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Sobre "FICCE 2020: Retrospectiva de la obra de Margarita Bali"

9 de octubre de 2020
Disponible en:
Español

FICCE 2020. Programadoras Virtuales. Diálogo con Margarita Bali, dirigida/ producida por Ladys Gonzalez, Wanda López Trelles. Programadoras FICCE: Valeria Pertovt – Wanda López Trelles y Ladys Gonzalez. Virtual/Online, plataforma Youtube, CABA. Transmisión en vivo: 19 hs 21/09/20.

«Articulaciones:
Experiencia articular y articulada, múltiple, atravesada de límites en interminable expansión; un pensamiento de la articulación. Donna Haraway propone una «política de la articulación», como crítica afirmativa y en acto de la representación, sosteniendo que «en las prácticas articulares las fronteras adquieren una forma provisoria, nunca acabada» y subrayando el «potencial para lo inesperado» propio de estas.»
Marie Bardet, Pensar con Mover (2008)

 

En el marco del tercer Festival Internacional de Cortometrajes Corporalidad Expandida (FICCE), se presentó (parte) de la retrospectiva de la artista multitemática, multiformato y multiforme, Margarita Bali, que, en su recorrido por la danza como bailarina, coreógrafa y luego realizadora audiovisual de numerosas piezas de videodanza, instalaciones y video mapping, lleva más de treinta años (y contando) haciendo cuerpo de un vastísimo quehacer artístico.

Margarita es una mujer de ánima danzante, curiosa e inquieta, que ha atravesado décadas con su firma en letra imprenta, de tamaño escultórico en cada obra. Desde sus comienzos en los años noventa, con Paula en suspenso (1993), una de las video-danzas que seleccionó para mostrar(nos) en su paso por el FICCE, supo cómo “abrir la puerta para ir a jugar”, porque si hay algo que queda claro cuando miramos sus obras es que ellas se hilvanan hasta transformarse en una totalidad que se divide, sin intención, en secciones que cuentan una y mil historias. Ella encontró, sin buscar, su estilo (absolutamente inconfundible) en el hábito, horadando en el cotidiano para detectar el detalle y así volverlo uni-verso. Su poética se destaca por encima de todas las cosas posibles que sus piezas contengan como elementos. Y cuando hablamos de poética, no solo nos referimos a la imagen embellecida, a la historia específica o al movimiento consagratorio: hablamos de un órgano (corazón) nucleando el relato de lo inesperado, lo inabarcable, indecible e inimaginable, decidido a lanzarse para hacer base en su trabajo con deseo magmático y resultado volcánico. Margarita es enorme, y es un honor ser contemporáneos a su obra y a ella.

Al fin de su paso por el festival, ella misma fue la encargada de seleccionar seis de sus (tantas) obras. Por orden cronológico de aparición, en primer lugar están Agua y Arena (ambas de 1997), filmadas en Valizas (Uruguay) durante unas vacaciones. Aquí se animó a movilizar a seis bailarines del entonces grupo Nucleodanza para crear ambos videos luego de diez días a pura coreografía y armado-danzado de cuerpo, olas, arena y barco, conformando un relato en el que lo inverosímil del resultado es el resultado en sí mismo. ¿Puede un cuerpo dialogar con la naturaleza y sus distintas, y hasta salvajes, facetas? Pues la respuesta es sí, no sin cierta dificultad, claro. Pero la arena se sacude, uno se sube (funde) a la embarcación con la piel a la intemperie y forma parte del mar con el músculo y sin palabras mediando. La naturaleza es el valle entre-medio del cuerpo y otro cuerpo; he ahí la narración encolumnada tras la pregunta. La verdadera lluvia (tormenta) somos nosotros, no otra cosa, por más salvaje que sea en (su) esencia.

Luego, pasamos a Humor vítreo (2006) donde algunos bailarines encuentran, en la improvisación y desde un modo disfuncional de vincular (se) dentro de una casa con escaleras y (más) escaleras, un guion que nos lleva a reírnos de lo que vemos como si los personajes fueran espejo de lo que nos pasa a nosotros mismos detrás de la portilla que nos alberga. En un ritmo acelerado, dado desde la música y por frenéticos movimientos que imponen al (posible) espectador mirar con los ojos en fast forward para captar las imágenes que se superponen y dialogan unas con otras, al igual que los personajes (aunque sin una sola palabra dicha entre ellos). Otro punto para Margarita y equipo, que supo retratarnos en la ridiculez del aceleramiento por el aceleramiento redivivo, insistente y pulsante por hacerse presente en (una) comunidad (pequeña) de pequeño espacio y puertas adentro. Y, como si fuera poco, desde allí ¡buscar el retrato para la posteridad!  La humanidad como armonio mismo, a la vista de (un) todos, en un sistema que nos lleva a ser de una manera ridículamente igual a quien creemos diferente. En Humor vítreo, Margarita cuenta: “hay un juego de puertas, de un me choco-no me choco”, “buenas tomas” y un fuerte “construir en la edición” que deviene en diez minutos a puro trote y galope entre ladrillos.

