LOÏE. 16

Cuerpos que arden

30 de April de 2025
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Bailarinas Incendiadas. Dirección: Luciana Acuña. Performers: Luciana Acuña, Carla Di Grazia, Agustín Fortuny, Tatiana Saphir, Matías Sendón. Texto: Mariana Chaud, Alejo Moguillansky. Diseño de vestuario: Mariana Tirantte. Diseño de espacio: Matías Sendón, Mariana Tirantte. Diseño sonoro: Matías Cella. Video: Alejo Moguillansky. Música: Agustín Fortuny. Diseño de iluminación: Matías Sendón. Fotografía: Tamia Oviedo. Asistencia de dirección: Carla Grella. Producción: Gabriela Gobbi. Colaboración en dramaturgia: Alejo Moguillansky. Colaboración artística: Milva Leonardi, Alejo Moguillansky. Coreografía: Luciana Acuña, Carla Di Grazia. Investigación: Ignacio Gonzalez. Coproducción: Arthaus. FIBA. ARTHAUS CENTRAL, Bartolomé Mitre 434, CABA.

Cuando la noche avanza sobre el casco histórico de la ciudad, una llama se enciende y brilla en el espacio Arthaus. Como si fuera un faro, señala el camino hacia una celebración donde la danza, la música y la palabra se conjuran para despertar a los fantasmas que anidan en Bailarinas Incendiadas. La propuesta participativa del Grupo Krapp invita a un viaje sin retorno a través de historias de bailarinas decimonónicas que, fieles a su amor por la danza, murieron trágicamente.

La obra se configura sobre una sumatoria de relatos, ya sean reales o no, acerca de aquellas bailarinas clásicas que mueren a razón del fuego causado por lámparas de gas, un tipo de luminarias que fueron utilizadas en los teatros durante gran parte del siglo XIX.

WO

Las historias se hilvanan de manera estratégica con descripciones minuciosas para presentar a los protagonistas y situar a lxs espectadorxs en tiempos y espacios específicos. Su recorrido es sustentado con material de archivo, exposiciones técnicas, crónicas policiales y obituarios, construyendo un verosímil para que todo sea admisible. Durante la hora y media de duración del evento, no hay tiempos muertos ni vacíos, hay un abanico de recursos poéticos, se trata de medios expresivos que aparecen de manera superpuesta. Se combina música electrónica con música en vivo, coreografías, monólogos, lecturas performativas, imágenes proyectadas en pantallas hasta hábiles juegos de luces que danzan al compás de la música clásica. Todo está al servicio de despertar en el público sensaciones en carne propia, asimilar el padecer de esas bailarinas en el momento cúlmine, aumentando la empatía hacia las protagonistas de las historias. También hay una connotación en el vestuario al combinar prendas casuales con tutús románticos. Las faldas largas de tul voluminosas que cuelgan desde las cinturas de los cinco protagonistas, una vez más, remiten a las bailarinas clásicas de las historias pasadas y a su contexto, a la vez que las prendas informales nos retornan al presente a modo de invitación para realizar una lectura contemporánea sobre esos cuerpos prescindibles, quemados en escena o tras bambalinas.

Entre relato y relato se suman algunas anécdotas autóctonas, con cierta agudeza irónica, acerca del primer teatro Colón como único en su tipología que nunca sufrió un incendio por el sistema de luminarias a gas, tal vez como el guiño manifiesto de un sentido de pertenencia, para crear una conexión entre lxs presentes. También se incluye el mito de La Telesita, basado en la leyenda de una joven de la provincia de Santiago del Estero, conocida por su gusto por la danza, y que muere luego de ser quemada en la segunda mitad del siglo XIX. Su trágica muerte no queda del todo clara en el relato, hay algunas insinuaciones de que tal vez fue a modo de sacrificio, lo que dio origen a creencias milagrosas. El rito que emerge a partir de esta historia se configura a modo de una jornada de baile con consumo de alcohol y que solo culmina con el último aliento.

