Estamos atravesando una realidad, a nivel mundial, que muchos hubiésemos considerado inimaginable hace tan solo semanas atrás. La nueva pandemia del Covid-19 nos ha tomado desprevenidos y no da tregua ni nos permite vislumbrar un futuro certero. Las industrias y el comercio han tenido que ajustarse a las nuevas demandas, algunos con más éxito que otros según su tipo. Los artistas también pagamos un alto precio ante el confinamiento y restricciones preventivas, especialmente los intérpretes que interactuamos con el público.
Nathalie El-Ghoul, bailarina y gestora cultural ecuatoriana, expresa en un intercambio personal por correo electrónico que “la frágil situación del artista independiente en América Latina, en este caso particular en Ecuador, se evidencia abismal e irreversiblemente durante la crisis del Covid-19, dejando un vacío en el presente y un futuro completamente incierto para quiénes componemos la escena, como creadores, intérpretes, pedagogos y artistas.” Los funcionarios públicos en nuestros países del tercer mundo, completamente ajenos a las necesidades de los artistas locales, escriben una larga historia de ineptitud e inoperancia que se evidencia en los recursos limitados destinados a las actividades artísticas y culturales. Dada la emergencia sanitaria, el pasado 16 de abril, el Ministro de Economía y Finanzas del Ecuador comunicó a las universidades y otras entidades del sector público que se suspendería todo subsidio o fondo destinado a contrataciones de servicios, bienes artísticos y culturales durante el próximo trimestre fiscal. Aún antes de esta emergencia reconocíamos lo inalcanzable que resultaba conseguir apoyo del estado para nuestros proyectos, y ahora, con los nuevos lineamientos de parte del estado hacia las artes, resulta ser imposible. “Pero como decía Helio Oiticica, de la adversidad vivimos” (Daniel Steegmann para Diario La Vanguardia). Steegmann agrega: “Hacer cultura hoy en Brasil es un acto de resistencia, y en época de coronavirus, también un acto de supervivencia”.[1]
Es por eso que lo que nos define como artistas, indistintamente del lenguaje de cada disciplina que realicemos, o la circunstancia que atravesemos, es, justamente, la salida para cualquier crisis: la creatividad. La teoría de la evolución de Charles Darwin plantea cómo las especies que no se adaptan desaparecen, y si bien esta teoría refiere a períodos milenarios, no dista en la intención de su mensaje. La creatividad es la facultad que tenemos para crear, y yo agregaría, para reinventarnos ante las adversidades.
En mi caso, como productora y maestra de danza, tenía por delante toda una red de cursos vacacionales a mi cargo, además de una temporada de actividades y presentaciones para las cuales había invertido en maestros extranjeros, producción de arte, contratación de talentos. Seguido a esto, el inicio escolar 2020 de la academia. La fragilidad con la que se derrumbaron estos planes frente a mis narices fue aterradora; entre las noticias de lo que pasa y el rumiante pensamiento de lo que va a suceder, ha sido tremendamente difícil encontrar fuerzas y ánimo para adaptarse y evolucionar.
Sin embargo, pronto aparecieron las diferentes iniciativas y canales de ayuda comunitaria que se estaban organizando y me involucré. Descubrí también diferentes medios que otros artistas y profesionales están utilizando para continuar con sus agendas. Atinadamente, el artista plástico ecuatoriano Fernando Insua, señala que lo que se ha paralizado son los medios por los cuales acostumbramos realizar nuestro arte, mas no la creatividad. Agradecida por mi buena salud y la de los míos, me recuerdo constantemente que debo sostener mi camino hasta el final del túnel.
Retomando el panorama que enfrentamos los artistas escénicos, el aislamiento ha cambiado la forma tradicional con la que nos relacionamos con el público (recurso para dar vida a nuestro arte). A diferencia de otros lenguajes artísticos, tenemos un intercambio instantáneo entre artista y público: el contacto, interacción y sensibilidad que se generaría en respuesta a nuestra propuesta es alterada a través de las pantallas y la conexión cibernética. ¿Óptimo?, ¿ideal? Aún no lo sabemos pues estamos en una fase experimental. Ciertamente, no se siente igual, pero ¿tenemos más opciones?
Tal vez, ¿por qué no crear desde casa? Después de todo, el arte es el preciso medio para expresar nuestras percepciones de la realidad. Crear desde nuevos espacios y contextos una pieza de videodanza es una opción: el formato permite que sea valorada por públicos de todo el mundo.
