De la mera forma al sentido metafórico

2 de septiembre de 2019
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Español

Atávico, dirigida por Jesús Guiraldi. Intérpretes: Julián Ferrari, Mauro Sebastián Cacciatore, Kanako Hongo, Adam Feiguin, Florencia Ciucci, Juan Jesús Guiraldi, Sebastian Ríos, Facundo Rivara, Josefina Reyes, Maximiliano Bolognino, Santiago Palavecino. Iluminación: Valentina Kappes. Música: Kchi Homeless. Teatro del Perro, Bonpland 800, CABA, Argentina. Función: 19/05/2019

La Retrospectiva constante, una vuelta a algunas de las obras realizadas en los comienzos de la Compañía UNA Constante, trajo consigo la re-emergencia de Atávico, en el Teatro del Perro, interpretada por su elenco original. Este regreso fue acompañado, además, por una expansión de la propuesta: a cada obra de la retrospectiva le antecedía una clase dictada por Jesús Guiraldi, abierta a todo público. En este caso, lo interesante de la doble experiencia radica en que el material de movimiento abordado en la clase tenía una conexión directa con el de Atávico. Y esto, lejos de convertirse en una pedagogía de la expectación, pone de manifiesto que el cuerpo es el depositario de las sensaciones que se ponen en juego frente a una obra. ¿Cómo habitan el espacio los cuerpos de Atávico? ¿Cómo se relacionan entre ellxs? ¿Cómo es el contacto entre estos cuerpos? Vivirlo en “danza propia” engrosa el modo en que estas preguntas podrían responderse.

“Muevo el espacio ‘entre’ los cuerpos”, “¿Hasta dónde puedo moverme sin tomar contacto con el otro?”, invitaba a experimentar Guiraldi durante la clase. Aquello que era simplemente una consigna, una exploración de mi cuerpo en relación con el de los demás y con el espacio, se reflejaba luego durante la obra, adquiriendo un nuevo sentido. Pero ¿cómo se transforman estas pautas de movimiento en Atávico?

En la clase, la primera propuesta fue simplemente habitar el espacio, movernos en él sin generar contacto físico en una sala llena de gente. La consigna se fue afinando y devino en un ejercicio sobre la danza que aparece en el espacio disponible antes del contacto con otro cuerpo.  Atávico, por su parte, comienza cuando un primer intérprete atraviesa el espacio en líneas rectas, una y otra vez. Ante la amenaza de un otro que aparece en escena, aumenta la velocidad del trayecto, como huyendo del posible contacto físico. Sin embargo, ese “otro” termina por imposibilitar su repetitiva tarea y comienzan a jugar con el límite entre los cuerpos, con ese “espacio entre” que ya había mencionado previamente Guiraldi. Incorporación a incorporación de otredades y, a medida que el contacto físico se vuelve inevitable, se sucede el progresivo armado de una red cuyo origen es el uno.

Ezencia

Atávico es la generación danzada de un sistema mutante que se rompe y se regenera, que oscila entre la estabilidad y fragilidad. Las formas que surgen de una pauta de movimiento ya conocida por lxs espectadorxs materializan la idea del rizoma deleuziano. Como si esa imagen de pensamiento pudiera hacerse cuerpo, volverse danza. Conectadxs unxs con otrxs y en simultáneo, lxs intérpretes tomaban una parte del cuerpo de otrx y lo redireccionaban, haciéndolo recorrer un mínimo trayecto en el espacio (pauta que también formó parte de la clase, aunque de a dos). Como un tejido orgánico, dinámico y heterogéneo, estos tallos humanos se conectaban y erigían multidireccionalmente. La resistencia -en su justa medida- se traducía en la estabilidad de este sistema que se sostenía en tanto y en cuanto todas las partes le eran funcionales, como la dinámica del poder. Un movimiento de más en una parte del tejido repercutía en la totalidad, porque cada cuerpo se conectaba con el contiguo. Durante la clase, por su parte, se manifestaba tanto la necesidad de tomar decisiones claras a la hora de “dirigir” el cuerpo de un compañero o compañera, como la de un cuerpo disponible ante el contacto físico: “Estoy preparado para el cambio. Cuando puedo escuchar al otro puedo fluir conmigo mismo”.

En el desarrollo de esta danza rizomática comenzaban a aparecer pequeñas líneas de fuga que comprometían el funcionamiento total del sistema, hasta que el choque de fuerzas –cada vez más violento- llevó al colapso. Ese sistema inicial se disolvía para dar lugar a otros con los resabios de aquél. De este modo, aquella danza colectiva se fragmentaba en tríos, dúos y solos o bien, se producía una división de lxs intérpretes en dos partes iguales: eran los restos que evocaban el “todo” del sistema original. Los cuerpos remitían, por ejemplo, al enaltecimiento de un líder o al repetitivo desprendimiento de una opresión. Dos momentos de la obra permiten hacer tales lecturas, como cuando dos intérpretes, elevados cada uno por una gran estructura humana, se enfrentaban a la distancia y en altura, simulando una pelea donde no había contacto físico. En otro momento, y repetidas veces, como si fueran glóbulos blancos atacando a una bacteria que ingresa al organismo, todxs los intérpretxs perseguían a unx y lo rodeaban hasta que aquél simulaba eyectarlos. De este modo, lo explorado en torno a la cuestión del contacto físico, de la fuerza de los cuerpos y de la manipulación se resignificaba una y otra vez en la obra, ahora en clave de poder.

Ale Carmona

Pero ¿qué hay de “atávico” en el sentido de esta puesta coreográfica? ¿Acaso es esta figuración danzada un esbozo de tipos de relaciones heredadas, constitutivas de lo humano? ¿Se trata de la manifestación del poder inscripto en los cuerpos? Estas últimas dos preguntas pueden responderse con un gran “sí”. Sin embargo, y como todo, las lecturas al respecto bien podrían ser muy disímiles: como en otras obras de la compañía UNA Constante, Atávico es una máquina generadora de cuadros danzantes que deja en un segundo plano todo elemento escénico extra-corporal, ampliando el arco de percepciones posibles.

Lo que puede afirmarse es que la experimentación inicial manifestó que aquella multi-direccionalidad del poder transparentada en la obra se inscribe en el cuerpo, en todos los cuerpos. Esta cualidad no es excluyente: no hace falta ser bailarínx para que los modos de vincularse atraviesen las corporalidades. En este sentido, y aunque parece ser una obviedad, es importante generar las condiciones para que este tipo de invitaciones no se estanquen en la endogamia del mundo de la danza.

La propuesta de la Retrospectiva de UNA Constante es un corrimiento de la supuesta pasividad de lxs espectadores, y en este movimiento, invita a pensar en una forma-de-ver que pasa por el cuerpo. El imaginario del director se revela en la consigna dada, como un “detrás de escena” que se manifiesta abiertamente, y que no esconde las condiciones de generación de la obra. La propuesta espectatorial, entonces, consiste en la experimentación de la mera forma para, luego, presenciar el sentido metafórico que de ella se desprende.

Acerca de:

Melisa Alzugaray

Es Licenciada en Crítica de Artes, mención Danza (Universidad Nacional de las Artes, Buenos Aires). Forma parte del grupo de investigación “Danza-tec: escrituras e inscripciones del cuerpo tecnológico en múltiples soportes y escenas” que dirige Silvina Szperling en el marco del Instituto de Investigación en Arte y Crítica. Además, se dedica al estudio de diversas artes escénicas y del movimiento.

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