El vínculo entre las muertes de las bailarinas clásicas en los teatros del ¨primer mundo¨ y el sacrificio de la joven campesina, si bien parece distante e inconexa, no es casual. El fervor y el sacrificio por amor al baile laten en todas las historias, y tiene también un anclaje latinoamericano y argentino. A la vez, el vínculo entre estas historias abre nuevos interrogantes, una oportunidad para repensar el sentido de las muertes de esas mujeres en el mundo de la danza que se rehusaron de manera manifiesta a utilizar un vestuario ignifugado más pesado de lo usual y de una tonalidad grisácea.

Por momentos, reflexiono sobre los motivos para rehusarse a salvaguardar sus vidas, deseo ponerme en sus zapatillas de ballet para comprender su lógica romántica de la danza. Tal vez el vestuario más denso y pesado las limitaría físicamente, dado que ya no serían ligeras y etéreas, mientras que el gris difamaría el blanco delicado e impoluto que se supone debían tener…, pero son solo suposiciones personales. Pienso en el sentido de sus muertes y no puedo evitar concebirlas como sacrificios humanos en pos de su arte. A la vez, me permito cuestionar el valor dado a esas mujeres de la danza, sin voz, y tomadas como simples cuerpos prescindibles. Preguntas que abren innumerables aristas en nuestros tiempos, y se siguen acumulando.

Las sensaciones se encuentran a flor de piel. El humo envuelve el ambiente, y al fundirse con las luces, produce una bruma que se tiñe de rojo y, en otros momentos, de azul, surcando los extremos entre la calma y el peligro, el frío y el calor. Los recursos demandan la máxima atención, entran por la vista y el oído, pero también hay un sentir táctil, todo parece fluir internamente, nada es superficial. La música electrónica, por momentos, y la batería desenfrenada, por otros, envuelven el corazón. Los latidos se sincronizan con el ritmo de la música. Al mirar a mi alrededor, me percato de que más de unx también ejecuta pequeños movimientos, marcando el compás con la cabeza o los pies, es inevitable sentirse contagiadx, casi corrompidx. Nadie puede estar ajenx a su entorno, ni lxs performers ni lxs espectadorxs están en reposo. La cuarta pared parece existir poco y nada, lxs artistas interactúan con el público, creando un ambiente de complicidad y una sensación de inclusión. Esa impresión se intensificó durante el llamado al entreacto, cuando de manera inesperada el espacio escénico fue colmado por el público para convertirse en una pista de baile. Si bien se trató de un tiempo reducido, enmarcado por un temporizador que se visualizaba en una pantalla para indicar el inicio y el cierre de ese momento catártico, fue suficiente para soltarse y bailar sin preocupación alguna. Al inicio de la obra se nos había advertido sobre esta invitación a través de una serie de palabras que fueron emergiendo en una pantalla gigante: “Esto no es una obra, es una fiesta…bueno no, es una obra… La idea es que estén acá, como nosotros…”.

La pasión por el baile y las características trágicas de la muerte por la danza conviven durante toda la obra. Bailarinas Incendiadas contrasta los paradigmas del pasado con los de nuestra época sobre el estatus de esas mujeres artistas capaces de tomar decisiones acerca de cómo vivenciar su danza. Al mismo tiempo, nos invita a repensar a esos cuerpos que ardieron apasionados por el baile y a la vez devastados por la negligencia técnica-humana causante del fuego. La angustia y el horror del momento en que las bailarinas se incendian aparecen en escena una y otra vez, manifestándose a través de los diferentes lenguajes y recursos poéticos. Las performances de baile transmiten el sentir y el padecimiento físico a través de los movimientos intensos, desenfadados, lo que hace que unx pueda mentalmente completar esas imágenes de horror de manera más efectiva. Las intérpretes corren exasperadas, sucumben y caen en escena, ruedan y se arrastran por el suelo como si intentaran apagar ese fuego que consume su carne. Al final, de manera conjunta y sincronizada, lxs cinco protagonistas conformaron un bloque de cuerpos humanos que humeaban, parecían incendiarse. El cuadro fue impactante, no pude evitar observar los rostros a mi alrededor y escuchar las exclamaciones de sorpresa, había algo de lo sublime en esa escena, tal vez para ese entonces todxs compartíamos un mismo sentir y, como partícipes necesarios, nos estábamos incendiando también.

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Imagen principal: WO

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Erica Beltramino

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