De hecho, desde que comenzó el confinamiento, he visto y participado en varias iniciativas que reúnen breves frases coreográficas de diferentes bailarines y se ensambla en un videocollage. Entre ellos, puedo nombrar a bailarines de la Opera de París, del Teatro Mikhailovsky, y bailarines independientes de todas partes del mundo.
La argentina Marianella Nuñez, Primera Figura del Royal Ballet de Londres, reconoció para el Diario Las Américas: “el primer día se me escaparon unas lágrimas de la emoción al ver cómo todos juntos estamos haciendo lo posible para pasar por esta adversidad”.[2] Por otro lado, Courtney Male, una australiana de 23 años que baila para el famoso cabaret de Moulin Rouge desde hace más de un año, intenta, en la medida de lo posible, mantener los mismos horarios que de costumbre, la misma disciplina.[3] Asimismo, una infinidad de compañías de danza a nivel mundial han trasladado su horario a las plataformas en línea para sostener el entrenamiento.
A pesar de que lo nuevo y desconocido suele ser intimidante, para los osados y dispuestos a intentar, existe una extensa oferta de seminarios y talleres online sobre el apropiado género de la videodanza que pueden ser muy enriquecedores y de guía para un nuevo emprendimiento. Dentro de la nueva realidad que estamos viviendo, me he permitido explorar el campo, en un principio con algo de resignación. Mi primer intento fue a través de las redes sociales. Por medio de la cuenta de Instagram que da soporte mediático a nuestra academia y compañía de danza, empecé a transmitir libremente clases de barra de ballet para un nivel heterogéneo.
Se debe reconocer que, para poder dictar una clase, sea presencial o virtualmente, el maestro invierte un cierto tiempo previo organizando objetivos, armando combinaciones, escogiendo música, entre otros elementos didácticos.
Una vez iniciadas las transmisiones percibí no solo el bienestar propio de la práctica física sino también el que resulta al realizar actividades que normalmente nos dan placer, en mi caso: bailar. A esto se suma lo confortante de estar “acompañada” y lo alentador en la gratitud de las personas al otro lado de la pantalla, que los dispositivos comunicacionales nos permiten recibir sincrónicamente a la clase. Las siguientes semanas invité a más profesores del staff a unir esfuerzos y, para la cuarta semana de esta práctica, ya teníamos 17 horas semanales de transmisión libre con una variada oferta de clases en línea para todos los niveles.
Adicionado a los sentimientos previamente expuestos, considero que hay un gran poder en el contacto social, aun siendo éste virtual. Por eso se organizó el inicio de clases 2020 de la academia de ballet a través de otra plataforma virtual que me permite ver a los alumnos y darles retroalimentación. Todos, y con especial atención los niños, requerimos de un cierto orden, rutina y predictibilidad que promueva sentimientos de seguridad y que refuercen el mensaje de que “todo estará bien,” “me importas,” “reconozco tu lucha”, “me preocuparé de tu bienestar.”
Dentro de esta nueva etapa de clases virtuales, personalmente encontré como principal beneficio el reencontrarme con mis alumnas del año pasado y saberlas bien; esto me generó una alegría derrochadora. Percibí una vez más lo necesario del contacto social para las alumnas -aunque este contacto fuere virtual-, la emoción de poder compartir con sus compañeras, la motivación por retomar las clases y seguir aprendiendo; esto es suficiente para iluminar la marcha por la que atravesamos actualmente en penumbra.
Punto aparte de lo emotivo, pienso en la practicidad y lo provechoso que pueden ser estas sesiones sopesando también las limitantes. En el caso de la enseñanza en danza, especialmente con menores, las pautas suelen ser físicas. Por ejemplo, si voy a corregir el alineamiento y postura, es muy común como maestro usar las manos para guiar el cuerpo del alumno; a través de la virtualidad, sólo contamos con modos visuales y la ejemplificación. Entonces, puntualizo la importancia de dar pautas verbales claras y concisas.
