Brain Fog. Hipótesis sobre el ojo descentrado de Quio Binetti. Concepto y danza: Quio Binetti. Colaboradores interlocutores: Gustavo Lesgart, José Binetti, Catalina Corredor, Vanina Goldstein. Iluminación: José Binetti. Asesoría en texto: Blanca Lema. Fotos: Estanislao Ortiz, Catalina Corredor. Viernes de mayo, 20:30hs., Fundación Cazadores, Villarroel 1440, CABA, Argentina. @fundacioncazadores. Función: 26 de mayo de 2023.
Necesitamos una nueva forma de vida, una nueva narrativa de la que surja un tiempo distinto, otro tiempo vital, una forma de vida que nos redima del desenfrenado estancamiento.
Byung Chul-Han. La sociedad del cansancio, 2019.
Viernes, última función de Brain Fog. Dan sala, una escalera al costado nos conduce hacia el espacio escénico. Fundación Cazadores es un lugar amplio, moderno y con reminiscencias de fábrica. La propuesta se presenta apenas ingresamos, Quio Binetti se entrevé en el centro de la escena, tiene los ojos cerrados, viste colores claros que se funden con el fondo y el ambiente, hay niebla suspendida en torno a ella, el efecto creado por una máquina de humo produce una sensación onírica, como ingresar a un sueño.
Brain Fog es el nombre de la obra y es una condición mental, manifiesta un estado de confusión a partir del cual no se puede pensar con claridad.
La propuesta escénica nos invita a observar lo que no es, lo que pudiera ser, lo otro, transformaciones que, en el espacio indefinido, suscitan imaginaciones. Un papel plateado en el suelo, desenvuelto con suavidad y movimientos certeros, irá componiendo un océano inmenso que un pequeño barco de plástico atravesará, dejando una atmósfera de soledad en el deslizamiento. El cuerpo de ella y la escena conforman un frágil ensueño, entonces, suceden otras versiones de lo posible, otros sentidos que habilitan el tránsito de lo que no tiene una forma definida. La luz del espacio conduce del alba al crepúsculo en un viaje de espejos y soledades. El sol en el poniente, la tibieza en el rostro, una tarde de otoño. Ella está detrás de un sin fin blanco, la luz de frente y rasante, su sombra engrandecida, como una postal del oriente.
Me pregunto si es posible la comunicación. Percibo algo en el aire, en la bruma que nos circunda, capto susurros, cuerpo e imaginerías de lo borroso.
Quio Binetti despliega una escena en soledad, la voz suavemente sale de su boca para masticar palabras, ella dice, modula, alarga las sílabas, las repite, habla del vacío, del dolor óptico, se pregunta, ¿dónde van las imágenes (lo que no tiene imagen)? Como en un sueño que toca las capas posibles de significantes, seguros de no ser de una manera, sino de ser emergencias de la nebulosa, de imágenes sutiles.
El universo de la materia fónica, el contenido poético de lo dicho y lo no dicho van construyendo impresiones en nosotros a través de la bruma constante que fabrica la obra. Sus palabras articulan participios perfectos, nacido, gestado, no visto. ¿Dónde van las imágenes? (insiste), susurra ausencias, la voz se parece al viento, llega como murmullo y habla de un bosque en la bruma de la aurora.
Es necesario descubrir caminos para que circulen sentidos nuevos, canales de comunicación que permitan hablar de las íntimas sensibilidades.
Urge humanidad, hablar de lo que no tiene forma, de lo que no tiene imagen y de lo incomunicable.
La obra convida a lo siniestro, utiliza un papel espejado que antes fue superficie oceánica y que luego será la cadente retirada de la escena, pero que ahora cubre su cuerpo. Con él se mueve en el espacio borroso, el elemento ambiguo es la imagen que se convierte, toma diferentes formas: ahora fantasma levitando en el espacio vacío, no forma de los sueños, ahora un juego en el que ella aparece y desaparece hasta volverse un punto plateado flotando en la noche; algo in-forme salido de su cuerpo o una línea de fuga que nos muestra la infinidad de posibles rostros mirándose reflexivos, sobre sí mismos, infinitamente unas, unos, humanidad.
Hacia el final, pienso en la noche y en los inviernos que ya no hay.
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*Foto portada: Catalina Corredor