Any traveler arriving in Oslo by plane will see a bright green field (in summer, of course). Splattered here and there, the farms stand out because of the brick tone of their wooden walls. Definitely, everyone who has had this experience will always agree that it is an adorable sight. That is what I thought, when looking out of the window.
After visiting the capital for two days, I took a train to Eina station that took me through winding landscapes, mirrored lakes and blue skies. In Eina, Elsa Triquet awaited me. She is an energetic French girl who drove me to Einawood, where everything was about to start.
Einawood is a land of several hectares on the shores of the lake that gives it its name, and it constitutes a cardinal point in the historical past of the nation for its active involvement in World War II.
Two houses with galleries, a shed and a majestic barn with brick-tone on it, of course, host the magic that every summer, for four years, the International Film Festival Riff and Residency Eina Danz (R.E.D.) has been offering.
All Eina is invited. Not only have many arrived from Oslo and its surroundings, but also from other parts of Norway and even from the rest of the world. Many, like me, have come to live these days of art and midnight sunsets.
As my jetlag gradually wears off, I begin to perceive a special atmosphere. It emanates from the residents and their eclecticism as well as from the objects placed here and there, which gives the countryside a theatrical aspect. Among all this, the magic starts to work.
This is only about walking under the warm sun and perceiving how the participants become characters, as if it were a fairy tale.
To mention some of them, there is Justin Chirico, the painter of New York who left the big city for the tranquility of the southern hills of Norway. Justin always has a topic of conversation to gather people around him. And as in a living antiphrasis, there is the silent Hege Hediyeh among us, a sweet dancer with huge blue eyes and a smile of equal dimensions.
And to top the eclectic group is Francesca Penzani, a great video artist who I met in Buenos Aires a few years ago, and who will be part of R.E.D. She will give a videodance workshop for the second consecutive year. I am happy with her wide smile and her hug that reinforces my confidence. I know that the days to come will be fantastic.
Like them, some participants will arrive to live in the residence house that week, while others will come every day, attracted by the magic of Einawood.
At the opening of this fourth edition of the festival, a melodious voice accompanied by a tuba invites us to walk on the red carpet, which with stubborn glamour, takes us to the ARENA.
The ARENA consists in the upper floor of the barn, perfectly conditioned like an event space and movie theater. From there, Ella Fiskum, the owner of the venue and manager of the Festival, welcomes us in a fabulous red dress.
In the following days, she will pass with total naturalness of an attentive mother of two children to cultural manager and producer, from performer to filmmaker, and from jeans and sneakers to Renaissance costume and feather headdress, leaving the impression that these passages from one world to another, are part of her daily live since forever.
Then, at the top of the barn, the projections begin with a program curated by Ella and Yolanda Guadarrama who, from Puebla, Mexico, has made the selection of videodance works and has generously invited me to integrate the competition jury.
I have been warned several times, during the first days of the festival, that under no circumstances, should I miss the Café Experiance performance. So, with great curiosity, I am amazed at the ground floor of the barn. And yes, my surprise is huge when entering an authentic Parisian cabaret, with piano and everything, and witnessing a steamy, unclassifiable moment.
The leading role of the performance was that of Justin Chirico, who, among mirrors and candlesticks, proved to be able to capture the momento on a canvas with the movements of dancers and diners, all wrapped in a rhythm of bodies, music, aromas and flavors.
And there would be much more to tell, but the car driven by Elsa zigzags
between lakes and hills taking me away from Einawood. In a few more hours, I will see from the air that affable green field and those farms looking all the same.
But now I smile in a different way, because I know that there is one farm, among the many of them, which behind the austere brick color conceals an unique atmosphere.
First photo: Festivalen Friluftsliv For Alle@R.E.D
Photos: Madeline Wood@ R.E.D
Video Francesca Petzani interview: Co-production between Loïe. Magazine of dance, performance, and new media and R.E.D Residency Eina Danz. Camera: Ella Fiskum- Edition: Mariana Jarovslasky.
La vista desde el aire, para cualquier viajero que está llegando a Oslo, es la de un campo verde brillante (en temporada estival, por supuesto). Salpicadas aquí y allá, las granjas resaltan de manera uniforme por el tono ladrillo en sus paredes de madera. Sin duda, todo aquel que tuvo esa experiencia alguna vez dirá que es una vista adorable. Así también lo pensé yo, asomada a la ventanilla del avión.
Dos días visitando la capital y luego un tren que me lleva por paisajes sinuosos, de lagos espejados y cielos azules, hasta la estación de Eina. Allí me espera Elsa Triquet, una enérgica francesa que me transportará hasta Einawood, donde todo está a punto de comenzar.