Siguiendo con su manera de mostrar(se), presentar(se), adviene Sobremesa (2006). Aquí encontramos otra vez el vínculo como eje. En este caso el de una pareja que discute a puro duelo danzado en el patio y la terraza de una casa. En su coreografía, de intencionado aunque frustrado diálogo y haciendo uso de objetos del cotidiano (una botella, una pava de mate, sillas, mesa y mantel), resalta una frase que emerge como baladro y consigue más que “solamente” romper el silencio: “Callate, ¿querés?” y cambia la dirección del relato. Los movimientos de contacto estrecho del dúo en acción, captados por dos cámaras, reúnen decenas de planos en un escenario común que luego, en la edición, se ensamblan pieza a pieza, con ánimo lúdico aunque minucioso para llegar al cuadro final: un rompecabezas magistral. Margarita logra, con el material justo, recrear uno de los “lados b” pos-himeneo, de la mano de un juego que no es tal, en verdad, en una tarde de esencia entusiasta y atemorizante al mismo tiempo.

Con Medusas (2009), la libertad viene de la mano del video arte y su, embrionaria, forma experimental. En una suerte de respiro geo-métrico, de concepto de “edición como parte del guion” al que refiere Wanda Trelles (una de las directoras del FICCE), la fantasía toma posesión de la historia que se narra en un tempo y lugar inespecíficos, por condición y peso propio de la definición de irrealidad. Esta hipnótica con ojos fuera del (propio) cuerpo, entendido como materia de materia(s), integradas a una corporalidad de envergadura universal en sincronía con otras tantas más de distintas procedencias. Medusas hace mundo sobre una estructura marina, subjetiva, revelada para ser aparecida en el nado de antropomórficos seres. Al respecto de esta obra, Bali dice: “la medusa pulsa como un corazón que bombea y cada vez que lo hace cambia de lugar”. Hermosa manera de describir la narrativa de este audiovisual que encuentra en imágenes de figuras femeninas recortadas y (re)puestas en baile y texturas, con otros organismos, la génesis de su marítimo paraíso y terruño limbo, al que no conocemos pero imaginamos en lo abstracto de su corporeidad. Esto nos lleva a pensar las relaciones entre danza y composición como lo hace Marie Bardet:

 “Si la danza es continuamente devuelta hacia el desafío de su existencia artística entre evanescencia e inscripción, es porque efectivamente el arte de la danza puede pensarse como composición dentro de una variabilidad de los lugares y de los modos de agenciamientos posibles de dicha composición” (Pensar con mover, 2008: 118).

Finalmente, y ya como última (gran) parada por el fragmento del mundo-Margarita, llegamos a Escaleras sin fin (2018), basada en el universo escheriano. En esta obra, 30 escaleras y 25 bailarines se dan cita en el videodanza (uno de los últimos -hasta ahora-) realizado en Seattle, a la luz de varias y múltiples tomas. He aquí, otra vez, la geometría y las escaleras como centro de la escena construida para la cámara, como una vuelta a las raíces, a su Paula en suspenso y a las escaleras de la Biblioteca Nacional. La obra es un retorno al cuerpo del cuerpo, hoy como indicialidad mediatizada, al afuera del adentro, como figura poética. Bali encuentra en el vértigo de la existencia algo nuclear (físico) pero anterior a la idea de nosotros mismos: la realidad como motor de la creación, que en su aventura por ser danza o cine, así como pestaña, suelo, flor o lente, da vida a la representación de metrópolis con ritmo exasperante, que acelera el pulso tanto de quienes están delante como detrás de la pantalla. Proponiendo a los espectadores en su frenético discurrir narrativo a detener el paso en el momento justo para tomar aire y así poder seguir viviendo. Es evidente que nuestro paso (paseo) por el mundo como mundo y ¿tal cual? lo conocemos no volverá a ser el mismo.

Casi al final de la presentación, la creadora responde a la pregunta sobre qué le diría a quienes empiezan a filmar-danzar hoy; en silencio se acomoda el cabello, piensa y sonríe con ganas: “y, no sé, supongo que hay que seguir haciendo, probando, imaginando”.

Queda claro que, para hacer, entonces, hay que crear, y para ello, imaginar. Y tal vez, la mejor manera de ir más allá de la narrativa del yo es ir en busca de otra que nos en-vuelva a todos, que indague en un imaginario de corazón colectivo sus propias, y doblemente valiosas, razones para ser.

 

*Las imágenes que acompañan este texto son capturas de pantalla de las diversas plataformas en donde se desarrollaron las actividades.

 

 

 

Acerca de:

Marina Julieta Amestoy

Es Licenciada en Crítica de Artes en la UNA, escritora, bailarina e investigadora en artes del movimiento, especializada en voguing y cultura ballroom. Actualmente, cursa la Especialización en Producción de Textos Críticos y Difusión Mediática de las Artes (UNA). Forma parte de E.G.A. (www.gestorxsartistas.com.ar ) dentro del equipo de Acción Documental. Escribe en diversos medios nacionales y participa en proyectos de investigación ligados a la danza, la performance y las artes audiovisuales.

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