LOÏE. 17

Hacia una comprensión de la danza en clave tecnológica

14 de November de 2025
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Como si emergiera entre cuerpos en movimiento y dispositivos irradiantes, la investigación de Susana Temperley abarca un territorio donde danza y tecnología se enlazan con las problemáticas en torno a los lenguajes del arte contemporáneo. Tanto su formación de grado en Comunicación Social (UBA) como su Doctorado en Artes (UNA) y su interés por los cruces interdisciplinares la llevaron a situar el cuerpo en movimiento dentro de un horizonte expandido, donde las herramientas digitales, los dispositivos audiovisuales y las interfaces tecnológicas ocupan un rol fundamental. Siguiendo esa línea (e incluso, yendo más allá), Danza y tecnología – Un encuentro entre dos sistemas a la luz de la historia de la mediatización (Loïe. Contenidos editoriales, 2025) aparece como una obra que condensa años de investigación, docencia y análisis de la práctica artística, trazando un mapa crítico de tensiones y potencias dentro del área que circunscribe.

La escritura de Susana Temperley es capaz de activar resonancias entre disciplinas, épocas y sensibilidades. Su producción articula la reflexión teórica sobre la danza-tec con un análisis atento de prácticas que exploran la relación entre cuerpo y tecnología. En sus investigaciones no se limita a describir el uso instrumental de lo tecnológico en la escena, sino que examina cómo la digitalidad opera sobre los regímenes de percepción, las dramaturgias del movimiento y los modos de presencia. Este volumen constituye un acontecimiento editorial que trasciende el campo específico de la danza para interrogar el modo en que la cultura organiza las mediaciones entre cuerpo, tecnología e historia. No se trata de un libro más sobre la incorporación de dispositivos digitales al movimiento escénico: lo que Temperley plantea es una teoría de la relación, un intento por leer la danza como sistema que se entrelaza con otro sistema —la tecnología— en el largo decurso histórico de la mediatización.

Un punto  crucial para el trabajo es que su autora no parte de la idea de la danza como arte autónomo, ni de la tecnología como simple herramienta externa. El supuesto que guía el libro, en línea con lo planteado por Luhmann, es que ambas (danza y tecnología) son sistemas autopoiéticos que se interpenetran, por lo tanto, se definen y redefinen mutuamente. La danza no existe sin sus técnicas corporales, del mismo modo que estas técnicas se transforman y adquieren sentido a través de las prácticas que las actualizan. De forma similar, las tecnologías —entendidas por Temperley como una parte integral del desarrollo humano— participan de los modos en que el cuerpo y el arte se reinventan mutuamente, produciendo y modelando novedosas prácticas estéticas. La pregunta entonces ya no es acerca del lugar que ocupa la tecnología en la danza, sino más bien, acerca de qué tipo de danza aparece cada vez que una tecnología modifica las condiciones de percepción, de archivo o de circulación del movimiento.

Uno de los aportes más potentes del libro es el planteo de un “atlas de la mediatización de la danza”. A partir de este gesto, de pura tradición warburguiana, Temperley concibe la historia no como una línea progresiva y cerrada, sino como un entramado de imágenes, gestos y soportes que reaparecen, se transforman y se entrecruzan en distintos contextos. Este tipo de atlas no se organiza cronológicamente sino más bien de manera constelar, por lo que los haces de relación entre los objetos de análisis se construyen sobre un campo de referencias móviles: las Cartas de Noverre pueden resonar con un experimento digital de los años 2000, así como un sistema de notación del siglo XIX puede iluminar la lógica de los algoritmos de captura de movimiento de la actualidad.

A través del pensamiento de Warburg podemos entender que los anacronismos son parte constitutiva de la cultura. Temperley se enfila bajo ese mismo razonamiento para mostrar que la danza en su interacción con la tecnología genera un archivo vivo que no se clausura a medida que pasa el tiempo, apareciendo la mediatización como la trama que sostiene esas correspondencias.

Estaciones

El recorrido del libro se encuentra organizado como un viaje extenso que contiene una serie de estaciones “previas” que (junto al prefacio a cargo de Gastón Cingolani y la introducción propia de la autora) delimitan el marco teórico-metodológico además de circunscribir el problema, para luego dar lugar a los tres capítulos principales que condensan los ejes del análisis y operan como una vitrina del amplio catálogo de posibilidades que ofrece el universo de la danza (y del cuerpo) en relación con la tecnología y las múltiples relaciones que puede trazarse entre ellas.

En el capítulo Cuerpos densos (el primero de los tres que concentran el núcleo del análisis de Temperley), la atención se centra sobre la memoria, la notación y el archivo. La danza es entendida como un ejercicio de inscripción en el cual cada intento por fijar el movimiento (desde los sistemas gráficos hasta las colecciones digitales) termina produciendo un nuevo modo de corporalidad. Las Cartas de Noverre, efectivamente, contienen las bases del desarrollo del ballet narrativo moderno, pero, en la misma medida, se puede analizar el uso de (la tecnología de) la escritura por parte del coreógrafo para transformar la danza en materia legible, anticipando la función del “libro de danza” como operador de memoria colectiva.

