LOÏE. 08

No vi ninguna obra por Zoom: relato de un proceso en pandemia

2 de April de 2021
Available on:
Spanish
Available on:

Principio

En el 2020 se cumplieron 75 años de la aparición del libro La fenomenología de la percepción (2016, 1994) de Maurice Merleau-Ponty. Esta obra, donde el filósofo indaga en la primacía de la percepción y en cómo ésta es siempre llevada a cabo por un cuerpo propio entrelazado con el mundo, resultó clave para los estudios de la danza y del arte en general. The International Merleau-Ponty Circle había previsto una conferencia conmemorativa que, debido a la pandemia Covid-19, fue imposible realizar. No queriendo realizarla de modo virtual, los organizadores decidieron cambiar de formato y abrir una convocatoria a videos. Es así que junto a dos fenomenólogas, Ariela Battán Horenstein de Córdoba y María Clara Garavito de Bogotá, comenzamos a trabajar en la realización de una pieza audiovisual que estuviera en relación con esta obra que, para las tres, había sido una gran influencia y que conocíamos mucho. El video que creamos se llama IRC (Imagerie par Résonance Corporelle): the phantom Other y será lanzado en los próximos meses. En este texto, me interesa hacer foco en algunas cuestiones del proceso ya que, aunque todas las integrantes del grupo tuviéramos a la corporalidad como objeto de estudio, el cruce de trayectorias más ligadas al hacer académico con otras más acostumbradas a un hacer a partir de los materiales sensibles me permitió visibilizar varios aspectos, muchas veces dados por sentado en los procesos creativos.

A su vez, la misma situación de la pandemia condicionó aquellos aspectos de la obra merleau-pontyana que de repente llamaban nuestra atención. Las tres habíamos pasado a vivir en la virtualidad. De pronto, un mismo dispositivo, esa computadora, era el medio para trabajar, para dar clases, para escribir, para ver amigos, para saber de los y las otras. Por otro lado, la realidad se volvió pequeña y profunda, nuestros hogares se volvieron espacios a descubrir, llenos de cambios lumínicos sutiles, ambientes, sensaciones. Estas dos situaciones simultáneas y la creación conjunta a la distancia física (una en Argentina, otra en Colombia y yo en Francia) fueron claves para la forma en la que se desarrolló el proyecto.

Presentaré los aspectos del proceso intercalados con relatos propios de la pandemia (en cursiva) que creo que influyeron en el mismo. Allí, me interrogo, sobre todo, acerca de qué es ser bailarina en este contexto, mientras que en el proceso de la creación del video empiezo a encontrar otros modos de bailar cuando el cuerpo se encuentra confinado.

  • 1. La distancia entre el texto y la práctica

Nunca pasé tanto tiempo sin ver obras de danza. Limito mis horas frente a la pantalla a lo laboralmente necesario. ¿Puedo seguir escribiendo sobre danza sin ver piezas de danza?, ¿y sin bailar? 

Desde que comenzamos el proyecto sabíamos que no queríamos un texto académico pegado a una imagen, sino que buscábamos una resonancia entre lenguaje verbal, visual y sonoro. Así, el sentido se transmitiría a través del conjunto. Sin embargo, partíamos de un texto filosófico. El primer ejercicio fue entender qué nos interesaba de ese libro. Además, el interés no debía ser sólo individual, sino que debía ser compartido por las tres. Poniéndonos al día acerca de nuestras vidas pandémicas, nos fuimos dando cuenta de que aquello que nos interesaba en este momento era la intersubjetividad en relación con la virtualidad. Este interés no era para nada novedoso. Las condiciones de vida nos habían empujado a todos y todas a repensar lo mismo. Separados en tiempo, espacio, coyunturas, de repente éramos igualados por la pantalla[1]. Por otro lado, era apurado intentar dar diagnósticos, hacer aplicacionismos merleau-pontyanos, queríamos un video que dejara la problemática abierta.

