrarían todo lo concerniente a las creencias, por una parte, yal conjunto de la producción artística y al extendido de las prácticas estéticas, por otra.

En este punto, vamos a introducir asimismo el señalamiento que el autor realiza en “Ficción narrativa y mediatización: acerca de sus relaciones” (2019) sobre el despegue de lo social respecto de los sistemas psíquicos, y la necesidad constitutiva de soportes materiales para la pervivencia temporal de estas alteraciones:

A nuestro entender, si por un lado incluye individuos e instituciones, en el mismo movimiento se ponen en juego el conjunto de sus propiedades. Es decir: dos entidades asimétricas en cuanto a su relación con la temporalidad: una limitada en la duración de una vida con sus designios y apetitos, la otra indefinida en su duración y trayectos. Ese lugar simultáneo del cuerpo y del no-cuerpo es convocado en todo el trayecto de la mediatización; una tensión, en síntesis, siempre necesaria a resolver… (Traversa, 2019, p. 15).

De modo tal que las instancias de “cuerpo” y de “no-cuerpo” implican una asimetría fundante en su relación con la temporalidad y que lleva a que cada dispositivo que integra esta larga historia ha resuelto o resuelve, a su modo, la tensión entre instantaneidad y duración.

Ahora bien, es posible establecer un nexo entre los aportes de Traversa con respecto al funcionamiento de la narratividad, integrada en el meta-proceso de la mediatización, y los de Claudio Paolucci (2021) acerca de tal operatoria, concebida desde el punto de vista las ciencias cognitivas.

El autor italiano señala que la tendencia contemporánea de esta corriente científica considera el pensamiento y la cognición no como localizables en la mente o el cuerpo, sino como la emergencia del pensamiento en tanto que proceso mediado, fruto de una pluralidad de instancias que hacen del individuo el nudo de una red y no su centro organizador.

Para este investigador, se debe observar a la narratividad como o una dimensión de gran poder en el nivel de la cognición:

Una vez que el concepto de narratividad hace su aparición en el paisaje cognitivista, lo que cambia es la idea misma de cognición, porque ya no concierne necesariamente a la mente y los procesos que intervienen ´bajo la piel´ del individuo. Por el contrario, la cognición comienza ahora a depender constitutivamente de la construcción de un mundo social y de la intersubjetividad que definen las propias condiciones de posibilidad.(Paolucci, 2021, p. 94).

A partir de tal circunscripción, estamos en condiciones de establecer un primer postulado: el de considerar que el cuerpo actúa como molde de sus propias experiencias, al tiempo que se predispone-desde este mismo molde- para nuevos decursos narrativos.

Pensando entonces en nuestro objeto, la danza en el entramado de la mediatización, es posible dar inicio a la observación del entrejuego temporo-espacial que define lo dancístico y que ya podemos designar como delimitado por procesos de encarnación y procesos de exteriorización sostenidos en el eje de la narratividad, y donde se manifiestan rupturas de escala y efectos radiales, aspectos que, lejos de efectuarse en un desarrollo evolutivo progresivo, comprenden un cúmulo de complejidades y tensiones.

Memoria, piedra basal del aprendizaje de la danza

Ahora bien, al considerarla danza desde su papel en la vida social y sus instituciones, es decir, al indagar en las modalidades de aprendizaje y transmisión, lo primero que aparece a la reflexión es la configuración del gesto y del movimiento (del tipo que fuere: más o menos especializado, con mayor o menor dificultad, que exija o no un cuerpo entrenado), aspecto siempre subsumido a la transferencia y a determinadas modalidades de aprendizaje y, por ende, a procesos del orden de lo cognitivo.

En este sentido, la neuropsicología ha indagado en el campo de la formación de bailarines como un proceso psicológico y fisiológico, cuya complejidad pone en juego un sustrato tanto físico como afectivo.

La memoria, piedra basal del aprendizaje de la danza, en tanto resultado de un proceso,  depende de extensos almacenes de información asociativa contenidos en diferentes áreas del cerebro. Para que el sistema de memoria funcione correctamente, hay tres etapas esenciales: codificación, almacenamiento y recuperación de información, las cuales interactúan constantemente entre sí.

