Without the other, the subject is like Oedipus,
incapable of waking up in the face of the Sphinx,
because that sphinx is replacing the other,
his lost companion.
María Zambrano
Solidarity, altruism, philanthropy and passion for the other are words that immediately appear when confronting the purposes of social assistance that motivate Paintings on Commission, free! – a performance extended along many days in a specific territory, whose promoter is ready to satisfy, by painting, the full imagination invoked by the wish of some passer-by provoked by him in the middle of the street or in the reserved doorstep of his home. They are words consolidated by a long history of indifferences and evasive ironies. They wait in silence for their distinctiveness to be recognized by that antagonistic caution – so powerfully mistrustful – named Politics.
The passer-by, having accepted, trying to arouse that minimum of sensitivity that has broken his muteness, will write down with a sociologist’s handwriting some personal characteristics, simple attributes, in cases that allow future memorization. His voluntary correspondence will grant him the luck to paint, with borrowed hands, a landscape, the portrait of his granddaughter or the copy of a masterpiece that for years he has dreamed of possessing. In the form he/she will reveal being a clerk, a teacher, an ex convict, a wife at home, an immigrant, an unemployed. A subject invoked by the gimmick of another subject who, with supreme rationality, pulls him out of his disorientation, hugging him with love, another word that also awaits in its huge, divided historicity.
The painting is like a bird that stops them at that instant, a space of time from the origins, some roses, a book, or some fruits that reduce loneliness and lend them some innocence. He invites him/her to treasure it, leaving a receipt that states date, time and place that will enable him in subsequent days, not just to pick it up and take it down from the wall (surprisingly free!), but also to attend the festive inauguration of an event where he will find his peers, brought there for the same reason.
Oriented as an artistic activity, this act of social assistance took place around December, 1989, when in a university classroom we discussed about the dispersion of the subject, about Nietzsche, Foucault, Beuys; and was put into practice months later when the group reasoning between students and professor perceived that the concept of art on commission could change, from a merely commercial procedure, to an act of discernment, influenced by conceptual art or guided by the autobiographic belief of the artist, who in his actions not only carries the usual instruments, but could add to them a series of elements that would shape his activity and defend him mainly as a maker, a sort of art worker, someone who carries a large tool box containing sociology, anthropology, and the archaeological exploration, sheltered by a cognitive whim.
This artist might be mixing the traditional terms about the value of work; it could seem an act of humiliation, a mortal distraction, an abandonment. However, this usurpation of roles deprives the artist of his demiurgic status, pulls him out of his roots, brings him out in the open, and mixes him with the city, with the horizontal and evasive mass that would always have been his possible receiver, his shadow: the spectator that grants him the necessary acoustic, secures the aura and finally provides his nourishment.
That first move in a needy neighborhood of Havana established the stages that facilitated Paintings on Commission, free!: that presentation to “the other” and the first inducement of the wish, the preliminary registry of data on a subject who will retain the “idea”, a lost innocence, a liking.
Afterwards there will be a necessary pause for the achievement of the painting, with the adequate time margin until the crucial moment at the place of collection: a museum hall? an art gallery? a well-known space of the city? A place still unknown to this passer-by, despite being an old neighbor.
The process has been filmed from the beginning; therefore, at the moment of farewell the subjects thank each other for the exchange; shake hands, a hug that will not only be epistemological. It will install in his psyche. On one hand, the desired painting, that he will hang in an intimate and satisfactory space; and on the other, the film or photographic document that will give faith of its existence; an exemplary revelation of a methodology of the approach for a simple pause of love, “l’amour qui move il sole e le altre stelle.”
René Francisco – Junio 27, 2020
René Francisco Rodríguez is graduate the Higher Institute of Art (ISA) in 1987. He has developed a relevant artistic career, which earned him the National Prize in Visual Arts and participation in different international biennials (Havana, São Paolo and Venice). His work has been exhibited in numerous galleries, museums and art centres in various parts of the wordl. Created the program for Cuban artistic education: From a Pragmatic Pedagogy (DUPP by its Spanish acronym), which has obtained notable achievements in the educational field. During the seventh Havana Biennial his Galería DUPP project received the UNESCO Prize for artistic teaching. He was awarded an Honorary Doctorate from the Francisco Art Institute (California, EEUU, 2001). Since 1990, he has exercised his curatorial work collective, with his students, in each of the four editions of DUPP.
Sin el otro, el sujeto es como Edipo, incapaz de
despertar ante la Esfinge, pues esa esfinge está
sustituyendo al otro, a su compañero perdido.
