Alicia al socavón, dirigida por Carlos Trunsky. Dramaturgia: Carlos Trunsky. Libro: Mariel Monente, Carlos Trunsky. Actúan: María Kuhmichel, Emanuel Ludueña, Gastón Santos. Vestuario: Jorge Lopez. Escenografía: Carmen Auzmendi. Iluminación: Daniela Garcia Dorato. Realización de escenografía: Duilio Della Pittima. Redes Sociales: Gastón Santos. Música: Pablo Bursztyn. Fotografía: Paola Evelina. Diseño gráfico: Cocolino. Asistencia artística: Melani Giommetti. Producción ejecutiva: María Kuhmichel, Carlos Trunsky. Teatro El Grito, Costa Rica 5459, CABA, Argentina. Función: 10/03/24.
No cuentes qué hay detrás de aquel espejo, no tendrás poder,
ni abogados, ni testigos.
Canción de Alicia en el país, Charly García.
Conocí a Carlos Trunsky en el verano del 2015. En esa época (hablo como si ahora no sucediera algo similar…) me encontraba atravesado por una fuerte contradicción. Venía de una seguidilla de viajes para especializarme en técnica Cunningham en Nueva York y bailando un amplio repertorio de obras del artista. Sentía que estaba “en la cresta de la ola”, super afilado técnicamente, con toda la leche para bailar y, sin embargo, al retornar a Argentina todos los trabajos que conseguía estaban ligados a la docencia o a la asistencia de dirección. En la búsqueda por conectar con artistas que me interesaban pero con los que nunca había trabajado, decidí prescindir de unas extensas vacaciones y dedicar las mañanas de ese enero porteño a conocer a Carlos, asistiendo a un seminario que dictaba en el Portón de Sanchez. Sus talleres sobre “La contemporaneidad a partir de la tradición” son un viaje de exploración a partir de la técnica clásica con la fusión de técnicas contemporáneas, el uso de la voz y la improvisación. En ellos, propone la creación de un “todo expresivo en relación directa con lxs otrxs intérpretes, el espacio escénico, la música y el tiempo, y la alineación de los planos físico y emocional”. Ese “todo expresivo” da cuenta de lo amplio del abordaje que realiza en sus propuestas donde lo técnico convive con lo interpretativo, la repetición con la novedad, lo personal con lo colectivo, y justamente, es el mismo tipo de universo que despliega en sus obras.
Quizás un poco ya se puede entrever, pero este seminario no sólo significó una hermosa experiencia de aprendizaje, sino además, el comienzo de un vínculo con una persona que supo ver, aprovechar y potenciar el intérprete que soy. Por esta razón, quisiera blanquear que, al momento de sentarme a escribir estas líneas, enfrento uno de mis mayores miedos como crítico: que la subjetividad, la admiración y el cariño opaquen el aspecto analítico de la tarea (¡qué suerte, mi reina, que en estas épocas que atravesamos ese sea tu mayor miedo! En fin…). Más allá de mis temores, sepan también que nací bajo el sol en capricornio, por lo que confío en que llegaremos al objetivo propuesto, o al menos haré lo posible para que ambos aspectos logren una convivencia armoniosa.
Alicia al socavón es presentada como un teatro musical, creada a partir de obras y cartas de Lewis Carroll, y si bien, en tanto sinopsis, pareciera resultar cuanto menos escueta, aporta bastante tela para cortar. Vayamos por partes.
Desde la antigüedad, la música ha sido parte de las artes dramáticas, aunque a partir del siglo XIX cobra entidad en nuestro hemisferio este híbrido que conocemos como teatro musical, género teatral en el cual la trama de la historia se desarrolla entre canciones, música, danza, diálogos y actuación. A diferencia del teatro tradicional, que también puede recurrir a canciones y danzas, en el teatro musical estos elementos son parte fundamental del desarrollo de la historia, no un mero accesorio. Respecto de la ópera -se preguntarán, ya que presenta los mismos elementos- se diferencia en que, en ella, la representación suele estar basada en un estilo musical lírico clásico, y los personajes principales, en general, solo hacen interpretaciones cantadas, mientras lxs protagonistas de un musical cantan, bailan y tienen diálogos hablados. En el caso de Alicia… los tres elementos principales de la puesta (el libreto, que incluye los diálogos; la partitura musical, tanto para las canciones como para las danzas y otros momentos de la obra; y la puesta en escena, que incluye la escenografía, el vestuario, etc.) se combinan con la ejecución brillante de lxs intérpretes (me explayaré sobre esto en breve) y la producción, dando como resultado un espectáculo capaz de evocar todo tipo de sentimientos en la audiencia.