La codificación –también llamada “entrada y registro”–es un proceso a través del cual se registra la información. Como esta información tiende a tener características diferentes en cada proceso de codificación, algunas de ellas pueden registrarse para adaptarse al tipo de información (verbal, visual y práctica) en una parte específica de la memoria (a corto o largo plazo), ya sea inconsciente o conscientemente (Baddeley et al., 2002; Wilson, 2009).

El almacenamiento (consolidación) es la segunda etapa o proceso de memoria, y se produce después de la codificación y antes de la recuperación (recordar) de procesos. Esto implica que almacenamos la información codificada o datos de entrada en nuestra mente con el fin de reutilizarlos en ciertas circunstancias.

La recuperación es una etapa en la cual la información almacenada en los dos primeros pasos es convocada en respuesta a alguna señal para el uso en un proceso o actividad (Baddeley et al., 2002; Wilson, 2009).

De acuerdo con Mejías Cuenca (2009), hay informaciones cuyo mantenimiento en la memoria es menos duradero que otras. Precisamente, las motrices se retienen mejor que otros tipos de informaciones, lo que hace que la estimulación rítmica y continua se mantenga en la memoria con mayor facilidad. La primera estrategia de memoria es adquirida espontáneamente con la repetición, mientras que la segunda estrategia consiste en la organización o agrupación por categorías (a partir de los once años, aproximadamente, aparece la elaboración como una estrategia de memoria basada en la relación entre ítems de diferente categoría).

Así también, Cross et al.(2006) señalan que, en la danza, el bailarín más experimentado tiene automatizados muchos movimientos, parte de la técnica que tanto ha practicado, y, cuando ejecuta una variación, no tiene que reproducirlos conscientemente para que broten. Esos datos se encuentran en su memoria a largo plazo como parte de su conocimiento consolidado. De este modo, un bailarín tiene mayor capacidad para captar nueva información (por ejemplo, pasos o encadenamientos más difíciles integrando este conocimiento a los ya adquiridos).

Cabe mencionar la investigación sobre el gesto corporal en el marco de los rituales realizada por José Finol (2002). El autor se refiere a la interrelación entre cuerpo,rito y gesto como una semiósfera autónoma debido a la fuerte codificación de estos elementos, pero señala que, sin embargo, ello no debe llevar a entender la comunicación a través de los gestos de forma aislada, los cuales, en verdad, se encuentran conformando un sistema junto al habla y a la morfología corporal, así como con el macrocontexto construido por la instancia de la ceremonia ritual. Así también, el investigador considera que la gramática de la repetición es clave en la conformación de dicha semiósfera:

Como sistema de comunicación, el rito crea reglas fijas para la realización de actos secuenciales, repetitivos y redundantes, donde cuerpo y gestos constituyen estructuras fundamentales para el proceso de significación. Según Nöth (1990: 398), en el rito losgestos cumplen la función fática propuesta por Jakobson (1960): «sirven para establecer, cambiar, confirmar o restaurar las relaciones sociales». (Finol, 2002, p.87).

Ritmo y placer como constructores de lo social

Desde otra perspectiva, esta vez desde el campo de la filología, resultan pertinentes las consideraciones de Havelock (1986/2008) respecto del aprendizaje y su relación con la memoria. Para el investigador, esta última juega un papel crucial en la adquisición de conocimiento, siendo la acción de repetición la clave que da cuenta de su importancia. En otras palabras, la retención exitosa en la memoria se forma a partir del ejercicio de repetir. Sin embargo, tal requisito no es suficiente, se requiere además un “método” de lenguaje susceptible de redundancia, es decir, estructuras de sonido acústicamente idénticas que sean capaces de cambiar de contenido para expresar significados diversos: “Se trató, para el hombre primitivo, de convertir el pensamiento en habla rítmica. Esto ofrecía lo que era automáticamente repetible, el elemento monótono de una cadencia recurrente creada por correspondencias entre los valores puramente acústicos del lenguaje pronunciado” (Havelock, 1986/2008, p.105).

