La potencia de lo amable

Sobre “Un gesto amable se desliza sobre la inminencia del final” de Julia Gómez y Valeria Martínez

12 de junio de 2025
Disponible en:
Español

Un gesto amable se desliza sobre la inminencia del final, dirigida por Julia Gómez y Valeria Martínez. Creación y performance: Victoria Keriluk, Manuela Fraguas, Julieta Priegue, Martina Mora. Composición sonora: Federico Karrmann, Guido Gimigliano. Diseño de Iluminación: José Binetti. Diseño gráfico: Jonatan Kluk. Fotografía: Victoria Cozzarín. Producción: Victoria Keriluk, Manuela Fragua. MOVAQ: Malabia 852, CABA. Función: 31/05/25.

En la amabilidad hay una forma de resistencia sutil, una ética del cuidado que no se impone, sino que persiste. Un gesto amable se desliza sobre la inminencia del final se despliega como una coreografía de la sutileza, donde lo amable no es simple estética, ni una idea blanda: es una forma de estar en el mundo, una potencia silenciosa que sostiene sin exigir, que insiste sin avasallar.

Desde el inicio, un gran plástico negro cubre el piso, anticipando su rol protagónico. No es escenografía: es material activo, superficie viva, mar artificial. El escenario se convierte en un espacio líquido, poroso, donde los cuerpos se disuelven, se dejan atravesar. Una intérprete, apenas sostenida por una silla, se desliza lentamente hacia esa superficie. No hay sobresaltos. El movimiento es paciente. La caída es progresiva, casi contemplativa. Ese descenso, más emocional que físico, es el punto de partida o ¿posible primer final?, un comienzo que ya contiene algo de final. A partir de ahí, se suceden otros intentos por emerger, por escapar, por convivir con esa masa blanda que envuelve, retiene y absorbe.

El mar plástico -opaco, resistente- remite al agua como materia cambiante, en perpetua transformación. Agua que arrastra, que contiene, que cede. La danza que ocurre no se enfrenta con esa materia: la atraviesa, la escucha, se deja afectar por su lógica. En lugar de lucha, hay una entrega consciente al flujo. La resistencia, en este caso, no es confrontación, sino capacidad de permanecer, de estar con.

¿Y cómo se percibe la amabilidad? ¿Cuántos finales posibles se podrán pensar a través de lo amable?

Un ritmo paciente se inscribe en los cuerpos, como un pulso que acompaña la respiración sin retener el aire. El gesto amable, lejos de diluirse, actúa como una corriente que da continuidad a la escena. La suavidad no aparece como falta de fuerza o dirección, sino como potencia. Desde ese lugar, la obra propone una ética y una poética: la de lo sutil, lo mínimo, lo insistente. Los posibles finales están atravesados por esa lógica: no se cierran con contundencia, sino que se abren como variaciones, como umbrales tenues donde algo puede comenzar de nuevo.

Victoria Cozzarin

 

Los cuerpos se vinculan con esa materialidad plástica en una coreografía que insiste, que vuelve, que cede. Una y otra vez, las figuras emergen y caen, como náufragos. Varias intérpretes logran salir de ese espacio, otra queda atrapada. ¿Segundo final? Son los cuerpos los que encarnan ese gesto amable como una forma de vincularse con lo que los rodea: no buscan imponerse sobre la materia, sino coexistir con ella, alejarse o acercarse, y afectarla.

En un momento, la escena se oscurece casi por completo. La luz se vuelve apenas perceptible. Los cuerpos se desdibujan, pero no desaparecen: lo que aparece en primer plano es el sonido. El espacio se vuelve oído. El crujir del plástico bajo los cuerpos -ese sonido que evoca el agua, las gotas- se transforma en una coreografía sonora, un mar que se escucha y no se ve. Como un instante de suspensión donde el movimiento continúa, pero es el oído el que construye la imagen.

En el final -¿el final?- una de las intérpretes logra transformar la masa plástica en otra cosa. No la vence, no la destruye: la reorganiza. El gesto amable ha sido insistencia, ha sido porosidad, ha sido escucha. Lo que queda es una figura inmóvil, suspendida entre cuerpo y escultura, entre materia y forma. Como si en ese último gesto, la obra se encerrara dentro de sí misma: una obra dentro de la obra. Una imagen que no explica, pero que insiste. Una forma amable de cerrar, o quizás de dejar abierto. ¿Cuántos finales pueden caber en una escena que no se impone, sino que resiste amablemente?

¿Cómo se piensa lo que no busca imponerse pero que insiste? Quizás ahí radique la potencia de esta propuesta: en una danza que se permite no narrar, que no se apura, que se sostiene en su propio ritmo, como un sueño líquido cargado de sentido.

Lo que predomina es un tono de contención, una delicadeza que, lejos de debilitar el discurso, lo vuelve más potente y resonante. Un cuidado que no es complaciente, sino político. Una forma de tocar el mundo sin dañarlo.

Y entonces, desde esa ternura que escucha, desde esa firmeza serena que no irrumpe pero transforma, emerge una pregunta: ¿Y si la amabilidad fuera la forma más radical de resistencia?

Victoria Cozzarin

 

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Foto portada: Victoria Cozzarin

 

Acerca de:

Nora Moreno Macias

Es Licenciada en Curaduría en Artes (UNA), con posgrado en Gestión Cultural y Comunicación (Flacso). Actualmente forma parte del grupo de estudio y experimentación de curaduría en danza dirigida por Silvina Szperling. Además gestiona el Centro Cultural La Grieta, y es parte de la Cooperativa de Trabajo Cultura Creativa Ltda., que pone el foco en la integración de las artes con la acción comunitaria.

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