María Zambrano
Solidaridad, altruismo, filantropía, pasión por el otro, son palabras que saltan de inmediato frente a los móviles asistenciales de ¡Pinturas por encargo, gratis!, una performance que ocupa muchos días, en un territorio determinado donde el promotor se dispone a satisfacer, pintando, toda la imaginación invocada tras el deseo de algún transeúnte que él ha provocado en plena calle o en el reservado umbral de la puerta de su casa. Son palabras sedimentadas en una inmensa historia de indiferencias y esquivas ironías. Aguardan en silencio, a la espera de que su extrañeza sea reconocida por esa antagónica cautela –tan poderosa de desconfianza– que se nombra Política.
El transeúnte, luego de acceder, buscando despertar ese mínimo de sensibilidad que ha quebrado el mutismo, anotará con letras de sociólogo algunos rasgos personales, simples atributos, en casillas que permitan memorizarlos en lo adelante. Su voluntaria correspondencia le regalará la suerte de pintar, con manos prestadas, un paisaje, el retrato de su nieta o la copia de una obra maestra que por años ha soñado poseer. En la planilla revelará ser un oficinista, una profesora, un exconvicto, una ama de casa, un inmigrante, un sin trabajo. Un sujeto invocado por el artilugio de otro sujeto, que, desde un supremo raciocinio, lo arranca de su descentramiento, estrechándolo con amor, otra palabra más que aguarda también, desde su inmensa historicidad escindida.
La pintura es como un pájaro que los detiene en ese instante, un lapso originario, unas rosas, un libro, unas frutas, que les restan soledad y les prestan un poco de inocencia. Él le invita a atesorarla, dejándole un recibo que contiene fecha, hora y lugar, y que le permitirá en días posteriores no solo recogerla, desmontarla de la pared, ¡asombrosamente gratis!, sino también asistir a la inauguración festiva de un acontecimiento donde encontrará a sus semejantes, traídos allí por el mismo motivo.
Orientada como una actividad artística, este tipo de acción asistencial se desarrolló hacia diciembre de 1989, cuando en un aula universitaria discutíamos acerca de la dispersión del sujeto, acerca de Nietzsche, de Foucault, de Beuys, y fue puesta en práctica meses después, cuando la claridad colectiva entre alumnos y profesor percibía que el concepto de arte por encargo podía pasar de ser un procedimiento meramente comercial a un acto de discernimiento. Un acto influido por el arte conceptual o guiado bajo la creencia autobiográfica del artista, que, en su accionar, no solo carga con los instrumentos acostumbrados, sino que a estos les podía incorporar además una serie de elementos que modelarían su actividad y lo defenderían mayormente como un hacedor, una suerte de obrero del arte, alguien que soporta una gran caja de herramientas donde se encuentran, abrigadas por un capricho cognitivo, la sociología, la antropología y la exploración arqueológica. Alguien a la vez encubierto de alteridad, que realiza un pacto con el prójimo, un gesto de complicidad.
Podría confundir este artista los términos tradicionales acerca del valor del trabajo, podría parecer un acto de humillación, una distracción mortal, un abandono. Sin embargo, esta usurpación de roles despoja al artista de su status demiúrgico, lo arranca de su raíz, lo trae a la intemperie y lo conjuga con la urbe, con la masa, horizontal y huidiza, que habría sido siempre su posible receptora, su sombra; el espectador que le otorga la acústica necesaria, le calza el aura y le da finalmente de comer.
Desde aquella primera incursión en un barrio necesitado de La Habana, se asentarían las fases que facilitaron ¡Pinturas por encargo, gratis!: esa presentación ante «el otro» y la primera inducción a su solicitud; luego, la recepción de lo deseado, el registro preliminar que arroja datos de un sujeto al que le quedará censada la «idea», una inocencia perdida, un gusto.
Después vendrá una pausa necesaria para la realización de la pintura, con el margen de tiempo adecuado hasta el momento crucial, en el lugar de la recogida: ¿la sala de un museo?, ¿una galería de arte?, ¿un espacio connotado de la ciudad? Allí donde este transeúnte, siendo un viejo vecino, nunca había penetrado.
El proceso ha sido filmado desde el comienzo; por lo tanto, en el momento de despedirse, los sujetos se agradecen el intercambio, se dan la mano, un abrazo, que no será solamente epistemológico. Se instalará en su psiquis. Por un lado, la pintura deseada, que colgará en un recinto íntimo y satisfactorio, y, por otro, el documento fílmico o fotográfico que dará fe de su existencia; revelación ejemplar para una metodología del acercamiento, para una simple pausa de amor, «lʼamor qui move il sole e le altre stelle».
René Francisco – Junio 27, 2020