Y, al mismo tiempo, era el video de un libro: sus argumentaciones debían volverse imágenes y sonidos, reverberaciones corporales. Las argumentaciones, nacidas en su sentido más profundo de un vínculo pre-reflexivo, pero reflexivas en su ontología, debían volver a ese origen primero. Así aparecieron tres imágenes: una gota de aceite, la masa y los reflejos de luz.

La primera, la gota, aparecía directamente en el texto, en unos de los ejemplos del filósofo. La segunda fue una metáfora que había usado María Clara Garavito en su tesis doctoral para explicar la relación entre el cuerpo y el mundo. La tercera, del habitar nuestros hogares, de interactuar con nuestras sombras. El paso necesario para salir de lo académico fue la materia: jugar con gotas de agua en aceite, con masas de colores, con reflejos. Observar los materiales, filmarlos, buscar su mejor escorzo, su mejor hora del día, detenerse en ellos, volvernos maestras de su manejo.

  • 2. Saberes prácticos

Tomo clases de danza por Zoom cada mañana a las 11. Las tomo con anteojos porque siento que no tienen sentido los lentes de contacto para moverme en el metro cuadrado que hay libre en mi cuarto. Al principio, me choco con mis muebles hasta que aprendo el lugar exacto donde debo pararme para poder realizar un rond de jambe en l’ air à droite, y el otro lugar, diferente del primero, para hacerlo à gosh. Aprendo a bailar en espejo con una pantalla, y me cuesta tanto como las primeras clases de danza que tomé. Mi horizonte real se achica, el virtual se compone de todas las casas que veo en la pantalla. Todo encuentro es siempre una ficción, un yo que asume que el otro yo tiene una conciencia como la propia, que su cuerpo no es una marioneta manejada por algún Dios superpoderoso. Suponemos otro con voluntad. A veces, cuando tomo una clase por Zoom, pongo todas las cámaras. Una vez, hice un ejercicio de composición con otra persona. Otra vez, di un workshop y fui yo la que propuso que se pongan en parejas, y fue un lío, y algunos/as no sabían con quién estaban, pero todo/as le bailaban a alguien. Cada vez que estoy frente a la cámara de Zoom siento que la energía que pongo en mi carne se pierde en el camino: debo exagerar, debo ser hiperbólica para que la energía llegue, se propague. Aprendí a no gritar en videos llamadas, tal vez pueda aprender a esperar que mi energía llegue, a no necesitar tanto.

María Clara aprendió a manejar la masa, Ariela, el aceite y yo, los reflejos en el agua. Los objetos se volvieron parte de nosotras, nos habituamos a ellos. También nos habituamos a filmar y lo hicimos parte de nuestra cotidianidad. Aunque cada una tuvo su “día de rodaje”, ese día fue la suma de todos los días previos, de todas las pruebas de entrecasa, de todas las masas que se tiraron a la basura porque eran demasiado pegajosas o incoloras, de las gotas de aceite en vasos diferentes, del descubrimiento de un reflejo mientras se corre, frenarse y filmarlo.

De modo simultáneo, en cuanto a lo sonoro, decidimos elegir frases del libro en sintonía con las ideas de las que partimos. Decidimos trabajar las palabras en su sonoridad, tomando como inspiración la música concreta. Para esto, pedimos a varios fenomenólogos que graben su voz leyendo algunas de las frases y usando diferentes tonalidades, ritmos, cortes. La tarea llevaba 10 minutos, sin embargo, ese lapso no contaba el tiempo de la resistencia. El proceso creativo se encuentra en el hacer, pero ¿cómo llegar al hacer?, ¿cuántos rodeos se toman antes de arribar?

Con todos los fragmentos grabados, teníamos la materia prima de nuestra pieza sonora. María Clara se encargaría de mezclarlos. ¿Cómo explicarle aquello que yo hacía intuitivamente? El momento donde cortar un audio, qué parte puede funcionar junto con otra, dónde dejar un silencio son sensaciones corporales. Impersonalmente: se sabe. Y, sin embargo, ese impersonal no nació de la impersonalidad, sino que fue gestado de horas de escuchar, de leer, de profesores/as dando concejos, diciendo que está bien y qué está mal.

