Cavidades silentes

17 de July de 2024
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Maniobra temporal

Fundación Cazadores 

Creación colectiva de Mariana Montepagano, Alina Marinelli, Margarita Molfino y Natali Faloni. Concepto: Mariana Montepagano. Guía: Mariana Montepagano. Composición sonora: Aylu (Ailin Grad). Colaboración artística: Bárbara Hang. Fotos: Ana Rodríguez Baños @anarodban.ph y @fundacioncazadores. Función: 19 de abril de 2024.

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Centro Cultural San Martín 

Creación colectiva de Mariana Montepagano, Alina Marinelli, Margarita Molfino, Barbara Hang y Natali Faloni. Concepto: Mariana Montepagano. Guía: Mariana Montepagano .Composición sonora: Aylu (Ailin Grad), Diseño de iluminación: Adrián Grimozzi. Función: 9 de junio de 2024.

La experiencia estética representa una experiencia umbral atribuida a una condición antropológica básica. En ella experimenta el hombre su condición de ser, la que se entiende en un proceso de permanente transformación.
Erika Fisher Lichter

 

Maniobra temporal es una propuesta de investigación de movimiento a partir de la técnica de resucitación descripta en los libros de osteopatía. Para mí, un minucioso registro de las cavidades, de los profundos agujeros por donde un eco se pierde desgranándose. 

Ciertamente estoy acostumbrada -y quisiera decir, estamos acostumbrades- a buscar sentidos más allá de lo que se presenta, más allá de lo expuesto, en tanto lo que se deja ver en la superficie de la obra. La única metáfora es la muerte, reflexiono, por todo desplazamiento existente. 

Lo real expuesto del sistema. Un engranaje de sucesivos devenires activando el movimiento, es un toque racional, un toque que activa el espacio, que llena los huecos entre un cuerpo y otro, entre la forma que se deja y la que se habita. Tal vez, un halo que permanece hasta deshacerse y constituir un movimiento posible. 

Lo que se presenta aquí, en Cazadores, no es obra del azar, ni de un encuentro desprovisto de cuerpo, es una investigación del cuerpo en su realidad que se pregunta por la reversibilidad de un estado definitivo. Son cuatro cuerpos, como sombras, recorriendo el perímetro del espacio en un latir unificado. Andar marcando el pulso, pisando hasta que suene, hasta que haga viento. Los movimientos reflejan un saber inasible, casi de arena, pues se desarma, se construye, se pliega y recorre los niveles, arriba, abajo, yaciendo en curvas, caídas y pesos. Estos son los huesos-huecos que han vuelto posible el movimiento, sosteniéndolo, soltándolo, haciendo que haya desprendimientos entre el cráneo y la pelvis. No siento el estrépito del derrumbe, toda su caída es obra de un delicado descenso y la dirección placentera de la organización. 

La única metáfora es la muerte. Entonces se revierte, produciendo vitalidades y posibles existencias, aunque la realidad sea el yermo hundimiento.

Programa, pro-grama, huella. Me permito una lectura porque así me atrevo a darle contexto a esta apertura de proceso, me atrevo a hablar de una marca que antecede, dirigiéndose en el cuerpo hacia el molde donde se apoya. Manos-cavidades, extremos redondeados donde aparece el pliegue y la estructura derramada en una superficie. El movimiento se convierte en una bruma del espacio, un ambiente, en tibio resabio de lo que allí había. Transforma lo que era en dirección hacia lo que vendrá. Preforma del toque que desarma las configuraciones.

Pero, ¡oh, qué descanso el de los huesos! Sin traslado de sentido, los huecos expuestos en calidad de sostén, la cara agujereada, los dedos tentáculos inmiscuyéndose cual dendritas, agarrando la organización somática de la dirección, el movimiento, la posibilidad, forma, deforma, agujero, la única metáfora… sigue siendo lo que es, la vida.