Se trata de un terreno de varias hectáreas a orillas del lago que le da nombre, y que constituye un punto cardinal en el pasado histórico de la nación por su implicancia activa en la Segunda Guerra Mundial. Dos casas con sus respectivas galerías, un cobertizo y un granero majestuoso, de tono ladrillo -por supuesto-, cobijan la magia que todos los veranos, desde hace cuatro años, ofrece el Festival Internacional Riff y R.E.D. (Residency Eina Danz).
La granja cobra una vida atípica y todo Eina está invitado. Muchos han llegado desde Oslo y sus alrededores pero también desde otros puntos de Noruega e incluso del mundo. Muchos que, como yo, vienen a vivir estos días de arte y atardeceres de medianoche.
Poco a poco, y a medida que mi jetlag disminuye, comienzo a percibir una atmósfera especial que me es imposible discernir del todo. Emana de entre los residentes y su eclecticismo tanto como de los objetos colocados aquí y allá y que cargan de teatralidad al paisaje campestre. De entre todo esto la magia comienza a brotar.
Solo se trata de caminar bajo el sol tibio y ver cómo los participantes devienen en personajes, como si de un cuento se tratara. Por mencionar a algunos de ellos: está Justin Chirico, el pintor de Nueva York, que cambió la gran ciudad por la tranquilidad de las colinas sureñas de Noruega y que siempre tiene un tema de conversación para reunir gente a su alrededor; como en una antífrasis viviente, también está entre nosotros la silenciosa Hege Hediyeh, una dulce danzarina de enormes ojos azules y sonrisa de iguales dimensiones; y para coronar el ecléctico grupo, se encuentra Francesca Penzani, una gran video-artista que conocí en Buenos Aires hace algunos años y que será parte de la residencia R.E.D con su taller de videodanza, por segundo año consecutivo. Me alegran su amplia sonrisa y su abrazo, que refuerza mi confianza en que los días por venir serán fantásticos.
Como ellos, algunos participantes irán llegando para convivir durante esa semana en la casa de residencia R.E.D, mientras otros vendrán cada día atraídos por la magia de Einawood.
En la apertura de esta cuarta edición del festival, una voz melodiosa, acompañada de una tuba, nos convoca y nos invita a andar por la red carpet que, con porfiado glamour, nos lleva a la ARENA, es decir, al piso superior del granero, perfectamente acondicionado como espacio de eventos y sala de cine. Arriba, Ella Fiskum, la propietaria del lugar y gestora del Festival, en un fabuloso vestido rojo, nos da la bienvenida.
En los días subsiguientes, ella pasará con total naturalidad de madre atenta de dos niños a gestora cultural y productora, de performer a camarógrafa y de jeans y zapatillas a miriñaque renacentista y tocado de plumas, dejando la impresión de que estos pasajes de mundo a mundo son parte de su cotidianeidad desde siempre.
Entonces, en lo alto del granero, comienzan las proyecciones con un programa curado por Ella y por Yolanda Guadarrama quien, desde Puebla, México, ha realizado la selección de obras de videodanza y me ha invitado, generosamente, a integrar el jurado de la competencia.
He sido advertida en varias ocasiones, durante los primeros días del festival, que bajo ningún aspecto debía perderme la performance CAFÈ EXPERIANCE. Así es que, con gran curiosidad, me asomo al espacio ubicado en la planta baja del granero. Y sí, mi sorpresa fue enrome al entrar a un auténtico cabaret parisino, con piano y todo, y ser testigo de un momento vaporoso, inclasificable. El rol protagónico fue el de Justin Chirico, quien, entre espejos y candelabros, demostró ser capaz de plasmar en un lienzo el movimiento de las mujeres que danzan y de los comensales que se deleitan envueltos todos en un latido de cuerpos, música, aromas y sabores.
Y habría mucho más para contar pero ya el auto conducido por Elsa zigzaguea entre lagos y colinas alejándome de Einawood. En unas horas más volveré a observar desde el aire esa afable inmensidad verde y esas granjas que parecen todas iguales. Pero ahora sonrío de otra forma, porque sé que hay una, entre todas ellas que, tras el austero color ladrillo, disimula una atmósfera por demás particular.
Imagen principal: Festivalen Friluftsliv For Alle@R.E.D
Imágenes: Madeline Wood@ R.E.D
Video Entrevista a Francesca Peztani: Co-production between Loïe. Magazine of dance, performance, and new media and R.E.D Residency Eina Danz. Camera: Ella Fiskum- Edition: Mariana Jarovslasky.