  • 3. The extra mile

Nos confinan. Corro cada día muchos kilómetros al costado de un canal. Cambian las leyes: solo se puede correr un kilómetro. No me importa, corro lo que quiero correr. Mi compañera de confinamiento me dice que le parece riesgoso que salga tanto. Lloro. Me siento asfixiada. No puedo enojarme con ella, no puedo decirle que correr me parece más importante que contagiarme. Lloro sola en mi cuarto sin que me vea. Descubro las clases de danza por Zoom. Puedo vivir sin ver obras de danza, no puedo vivir sin bailar. Mejor dicho, no puedo vivir sin moverme.

Teníamos las imágenes, el sonido y, con el sonido, el texto desmembrado. Para mí, la idea era clara, de un modo sutil, se transmitía todo aquello que habíamos conversado. En la siguiente reunión, una de las filósofas pregunta si no faltaba algo, si no era muy vago el sentido. La pregunta en un proceso creativo puede ir en dos sentidos: ¿qué más falta?, ¿qué menos tiene que haber, qué sobra? Las dos preguntas invitan a ir más lejos. La pregunta, aunque sea una misma quien la haga, siempre es la pregunta de un/a otro/a, es la pregunta de una lejanía. A partir de esa pregunta, Ariela escribió un texto de siete partes que se va escuchando en el video.

  • 4. Para quién se hace arte

Bailo con videos desde el primer confinamiento, pero nunca vi una obra por Zoom. Casi lo digo orgullosa, pero ¿de qué me enorgullezco? A cada invitación, pido disculpas constantes a mis amigos que bailan, les digo que las veré después. Es una gran mentira, no tolero ser espectadora por Zoom, me genera demasiada ansiedad. En el universo virtual, esa pasividad, que en los cuerpos presentes me resulta solo aparente, me resulta insoportable. Vuelvo a ser la niña que nunca podía quedarse quieta en una silla.

Dice Emmanuel Alloa que la palabra “virtual” proviene de virtus. Aquello que posee la virtus es aquello posible de ser. Sin embargo, ver los/las otros/as bailando en ese cuadriculado de Zoom me enfrenta a múltiples imposibilidades. La más evidente: no poder dejar de producir, no poder espectar, no poder ser público. Y, al mismo tiempo, filmo, edito, monto, lleno la virtualidad de imágenes, sonidos y palabras para que otros/as miren, tal vez, si pueden quedarse quietos/as, tal vez, tal vez si tienen tiempo.   

 

Bibliografía

Alloa, E (2012) “Le theatre du virtuel. D´un double impensé chez Merleau-Ponty” en Alloa, Et Jdey, A. Du sensible à l´oeuvre. Esthétiques de Merleau-Ponty, Bélgica: La lettre volée.

Deleuze, G., & Guattari, F. (2002) Mil mesetas. Valencia: Pre-Textos.

Lévinas, E. (2002) Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Salamanca: Hermeneia.

Merleau-Ponty, M. (1986) El ojo y el espíritu, España: Paidós.

Merleau-Ponty, M. (1994) Fenomenología de la percepción, Buenos Aires: Planeta.

Merleau-Ponty, M. (1996) “Le cinéma et la nouvell psychologie” en Sens et non-sens, Paris: Gallimard.

The International Merleau-Ponty Circle, “Phenomenology of Perception Around the World: A 75th Anniversary Broadcast Series”, Disponible en: https://www.merleauponty.org/php75launch/ Fecha de última consulta: 8 de marzo de 2021.

 

[1] Me permito esta generalización pero hay que tener en cuenta que los y las que fuimos igualados/as éramos aquellos/as que contábamos con unas condiciones mínimas de subsistencia. Para muchos/as otros/as la pandemia fue sin pantallas, sin hogar donde confinarse, sin comida.

About:

Verónica Cohen

See this author posts

Other articles
Otros Artículos