Por otro lado, dentro del capítulo Objeto técnico, el eje se desplaza hacia las formas en las que el virtuosismo del cuerpo se articula con la tecnología para la creación de dispositivos escénicos, y se propone un desarrollo acerca de cómo las vanguardias históricas ensayaron una transición hacia la figura del cuerpo-máquina. En el análisis, se construye un vínculo entre aquellos dispositivos del modernismo temprano y las experiencias de la Bauhaus, para luego llevar la atención a los experimentos de la segunda mitad del siglo XX. Lo que emerge de estos cruces se pone en relación con la idea del artificio: la tecnología no se limita a asistir al cuerpo sino que lo transforma en una superficie de proyección, convirtiéndolo en un engranaje más de una compleja maquinaria estética.

El tercer gran eje, desarrollado en el capítulo Transformaciones, introduce el concepto de autopoiesis como una clave para comprender la emergencia del sistema danza-tec. Temperley sostiene que la danza en interacción con la tecnología opera como un sistema que genera sus propios elementos y condiciones de reproducción. Este enfoque resulta especialmente valioso porque permite entender el campo de acción de la danza-tec más allá de la oposición entre lo real y lo virtual. La autora presenta obras que trabajan sobre terrenos ambiguos, en las que el cuerpo físico y el avatar digital, la presencia y la proyección, y entre éstos, lo fantasmático, coexisten en un régimen de mutua constitución en el cual lo que a primera vista aparece como una pérdida de materialidad pasa a ser entendido como una reconfiguración de las formas de presencia.

Entre casos y constelaciones

Otro de los méritos del libro está ligado al corpus de casos que se ponen en juego, entendidos como nodos dentro de una red más amplia y en continuo proceso. Temperley retoma los Events de Merce Cunningham —estructuras coreográficas ensambladas de manera aleatoria para cada presentación que fueron desarrolladas entre los años 1968 y 2011 por Cunningham, y luego continuadas por el Merce Cunningham Trust como forma de presentación de su material— para mostrar cómo el azar, mediado por procedimientos tecnológicos, produce una nueva concepción del tiempo escénico. Estas construcciones dialogan en el libro con la serie 9 Evenings: Theatre and Engineering organizada por Billy Klüver en 1966, en la que ingenieros de Bell Laboratories colaboraron con artistas propiciando que la danza y la tecnología se encuentren en una alianza productiva. Este entramado,  a su vez, inauguró otro modo de pensar la escena contemporánea.

La autora también se detiene en casos más recientes de lo que se denomina generalmente como danza digital, donde la captura de movimiento, la inmersión y la realidad virtual configuran lo que ella llama “estética del espacio personal”. Aquí, la corporalidad se expande hacia dimensiones virtuales, y la mediatización se vuelve condición misma de existencia de la obra. En su análisis, Temperley evita por igual caer en la trampa de la fetichización tecnológica así como del lamento nostálgico para sostener la lectura de estos experimentos como parte de la historia de la mediatización de trayecto largo.

Los análisis presentados en esta sección configuran un recorrido que va de la experimentación fílmica temprana al entorno digital, proponiendo un mapa de las transformaciones del cuerpo mediado. El itinerario abarca desde los registros de principios del siglo XX de Ted Shawn hasta las obras de Margarita Bali de finales del XX e inicios del XXI, observando cómo cada tecnología no sólo amplifica el registro de la danza sino que redefine las condiciones de posibilidad del movimiento, transformando la noción misma de técnica corporal. En estos casos, los dispositivos técnicos participan activamente del sentido coreográfico: el cuerpo no se limita a ser soporte de inscripción, sino que aparece como interfaz sensible entre materialidades (orgánica, lumínica, audiovisual) que configuran nuevas gramáticas de percepción. A partir del análisis, la autora concibe la tecnología como una dimensión constitutiva del sistema danza-tecnología, en la cual cada innovación técnica reactualiza las formas de movimiento y, con ellas, los modos de pensar y sentir la danza.

Para cerrar

Como texto que asienta los recorridos de una investigación profunda, Danza y tecnología, a nivel conceptual, no es de lectura ligera, pero la capacidad de la autora de articular relatos junto a su minuciosidad teórica favorecen el viaje a través de sus estaciones. Cada capítulo puede leerse como una pieza autónoma, pero, al ampliar el zoom y tomar conciencia del conjunto, se puede tener también la certeza del tipo de constelación que se va construyendo.

En un campo como el de la danza, que muchas veces ha quedado en deuda respecto de la producción teórica e historiográfica, la aparición de un libro como este ofrece un andamiaje robusto: no es un manual ni un compendio de ejemplos sino, ante todo, una invitación a pensar. Además, su aporte excede los estudios de danza para dirigirse también a quienes investigan en comunicación, semiótica, historia del arte y estudios de la mediatización. Danza y tecnología es un libro necesario porque abre un campo de reflexión donde la danza se revela como clave para comprender nuestra manera de habitar la tecnología. Como todo viaje extenso, exige tiempo y disposición, pero ofrece a cambio un mapa singular: una cartografía crítica que muestra cómo en el entrelazamiento de cuerpo y tecnología se juegan no solo las formas del arte, sino también las formas de nuestra vida social y cultural.

 

  • Temperley, Susana. 2025. Danza y Tecnología. Un encuentro entre dos sistemas a la luz de la historia de la mediatización. Loïe Contenidos Editoriales.

 

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Mauro Cacciatore

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