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Hay un tiempo entre estos dos espacios de escritura, como lo hay entre estas dos formas de Maniobra temporal. Dos momentos: el primero (el de Cazadores) corresponde a la apertura del proceso, y ahora (en el San Martín), hay una suerte de primer cierre. Cierres y aperturas de los procesos, puntos de emergencia del sentido y observación. Reposo y espera. Un ejercicio de la vida hacia lo que retorna. Lo que vuelve. 

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Estamos en la platea, no encuentro el sonido del engranaje, ese rodar háptico de las esferas acomodándose, el toque de esa percepción sobre mí. En cambio, ahora el sonido se magnifica, aumenta hasta un máximo de volumen, hasta acercarse a mis pensamientos. Lo que antes rondaba en pasos oscuros, en sombras acechantes, ahora avanza, como un sonido incontenible de unísono irrefrenable.

No me cabe duda, ellas saben y muestran un movimiento preciso, blando y confiado. Específicamente puntual, en el sentido de lo exacto. Ahora, al abrir la escena y exponer lo sistemático, no observo las esferas determinar-ser determinadas, en cambio, se hace lugar un movimiento de deslizamiento, una pincelada de las manos, desde los extremos hacia el centro. Sentí nostalgia de los huecos y del hundimiento. Apareció la sucesión fantasmática de lo que se repite en cuerpos y desprendimientos. No es otra cosa que este cuerpo, pero tampoco termina allí, le son inherentes las metáforas. Como esquirlas salpicando la escena, por todo intento de ser lo que se es, proliferan los sentidos en lo inacabado del agujero y el intersticio.

Preparar el movimiento para exponerlo.

Existe un momento en el que la obra se pregunta, interroga sobre su materialidad y sobre las imágenes que genera. La maniobra temporal se encuentra entre el crudo movimiento de lo expuesto en sus relaciones y las producciones simbólicas que son inherentes al cuerpo.

Un toque o varios toques precisos hundiéndose en las cavidades del gesto donde sumergir el tacto. Un espacio entre que produce una revuelta en la pelvis. Acomodarse, caer, apoyarse.

Martin Tricárico

 

Los cuerpos desarmados, yacentes como un saco de huesos, anclados a la tierra, y la piel manteniendo la forma de lo humano. El cuerpo es formado y conformado, deshabitado de voluntad y vuelto a la posición erguida en el agarre preciso que llena la ausencia. Es entre la osamenta sedimento que vuelve a la tierra y el desprendimiento de la ropa como piel vacía. El inicio de la vida está en las manos que la sostienen. Proliferan ensoñaciones donde lo vital  siempre vuelve, erigiéndose desde lo yermo hacia el espacio, hasta habitar los espacios, las configuraciones posibles, infinitas actualizaciones del toque. 

Hay una imagen que me quedó grabada, la suspensión de un cuerpo muerto, el peso, la gravedad del asunto, las manos metiéndose en la profundidad de la materia para agarrar y suspender el estado de ausencia entre lo que es y lo que no es. 

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Esta composición ha cambiado y ahora es una aparición efímera teñida con la iluminación de una sala más grande y menos íntima. Lo que pude ver en Cazadores respondía al silencioso evento de la respiración, y ahora la distancia compone otras experiencias, las luces, la frontalidad de la escena, el sonido. Cambió mi respiración y también la suspensión del cuerpo.

Es un trabajo cuya precisión desarma mi escritura, porque temo que mi toque sea torpe, y debiera moverse con la misma delicadeza. La fragilidad es parte del equilibrio, y la concentración puede quebrar sensibilidades. Quiero decir que es un trabajo que tiene de suyo la racionalidad, es una obra específica, que se arriesga a la materia y al espacio. A su vez, silenciosamente, para no caer en la impostura y el disfraz, permite que circulen las más sensibles percepciones. Imágenes sensoriales que son inherentes a la propuesta de investigación, me atrevo a decir, al cuerpo como una episteme. El torrente sanguíneo al final es como un río que se avecina, implacable.

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*Foto portada: Camila Kohn

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Mercedes Osswald

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