Desayuno Perfecto. Autoría: Alejandra Kamiya. Adaptación: Miriam Gurvanov. Actúan: Gisella Sirera y Francisca Barria Ampuero. Bailarines: Francisca Barria Ampuero. Vestuario: Jorgelina Herrero Pons. Escenografía: Jorgelina Herrero Pons. Maquillaje: Nicole Ventura. Música original: Pamela Monkobodzky. Diseño de Iluminación: Eduardo Safigueroa. Fotografía: Mauricio Car. Diseño gráfico: Mauricio Car. Asistencia: Andrea Bernal. Producción: Evelyn Lana. Coreografía: Miriam Gurbanov. Dirección: Miriam Gurbanov. Área Teatro: Bartolomé Mitre 4272. CABA. Función: 15/07/2023.
Yo tengo nervios de papel de seda
asociabilidades en síndrome
Crítico.
Siento que la pierna torcida de miedo
Convida a la fuga:
La presencia del otro me estrangula.
Disimulo,
Hago un nudo con tres manos,
Gotea agua.
Sirvo una sonrisa infeliz,
Una mueca afligida
Y un mirar de galga.
Cafecito trémulo,
Tiro la silla.
El cielo se desploma sobre mi cabeza
Sin parar.
Pararrayo de estrellas,
Escribo.
Quien quiera oírme, que me oiga en secreto.
Yo tengo nervios de papel de seda.
Elisabeth Veiga, Autorretrato, Puentes/Pontes (poesía argentina y brasileña), 2004.
Acontecimiento poético: de mar(es) y movimiento(s)
Se desacelera el tiempo. Se desgrana. Deshacerse no, eso no ocurre pues la respiración es un habitus que nos fue entregado de la mano, y pluma, de Bourdieu. Aun así, no sé si hablar de conceptos, tal vez no corresponda, o sí, y así puedo dejar de lado mi propio modo de comprender las cosas que veo en la sala del Aérea Teatro, no muchas (debo decir), pero suficientes para entender la vacuidad y el detalle, el silencio del mar, y la mar en silencio. Un relato que está por desprender(se) de su matriz monofónica para narrarse, luego, en ecos, en gestos y rasgos, en movimientos sutiles y corporeidad vaporosa, en todo aquello que la gran escritora Alejandra Kamiya, autora argentina contemporánea, y su Desayuno Perfecto (nos) hace, conocer, entrever, en potencia o conformada(mente), desde el grosor significante de las páginas de su cuento, transformado aquí en la versión de la directora, la grandísima Miriam Gurvanov, en un testimonio de complicidad sensible, latente, y con-formado por un mundo minúsculo donde tienen lugar tanto la palabra, las acciones descriptas y actuadas, en detalle, como la danza y el mar.
Danzar, ritualizar, soterrar: una tríada virtuosa y letal
No vas a esperar a que se cuele la luz por la ventana. Vas a mirar a Takashi dormir a tu lado. Vas a pensar que es bueno que descanse porque lo espera un largo día de trabajo. Vas a levantarte del futón sin hacer ruido, y levísima vas a andar por el tatami hasta la cocina, donde te vas a vestir para no rasgar el sueño de papel de Hiro y de Takashi…
Alejandra Kamiya, “Desayuno Perfecto”, Los árboles caídos también son el bosque (2015)
En el hacer inconsciente, que actualizamos en nuestra cotidianeidad, se (entre)mezclan y licúan lo usual y la extrañeza por lo vulgar, frecuente o sabido. Algo de ello pasa con el cuerpo que danza mientras es llamado a la acción; Vas a ir en tren a Tsukiji por una caballa perfecta (recita la actriz Gisella Sirera) y el cuerpo (interpretado por una maravillosa Francisca Barria Ampuero) es llamado a danzar, y la danza, a explorar el espacio. En ese horizonte receloso donde peregrinan los ojos (nuestros) hacia ellas y hacia la performance (en sí) hay una percepción secreta, como si estuviésemos por fuera de estelas, códices y fuéramos solo voces en silencio, queriendo hablar, queriendo encontrar las razones del dolor oculto por la (no) transgresión de lo establecido. Este “ritual de lo microscópico” pareciera cubrir el rugido de un animal salvaje, hambriento, pero no. No. Ese animal es ella y ¿soy yo?, ¿cuántos somos animales y cuántos no? Me duelen las preguntas. Me arden, silenciosamente, en las mejillas. Creo que voy a llorar, pero no. No. Habrá que llegar al final para comer del fin del fin. Y así saber si “tu nori” era tan perfecta y tenía esa negrura que fue muerte, o la muerte era el mirar de alga que te esperó en la tienda y vos no sabías, ni supiste, qué hacer con él. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Duele, claro que sí. Pero te entiendo y nos entiendo, es como esa angustia de la que habla Tavares en El libro de la danza (2017), cuando dice “Entretener al infinito. Tratar al infinito como objeto, tirarlo al suelo, partirle LA CARA, curarle las heridas, llamar a su padre y a su madre, darle pan en la boca cuando enferma, contarle los huesos y, finalmente, despreciarlo”. Próxima parada, next stop, ji no teiryuujo, sigo y seguimos en viaje, sin saber qué nos depara lo ruin de la fortuna del permanecer acá.
Agradecer en nombre fantasma, (des)agradecer en nombre propio
Tensión o des jerarquización de la función narrativa (parafraseando a Marie Bardet). Lo que sucede, o sucederá, es la desintegración de los elementos compositivos y la relevancia del acto sensible de ella que está ahí. Ella, que hizo, que pensó, que aceptó, que cuidó y cocinó. Que preparó, que se agachó, que agradeció, que pensó y bailó (siempre bailó). Que trazó círculos, y se desplazó queriendo (des)apegar-se de su destino (o no), ¿quiénes somos nosotrxs para saber qué pasa con su danza cuando las palabras le rebotan, logrando, con ello, hechuras plegadizas o frunzas simétricas en su vestido blanco?, ¿o cuando juegan con su cabellera larga y renegrida, cual nido de aves que no encuentran donde reproducirse? Es una carretera larga, sacra y mohosa la que, hacia el final, nos toca transitar sin esperar nada, absolutamente nada a cambio, más que lo que ya está escrito. Lo que sucede, lo que sucederá, es el susurro, la anestesia, la forma del arte, su composición, temporalidad e inscripción en el relato (que subyace impermanente) en la piel de la sombra, en el amarillo (in)existente y en el cuerpo (una y otra vez, nunca la última, jamás).
Organicidad y mendacidad: la danza de las multitudes solitarias
La mesa va a quedar vacía. Sólo los bols, tazas, pequeños platos, vacíos como esqueletos. Y la flor, abierta como una boca que grita. Muda de sentido en su belleza…
Alejandra Kamiya, “Desayuno Perfecto”, Los árboles caídos también son el bosque (2015).
Desayuno Perfecto es de una poesía estacional, sin serlo. De una lírica y una dramaturgia plena en detalles y figuras en (no) movimiento(s). De un entramado y coloratura que remite al pulso del misterio -humano femenino-, al viaje hecho y vuelto coreografía, a un arúspice desentrañando una historia simple y frondosa. A la soledad de la ropa en el cuerpo. A la luz opalina y al sosiego de la hierba alta. Al vuelo de pájaro y a la verdad encontrada en una taza de té, en un remanso llamado muerte. En un reposo llamado vida.
Una obra, absolutamente, prodigiosa.
Sin curvas, esquinas ni recodos.
Yo quería ser para entender por qué.
Porqué la vida
Porqué el aire
Porqué el silencio
Porqué el espejo.
Comprendí que no hay que comprender.
Que la vida, el silencio y el espejo no tienen explicación.
Fue así como fui feliz, por un rato que es decir segundos, que es decir mi vida.
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*Foto portada: Mauricio Car