En síntesis, Havelock descubre dos requisitos necesarios para que la oralidad pudiera convertirse en dispositivo social: 1. Un carácter orgánico, es decir, el poder “sostenerse” en el soporte dado por el aparato fonador; 2. Elementos de objetivación de su funcionamiento para poder persistir en el tiempo. La clave, para el autor, se encuentra en la repetición, pues la retención exitosa en la memoria se forma a partir de este mecanismo, y señala que tal acción se asocia a una sensación de placer (factor de primera importancia para entender la fascinación de la poesía oral). En definitiva, el ritmo sería el fundamento de todos los placeres biológicos, naturales e, incluso, intelectuales.

Tanto Havelock, con su tesis sobre el hablar rítmico, como la neurociencia, con sus postulados sobre el rol de la danza en la socialidad, presentan posturas que coinciden en que el ritmo, por su estructura sostenida en la alternancia de intervalos y repeticiones, viene a integrarse a esta cadena operatoria de interiorización-exteriorización del conocimiento soportado en el cuerpo mismo. Así, se comienza a vislumbrar cuál es el lugar que ocupa el cuerpo en el entramado del funcionamiento de los fenómenos sociales relativos a la comunicación mediada y mediatizada.

En síntesis, considerando los procesos cognitivos que involucran las emociones y sensaciones, el punto donde se materializan e integran está conformado por el ritmo y la acción motora. Así, en el linde entre la interiorización y la exteriorización que configuran desde una mirada sistémica -un cuerpo como “membrana”, en tanto soporte permeable entre un afuera y un adentro (Luhmann, 1982), o como cuerpo “envoltura”[4], desde una mirada semiótica- se exterioriza (se encarna) la emoción, dando como efecto la sensación de placer.

Las cadenas operatorias que esta composición genera involucran procesos de imitación, repetición y sincronía del movimiento que estructuran rítmicamente la acción corporal, mientras que el efecto placentero resultante favorece, a su vez, la memorización. De este modo, el proceso en su totalidad conforma una base de permanencia necesaria para el sostenimiento en el tiempo y la transmisión de la experiencia de danza. Dicho de otra forma, el ritmo y la sensación de deleite aparecen como la plataforma a partir de la que toma relieve el largo decurso de la danza y su desenvolvimiento en el entramado de los fenómenos mediáticos. A partir de aquí, la danza integrará nuevos procesos de exteriorización que se agregan como capas al punto de partida original: la memoria encarnada.

Balance

Se trató de poner en perspectiva los desafíos que implica dar cuenta de la danza en el entramado de la mediatización de trayecto largo, y los modos en que la semiótica y las ciencias cognitivas, abocadas al análisis del cuerpo en movimiento y a los roles e identidades que asume a partir de éste, permiten acercarnos a un camino lo suficientemente sólido como para emprender el recorrido por esta suerte de meta-historia.

Partimos de la consideración veroniana acerca de las técnicas corporales y la configuración de los primeros fenómenos mediáticos, y a partir de allí, señalamos la apertura de un campo de observación, focalizando la indagación en la memoria como piedra basal de los procesos cognitivos.

De este modo, concluimos que:

  • Las cadenas operatorias implicadas involucran procesos rítmicos de acción corporal, mientras que el efecto placentero resultante favorece, a su vez, la memorización. De este modo, el proceso en su totalidad conforma una base de permanencia necesaria para el sostenimiento en el tiempo y la transmisión de la experiencia de danza.
  • Las particulares dinámicas que abarcan a la danza y sus procesos en una instancia de fuerte contextualización implican la vectorización de los ritmos corporales, los cuales involucran procesos de imitación, repetición y sincronía del movimiento que estructuran la acción corporal hacia nuevas configuraciones materiales y técnicas.
  • El ritmo y la sensación de deleite aparecen como los pilares a partir de los que se configura el largo decurso de la danza y su desenvolvimiento en el entramado de los fenómenos mediáticos.

Para finalizar, resulta pertinente hacer referencia, una vez más, al acento dado en este trabajo al concepto de narratividad –a partir de dar voz a diferentes autores- para preparar el terreno para una lectura del cuerpo y de la danza observando modalidades de funcionamiento integradas en un dispositivo de construcción de sus propias condiciones de posibilidad y de involucramiento en la configuración de mundos.

Especialmente, en cuanto a los mundos dancísticos construidos y por construirse en el contexto de la mediatización de trayecto largo, dejamos abierta la invitación a la indagación con foco en los sistemas socioindividuales que, de acuerdo con Verón (2013), a través de la aparición de los fenómenos mediáticos, representan una precondición de los sistemas sociales.