Segundo asunto: como dije antes, Alicia… está inspirada en las obras, cartas y fotografías de Lewis Carroll, por lo que nos enfrenta de lleno a una fuerte intertextualidad. Sus cartas eran escritas a modo de juegos, conteniendo acertijos, rimas y, a veces, incluso, estaban redactadas de atrás hacia adelante. En la obra de Trunsky, Alicia cae por el socavón y lxs espectadorxs caemos junto con ella para adentrarnos en un mundo que parece regido por estas lógicas. Carroll (¿al igual que Carlos?) buscaba situaciones idílicas y marcos muy bellos para retratar a sus heroínas, a las que disfrazaba y leía cuentos para luego retratarlas. Sus cartas son alegres y están plagadas de historias imaginativas.
Como apéndice al segundo asunto, o en forma de bonus track sobre el tema de la intertextualidad (cada lectorx podrá elegir la referencia deseada), la obra suma un elemento muy particular: al ingresar a este vórtice, Alicia se inserta en un mundo completamente virtualizado, mundo que la increpa y no solo la lleva a cuestionar su identidad, sino que además pone la de todxs lxs personajes en jaque. Para esto, Trunsky vincula el universo de Carroll con Jamás Tan Cerca de Agustín Valle, lo que genera ese cruce de tradición y contemporaneidad tan típico de Carlos a partir de vincular a Alicia con el mundo de las pantallas y lograr no solo una reversión de un clásico, sino además, su necesaria actualización.
Jamás tan cerca es un texto que estudia las operaciones y movimientos que se forjan en la sociedad a partir del uso de aparatos tecnológicos y que constituyen la subjetividad actual, identificando cómo el incesante uso del celular, el escroleo sin fin en redes, la disponibilidad permanente, la autopromoción, la aceleración de audios, entre otros aspectos, “nos llevan a estar sin estar”. Más que atravesar un espejo, Alicia pareciera estar atravesando un laberinto de espejos, que nos devuelven una imagen mutante de eso que creemos que es la realidad. Un laberinto que subvierte los géneros, las identidades, los tiempos. Quizás a partir de dicho efecto me reconocí a lo largo de toda la obra como un niño viendo por primera vez una película de Disney, sin poder despegar la atención de la pantalla (en este caso, de la cuarta pared). Me sentí toda la obra cayendo junto a Alicia por el socavón, sin pisar tierra firme, sorprendiéndome, riéndome, bailando y cantando con lxs intérpretes a cada instante. Fue inevitable también pensar en la convivencia de ternura y oscuridad que maneja cualquier cuento infantil, y si bien este no lo era, sin lugar a dudas, el registro interpretativo de la obra contenía un abanico de una gran amplitud.
Como fue prometido, la situación amerita dedicar unas palabras más a la interpretación de María, Emanuel y Gastón. Emanuel es uno de esos bailarines ante los que me saco el sombrero y, a pesar de que nunca lo había escuchado, sabía que canta, pero no puedo explicar el registro vocal e interpretativo que maneja. Desde el comienzo de la obra, en su voz, las palabras van tomando ritmo y el canto surge con una potencia y naturalidad exquisita que se sostiene a lo largo de toda la propuesta. Gastón, quien tiene adjudicado el rol del narrador, es un actor maravilloso y logra conjugar con la misma facilidad la voz y el movimiento. Por su parte María… ¡es María! Si quieren saber la definición de Intérprete, háganse el favor y vayan a verla bailar. Al ver a lxs tres juntxs en escena, intuitivamente vino a mi cabeza la figura del power trío, que es una formación de rock mínima, a base de bajo, guitarra y batería, que aprovecha al máximo la sinergia que se establece entre el grupo reducido de músicos. En la escena no hay instrumentos, pero sin lugar a dudas hay una sinergia interpretativa virtuosa por donde se la quiera mirar que, junto a los vestuarios de Jorge Lopez y la música de Pablo Bursztyn, construyen un universo delicioso que, como todo aquello que lleve la firma de Carlos Tunsky, merece ser visto y disfrutado hasta la última gota.
Evocando al otro Carlos (en este caso, García) Alicia… es una obra en la que no importa que falten los abogados (se defiende más que bien por sí sola), pero sí, se merece que le sobren los testigos.
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Foto portada: Mathyas Medina