Adolfo Izquierdo me lleva en su carro ochentoso a ver la compañía Danza Contemporánea de Cuba, un sábado 30 de abril. Recorremos las arboladas calles desde el barrio del Vedado a través de avenidas despejadas hasta el emplazamiento del gran Teatro Nacional, una construcción monumental curvilínea frente a la plaza de la Revolución.
El carro (seguramente de origen soviético) responde milagrosamente bien y llega a destino a tiempo. “Han adelantado la función a las 5 de la tarde por los preparativos para mañana”, dice Adolfo al aparcar. Es la víspera del 1 de mayo y hay mucha agitación en la zona, preparativos para el gran desfile que festeja un nuevo aniversario del carácter socialista de la revolución cubana.
También es la víspera de mi regreso a la Argentina luego de impartir el seminario de Videodanza en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños: EICTV.
Espacios míticos que denotan un gallardo desgaste. Nostalgia y resiliencia.
Entramos justo a tiempo y nos reciben con honores. Adolfo reporta a la Compañía como fotógrafo, su salario mensual está asegurado por ese puesto. Ha recibido su título de Licenciado en Artes Danzarias recientemente en la Universidad de las Artes (ISA), el cual sella su impresionante obra de danza y tecnología desarrollada a partir de una formación como artista visual y un derrotero que lo ha llevado a poner el cuerpo desde los años 80 hasta los 2000 con la fundadora de la danza moderna en Cuba: Lorna Burdsall.
Dichos relajados honores incluyen: entrada de cortesía (me ahorro los 20 dólares que han desembolsado los turistas ya acomodados en la gran platea), cóctel auspiciado por el ron Habana Club en el VIP durante el entreacto, muchos apretones de manos y la pregunta “¿Tú vives aquí?”, la cual se me sube a la cabeza, junto a los vapores del alcohol de la matiné.
La obra que comienza luego del apagón inicial es impresionante: un grupo de bailarines cojonudos, diestros, intensos (aún no corre el lenguaje inclusivo en Cuba). Estoy cerca del escenario y me impactan esas pieles sudadas, esos músculos inflamados, esa velocidad y precisión. La juventud formada en las escuelas de arte de Cuba en todo su esplendor. Le comento a Adolfo lo emocionada que estoy de volver a ver bailarines cubanos y qué bueno se ve el trabajo del grupo, y me replica: “Y eso que se ha renovado completamente el elenco hace 15 días”. Exilios que se suceden en oleadas.
Matria etnocentra despliega un recorrido que va desde una raíz afro, con sus desplazamientos curvos y sus movimientos con descarga a tierra, hacia una serie de íconos militares o militantes (estrellas rojas, ropas de fajina) en formaciones grupales rectilíneas y sincronizadas. Siempre con el torso muy erguido, los pies muy plantados y esas espirales que son el sello de la técnica de danza moderna cubana.
Al salir, pido que me presenten al coreógrafo George Céspedes y nos adentramos por los mágicos pasillos del teatro, subimos y bajamos escaleras. Me recorre una sensación indescriptible al atravesar el escenario. No puedo evitar la selfie, aunque sé que esa sensación es inatrapable. Preguntamos a los técnicos que están desmontando. “Ya se ha ido”, nos dicen.
Salimos del teatro y allí está, muy joven, treinta y pico, sonriente… tomando una cerveza. Me explica algo sobre la frase “Matria etnocentra” pero no logro comprender, me distraen los militares con sus preparativos, la atmósfera cambia. Una extraña mezcla de urgencia y resignación aparece. Me desubico… ¿Es la misma Cuba que visito hace casi 15 años? Observo que las calles están notablemente vacías.
Al hacer mis maletas me doy cuenta de que perdí mis anteojos de ver de lejos en el teatro. Creo recordar el momento del desliz de mis manos hacia el suelo del Pulman, desde donde vimos el segundo acto. Llamo a Adolfo y me dice que intentará buscarlos, pero que debe esperar a que los militares desocupen el teatro… Tomo como una buena señal esa pérdida. ¿Algo compensatorio? “Si encuentro tus espejuelos, te los guardaré hasta que vuelvas el próximo año”. Una promesa de reencuentro. Mis anteojos no han aparecido.
Al día siguiente voy al aeropuerto en un señorial carro de los años 50, hablamos hasta de guaraní con el conductor, y antes de tomar mi avión presencio muchas despedidas en el hall.
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Adolfo Izquierdo Mesa, artista visual, fotógrafo, diseñador y realizador audio-visual. Graduado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas en 1988, y de la Universidad de las Artes ISA en 2019. Creador independiente del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Miembro de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales. De 1988 al 2000 laboró como Asistente de dirección y diseñador escénico del grupo de Danza Alternativa “Así Somos” Dirigido por la Maestra Lorna Burdsall. Actualmente Asesor escénico y especialista en Comunicación Audiovisual de la Compañía Danza Contemporánea de Cuba. Cuenta con una veintena de filmes entre documentales y cortos de ficción, entre los que se destacan los Video-danza ″Sola″ y ″Desatada″, así como los documentales ″Sulkari Clásico″ y ″Ramiro, siempre la danza″. También cuenta con diez exposiciones personales y diecisiete exposiciones colectivas. Participó en una veintena de Talleres y Encuentros Internacionales de Arte. Premio TECNOLOGÍASQDANZAN 2014. Cuenta además con la Distinción por la Cultura Nacional.
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