 

***

 

[1]Para el investigador, los efectos provocados por los fenómenos mediáticos en su devenir histórico son de tipo radial, lo que  aumenta la aceleración del tiempo individual y social (Verón, 2015).

[2]La teoría de Verón tiene base en la de los sistemas de Niklas Lhumann (1982). Este autor teoriza de manera metódica la sociedad como sistema, un sistema constituido únicamente por la comunicación. El sistema social reproduce la comunicación tal y como los sistemas vivos reproducen la vida y los sistemas psíquicos reproducen la conciencia. En definitiva, en la teoría sistémica luhmanniana, la comunicación produce y reproduce la sociedad.

[3]En este punto el lector debe tener en cuenta que la perspectiva veroniana implica un desfase constitutivo, es decir, la no linealidad entre las instancias de producción y de reconocimiento de un discurso.

[4] Categoría acuñada por Fontanille (2004/2018) y desarrollada por Mangieri (2019) en el sentido de envolturas narrativas que ponen en juego una competencia cognitivo-afectiva: “El sujeto posee los esquemas de un saber-hacer que aparece en arcos temporales más largos, en los cuales el cuerpo percibe sus envolturas naturales como frontera material y psíquica, como borde-límite o como espesura carnal de intercambio de signos y trazas (externas e internas)” (Mangieri, 2019, p.10).

 

Bibliografía citada y consultada

  • Baddeley, A. D., Kopelman, M. D., & Wilson, B. A. (Eds.). (2002). The Handbook of Memory Disorders. (Segunda edición). John Wiley & Sons.
  • Cross, E. S., Hamilton, A. F. de C, & Grafton S. T. (2006). Building a motor stimulation de novo: observation of dance by dancers. Neuroimage,31(3), 1257-1267. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2006.01.033
  • Finol, J. E. (2002).Cuerpo y rito: la estructura del gesto en ceremonias públicas. deSignis, (3), 81-90.
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  • Havelock, E. (2008). La musa aprende a escribir. Paidós Ibérica. (Texto original publicado en 1986).
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  • Mangieri, R. (Agosto, 2019). Al alcance de mis dedos: espacios personales en las artes performativas[Presentación en congreso]. Congreso Mundial de Semiótica IASS – “Trayectorias” 2019.Buenos Aires, Argentina.
  • Mejías Cuenca, I. (2009). Optimización en procesos cognitivos y su repercusión en el aprendizaje de la danza. [Tesis Doctoral, Universitat de València,Departament de Psicología Evolutiva I De L´ Educació]. Servei de Publicacions. Repositorio de la Universidad de Valencia. https://roderic.uv.es/handle/10550/23326
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  • Paolucci, C. (2021). Sentido y cognición: la narratividad entre semiótica y ciencias cognitivas.deSignis, (35), 83-99. http://dx.doi.org/10.35659/designis.i35p83-99
  • Traversa, O. (2018). Mediatización y Narratividad.Rizoma, 6(1), 41-48. https://doi.org/10.17058/rzm.v6i2.13005
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  • Verón, E.(2013). La semiosis social, 2. Ideas, momentos, interpretantes. Paidós.
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  • Wilson, B. A. (2009). Memory rehabilitation: Integrating theory and practice.The Guilford Press.

Acerca de:

Susana Temperley

Es Doctora en Artes (UNA), especialista en Crítica y Difusión de las Artes (UNA) y en Análisis de la Producción Coreográfica (UNLP), y licenciada en Comunicación Social (UBA). Desde el 2007 es profesora en Semiótica y Teoría de la Comunicación y Semiótica de las Artes en el área de Crítica de Artes (UNA).

Desde hace más de dos décadas, se encuentra abocada al estudio de la relación entre danza y tecnología y sus problemáticas en torno a los lenguajes del arte contemporáneo. Ha publicado artículos sobre este tópico en medios argentinos e internacionales. Es autora del libro Videodanza. Complejidad y Periferia. Hacia una plataforma de análisis de la danza en interacción con la tecnología, 2017, RGC, Buenos Aires y co-compiladora del libro “Terpsícore en Ceros y Unos. Ensayos de Videodanza” 2010, Guadalquivir, Buenos Aires.

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