BLANCO [prueba 1]. Creación y performance: Georgina Forconesi, Moira Maillmann, Julia Gómez, Maya Ponce. Fotografías y audiovisuales: Ana Santilli Lago. Dirección: Valeria Martínez. Casa Sofía, residencia Proximidades Expositivas. Noviembre de 2019.
El tiempo de los gestos
Entramos a la sala de Casa Sofía, esa salita-hogar que nos propone compartir el espacio escénico sentadxs en su piso de madera tibia, apoyadxs sobre sus paredes o en el marco de sus puertas y ventanas de celosías. Nos acomodamos alrededor de lo que -intuimos- va a ser el territorio de la primera escena. Y en ese territorio me hundo.
Escucho un sonido como de estática y veo un cuadrado blanco que respira. Un tajo se abre, lo tengo muy cerca. Se vislumbra una pierna que bordea el paño níveo. Se asoma y, de pronto, descubro que es una espalda, ¿o quizás un pecho? Veo un ombligo, un pezón.
¿Oigo gritos? Ruidos.
La tela se tensa y veo una axila y vuelvo a ver piel. Un lunar. Ahora sí, ¿una espalda que quiere salir?
Existe un contrapunto entre el movimiento (leeeeeento, pausaaaaado) y el sonido. Eso es un hombro, definitivamente es un hombro. Y eso un pie y una pierna.
Dejamos atrás el cuerpo, su sábana y su ambiente. Nos vemos invitadxs a explorar otra zona.
Ahora hay dos sillas y otro cuadrado blanco, pero, esta vez, los cuerpos están a la vista. Tres chicas. Están paradas. Un sonido como un aire que no puede salir. Estar. Solo estar y seguir estando. Sus bocas abiertas. El brillo en los ojos. Se asoma una sonrisa. Dos sonrisas. Tres. Percibo el paso del tiempo en sus rostros, en sus gestos, lo percibo como una densidad: no como una memoria que organiza y ordena momentos, no. Lo percibo como una densidad que provoca movimientos.
No la veo moverse y, sin embargo, varió, se transformó, mudó. Un grito, un llanto. Los sonidos de los gestos.
Eran tres risas. El tiempo de sus gestos.
Las manos. Lo dedos como parte de ese momento.
Ahora, acompaña una base electrónica. Sus sonidos aumentan.
El tiempo de los gestos. Los sonidos de los gestos.
El ritmo. Lo repetitivo, lo placentero, lo aburrido, el 2×2, lo festivo.
Se acelera, ¿se calienta?, se contagia, se incrementa, varía en su invariación.
¿Se descontrola?
Se organiza.
Algo salvaje, nada animal. ¿Primitivo? Y el placer…
Hilo
No suelo referirme a obras anteriores de lxs directorxs, no suelo hacerlo porque creo en la experiencia única que se genera en el momento de la representación, en el ahí y ahora entre la obra y yo; yo como crítica, yo como espectadora, yo como persona, pero, especialmente, yo como cuerpo. Sin embargo, en el caso de Vale Martínez, una especie de hilo se me aparecía (incluso durante la misma expectación de Blanco) como ineludible, y me conectaba con Prehistoria (su obra anterior). Y me interesaba plantear que asoma, en ella como coreógrafa, algo así como un estilo de autor. Y me interesaba arriesgar, solo arriesgar, algunas cualidades en relación con dos aspectos: la acción y el tiempo.
En cuanto al primero, Valeria trabaja el movimiento antes de la palabra, el cuerpo antes de la palabra, o mejor, el movimiento no organizado por la palabra, me animo a decir: un movimiento “prehistórico”. Trabaja sobre esos rostros y esos gestos que -todavía- no son sociales: risas, llantos, gritos.
En relación con el segundo, aparece un tiempo que es de la obra, pero que se traslada al/la espectador/a: la eternidad de un minuto, esa que nos hace acomodarnos o incomodarnos, esa que hace que nos demos cuenta lo acostumbradxs que estamos a la velocidad, a que nos hagan olvidar del tiempo. Y en cambio, Valeria lo pone ahí: en el trabajo que nos cuesta descubrir qué hay debajo de la tela blanca, en la intensidad y la concentración con la que debemos mirar a las intérpretes para encontrar variaciones y cambios en su expresión. Maneja el tiempo a su gusto: espera, no se apura. Es como si nosostrxs, espectadorxs, llegáramos al tiempo de la obra. No es que la obra se conforme de “movimientos lentos”, es algo así como que vamos llegando, permanentemente, a los movimientos; cuando aparecen, es como un pequeño descubrimiento. Son movimientos que no tienen nombre, son esos movimientos que suceden antes de los nombres. Nos devuelve el tiempo que solemos percibir como inexistente hasta que pasó. En la crítica que hice sobre Prehistoria en 2017, y con esto termino, escribí:
“El tiempo de la escena y el tiempo de nuestra mirada están conectados de una manera que no tiene que ver con una organización en donde mis ojos ven una cosa que se mueve o algo que pasa. La mirada se ve transportada no por intérpretes ni por coreografías ni por partes de sus cuerpos sino por densidades, por olas de tiempo y espacio que nos sumergen en distintas continuidades para las que no tenemos nombres.”
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