Una falla que debo señalar del trabajo de enseñanza a través de Zoom es lo que compete al sonido y la musicalidad -elementos primordiales en esta área- y que, dada la dinámica virtual, presenta una demora en transmitir y regresar la señal al dispositivo original; esto se traduce en múltiples cuadrículas de alumnas que se mueven en tiempos distintos. Se hace imposible detectar o corregir ese aspecto en clase. Si, además, el maestro da pautas sobre el audio de la música, ambos sonidos interfieren entre sí y resultan en mayor distracción para el alumno. He encontrado de mucha ayuda, dar todas las observaciones previa o posteriormente a la combinación que demuestro. Generalmente, recuerdo los objetivos que se quieren trabajar en una clase para que el alumno ejecute seguidamente a consciencia. Igualmente, ayuda marcar el ejercicio en su totalidad con música para dar una mejor idea del tiempo que se espera. De esta manera, los alumnos también advierten que, si se interrumpe la transmisión durante la ejecución del ejercicio, pueden continuar el trabajo al ritmo que se había indicado.
En comparación, las dos vías de transmisión de clases ofrecieron oportunidades favorables en su medida. A través de las sesiones en vivo vía redes sociales percibí que, aunque no tenía contacto con el receptor, éste se permitió ponerse a prueba sin la presión del juicio de un “espectador”. Esto, a su vez, no exige compromiso ni rutina, por lo que se convirtió meramente en una ventana de gratificación para el receptor. Sin embargo, la enseñanza a través de la plataforma Zoom estableció más formalidad durante el proceso, se rigió a partir de lo que pauta el alumno y fomentó sanos vínculos comunitarios. En ambas vías, lo novedoso de la experiencia lo hizo muy placentero.
Finalmente, lo que trato de tener siempre presente es cómo mantener motivado y entrenado al alumnado. Soy consciente de que el progreso significativo tal vez sea difícil de alcanzar bajo estos parámetros de enseñanza, pero considero que, si mantenemos al alumno fuerte y enfocado durante este periodo, cuando retome el trabajo presencial, será mucho más fácil y serán menos propensos a lesiones.
*
En cuanto a la actividad artística presencial, hasta el momento en que escribo estas líneas, no hay una clara señal de cuándo se recobrará la confianza en las academias, teatros y lugares que reúnen grupos numerosos de personas, tampoco se debe subestimar la crisis económica que procederá a este período de parálisis. Lita Cabellut, artista plástica española declara: “El arte alimenta el espíritu pero cuando la gente se queda sin dinero un cuadro no da de comer a la familia. Y digo cuadro, pero podría decir un libro o un concierto. Es una pena porque la cultura suaviza la vida y la muerte, pero… ¿de qué vamos a vivir durante todo este tiempo?” (Diario La Vanguardia).[4]
Tristemente, los artistas escénicos -en general- demorarán mucho más tiempo que otros gremios artísticos en reintegrarse al ritmo laboral, por lo cual es posible que nos veamos forzosamente plasmando nuestro arte a través de otras herramientas, ya no exclusivamente el cuerpo. Poco se habla de la danza, y escribir se siente anti-natural, pues ésta es una experiencia más bien física; sin embargo, ahora, ante las restricciones y las vacas flacas que amenazan el futuro de los performans, sería oportuno considerar desarrollar nuestro arte, al menos temporalmente, por medio de otros canales. Este propio artículo es muestra y ejemplo. La radio o los podcasts son vías aun vírgenes de nuestros testimonios y percepciones.
En conclusión, volcar nuestra mirada hacia el interior de nuestras cuatro paredes puede ser muy provechoso. Dialogar con nuestras emociones, cultivar nuestro intelecto, aprender nuevas habilidades y explorar opciones no-convencionales son puertas liberadoras ante cualquier confinamiento. Sea manteniéndonos entrenados, escribiendo, pintando, componiendo, o creando de cualquier forma y proyectándonos a que, oportunamente, nuestro trabajo saldrá al mundo, nos mantenemos motivados y animados a sobrellevar la dureza de este período. Los artistas tenemos mucho que expresar y abrimos canales creativos e ingeniosos para hacerlo. Una vez que esta crisis haya quedado atrás, nosotros seremos los voceros de cientos de millones afectados. Será un renacer. Confío que así será. Así ha sido siempre.
*Las imágenes que acompañan este texto son capturas de pantalla de las clases dictadas a través de las diferentes plataformas.
[1] Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20200328/48118786570/espanoles-artistas-exterior-confinamiento-coronavirus-cultura.html
[2] Fuente: https://www.diariolasamericas.com/cultura/royal-ballet-entrena-linea-el-confinamiento-n4196070
[3] Fuente: https://businessinsider.mx/asi-pasan-el-confinamiento-las-bailarinas-del-moulin-rouge/
[4] Íbid. nota 1.