Quizás, perhaps, quizás

Viernes por la tarde. Calle Corrientes repleta de oportunidades. Luces y marquesinas tentando al transeúnte, una propuesta escénica tras otra. Aroma a garrapiñada en el aire. Doblo en una esquina para alejarme de todo ese ruido visual. Ya  tenía mi entrada, mi butaca asignada. Hago la fila. Charla previa entre los que esperamos. Dan sala. Cruzamos el pasillo vidriado que separa el hall de la Sala A del Centro Cultural San Martín. Nos recibe una música con notas tangueras y una frase que resuena: ¿Hay algo más bello que este instante?

Lo primero que se escucha es el sonido de unos pasos, unos tacos, aproximándose. El tac-tac, tac-tac aparece de pronto, antes de que podamos ver de dónde proviene, de quién proviene. Cuatro mujeres vestidas de negro entran a escena. Se disponen en el centro. Una se desprende del grupo y toma el violonchelo. ¡Sorpresa! No era una bailarina, era la chelista, que a lo largo de la obra se une con las bailarinas para sincronizar sus movimientos, para estar en la misma frecuencia. A la escena se suma otro músico, que transita el espacio intercalando su rol entre el piano y el bandoneón.

Se enciende la cámara en vivo, la mediación tecnológica de la cual ya no es posible escapar. Las pantallas se vuelven el nuevo escenario de las artes vivas. Se activa una especie de doble dispositivo: un mundo estándar y un mundo miniatura, resultado de la imagen que se crea entre los instrumentos y los cuerpos en escena. Un espacio escénico que además de albergar cuerpos de bailarinas y músicos se transforma en un lugar para generar nuevos puntos de vista, nuevas perspectivas. La mediación de la cámara en vivo habilita una nueva dimensión de la mirada. Cuerpos mediados, imaginarios mediados.

Martín Tricárico

La pantalla como un tapiz infinito de reproducción. La mezcla de gestos, movimiento cotidiano y expresión genuina son los elementos que entretejen las intérpretes para contar su historia. Una historia que se refleja, se refracta, se replica en lo presencial y en lo digital (lo que se proyecta). Una danza gestual, un ritual íntimo. La intimidad de tres mujeres mediada por la pantalla. La música nos vuelve a repetir: ¿hay algo más bello que este instante? Este momento, este instante, como una ventana a su universo personal. Mientras observo lo que está sucediendo, me pregunto: si tuviera que mostrar mi intimidad, ¿cómo lo haría? Ellas lo descifran de una manera simple y pura. Tres mujeres se mueven al unísono, en la búsqueda de su propio movimiento, bailando su feminidad, lo que esto significa para cada una y para todas. Ese movimiento que les es propio, una combinación de danza contemporánea que deja entrever rasgos que provienen del tango. 

La obra está mediada por la tecnología, pero no es sólo eso. La pantalla se vuelve el disparador y conector activo de las distintas escenas. Imagen proyectada, imagen creada, imagen imaginada previamente: in the bodies, in the music, in the space. Imagen capturada que evoca, en el universo personal de cada uno de los que estamos sentados, distintas capas de sentido. Me recuerda los trabajos de videodanza que hacía durante la pandemia. Me devuelve al interior de mi casa. Me recuerda mi propia intimidad, in my body. 

In The Bodies es la tercera pata que termina de dar forma a la trilogía compuesta por In The Room y In Shared Spaces. ¿Cómo funcionan los procesos creativos? ¿Cuál fue la necesidad, su impulso? Tal vez hayan sido las ganas de crear aunque hubiese distancia de por medio. Un dispositivo tecnológico que posibilita la cercanía de dos zonas geográficas lejanas, como los kilómetros que separan Austria y Argentina. Así, se puede crear a pesar de la distancia, compartir el mismo tiempo aunque no el mismo espacio, que ya no es más un elemento condicionante, limitante. La pantalla como el hilo rojo del destino. La pantalla como mediadora se vuelve una herramienta y pulso vital que habilita la co-creación, la sincronía de ideas y movimientos. Quizás, la obra funciona como una invitación a espiar un poquito su intimidad. Quizás, perhaps, quizás…

Al finalizar la obra, salgo del teatro y me recibe el frío de la noche en contraste con la calidez que reinaba en la sala. Camino nuevamente por calle Corrientes esquivando la multitud. Camino hasta la estación de tren reflexionando sobre la creación en equipo, en grupo, sobre el coworking creativo. Ya sentada, de regreso al oeste, escribo estas palabras en el cuaderno que compré especialmente para esta hermosa tarea de volcar en papel mis sensaciones como espectadora. La pregunta de la obra me sorprende nuevamente: ¿Hay algo más bello que este instante?

Martín Tricárico

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*Foto portada: Martín Tricárico