LOÏE. 17

Cuando la tierra y el abono sustentan la existencia poética

14 de November de 2025
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MANIFIESTO COMPOST. Dirección, puesta en escena y producción: Fagner Pavan y Laura Peña Núñez. Intérpretes: Marta Lantermo, María De los Ángeles Vargas, Gabriel Urbani y Lucas Coria. Diseño sonoro: Pablo Díaz. Colaboradores: Fernando Rubio, Jardín Sahel, Colectivo Reciclador y Sebastián Briganti. Realización: Colectivo Dominio Público. Coproducción: Galpón FACE. Patio de Nutrición de Facultad de Medicina de la UBA, donde se ubica La Huerta Margarita: Azcuénaga 951. Función: 04 de octubre del 2025 17 hs. Foto principal: Andrés Manrique

Manifiesto Compost es una propuesta performática donde la tierra, sus diversos elementos y el abono natural funcionan como escenario físico de la obra y a la vez se conjugan en cimientos conceptuales. El trabajo escénico, pensado y dirigido por Fagner Pavan y Laura Peña Núñez, es llevado a cabo por el Colectivo Dominio Público en colaboración con la Huerta ¨La Margarita¨, el espacio agroecológico del Patio de Nutrición de la Facultad de Medicina de la UBA, un pequeño santuario verde dentro de la bulliciosa metrópolis.

Al atravesar el mar de cemento de la playa de estacionamiento de Azcuénaga al 900 llegamos a una pequeña huerta, un espacio que quiebra con la rigidez de las edificaciones de hormigón y el frenesí del tráfico de las calles linderas. Al cruzar el umbral de su entrada, podés sentir que viajás a cientos de kilómetros de la city porteña sin realizar mucho esfuerzo. Se trata de un nuevo ecosistema donde predomina el verde de la naturaleza, los aromas vegetales y el olor a tierra mojada bajo un cielo despejado, esta combinación configura un entorno que puedo llegar a disfrutar. El espacio escénico se despliega en la parte posterior y está  conformado por un montículo de tierra y compost. Cuando me siento en uno de los bancos -parecidos a los típicos de plaza-, más de uno de mis sentidos se activa, más allá de la vista y el oído que suelen primar, encuentro que el olfato pasa a tener una función primordial en esta experiencia estética.

El aroma putrefacto me invade, es algo que me irrita. Pienso en cómo se obtiene el compost; no soy experta, pero imagino sus componentes orgánicos fermentando, y siento la pestilencia que se desprende, no puedo evitar enfocar mi atención en esa incomodidad persistente. Luego, mi concentración se interrumpe por el discurso de un performer. Las palabras evocadas establecen el contexto, y se siente como una invitación a pensar en Manifiesto Compost a partir de ciertas directrices. Lo que dice es lo suficientemente explícito para dirigir mi pensamiento hacia las problemáticas sociales y políticas actuales de nuestro territorio. Internamente me río, y encuentro ironía en la metáfora porque creo definitivamente que ¨algo está podrido¨, y me pregunto qué cosa buena puede nacer de esa putrefacción. La puerta ha sido abierta, y cruzar el umbral hacia la reflexión parece inevitable.

Por un breve momento me distraigo al escuchar a lo lejos el desplazamiento pesado de un colectivo y algunas bocinas, pero mi atención en la escena se restablece gracias a la propuesta sonora de la obra: una combinación de ruidos que me generan extrañeza junto con algunos ecos naturales que puedo reconocer como, por ejemplo, el murmullo característico del agua corriendo. Cuando estos sonidos se fusionan con el canto de pájaros que habitan en el entorno, encuentro que se ha logrado una ambientación vibrante que es melódica, y una sensación de equilibrio me invade.

Andrés Manrique

 

El performer se acomoda sobre la tierra y comienza a recubrir su cuerpo, como si buscara cobijarse para entrar en un estado de reposo. Hay un momento de calma que me enviste, y siento envidia al observar su postura y gesticulación tranquila, un cuerpo apacible abrazado por la tierra como si estuviera en espera. Pero algo de esa calma se quiebra, el terreno pareciera estar vivo. La tierra empieza a desplazarse -al principio es casi imperceptible-: a través de movimientos mínimos y pausados, tres cuerpos emergen como si estuvieran germinando. Estos seres recién nacidos se esfuerzan por salir a la superficie. Una vez que asoman, se mueven arrastrándose para encontrarse entre sí y lograr conectarse; en otras ocasiones, toman trayectos diferentes y se distancian. Son como brotes jóvenes que luchan por sobrevivir y madurar. Durante este devenir, noto que el aroma que me incomodaba en un principio comienza a mermar y pasa a segundo plano (no desaparece, por momentos resurge, pero es cada vez menos desagradable). Me sorprendo porque me encuentro pensando en que me podría acostumbrar a esa pestilencia, y no sé si eso sea algo bueno o malo.

Hay un momento específico en el que me siento identificada en relación con mi experiencia personal y en cuanto a mi cosmovisión colectiva: cuando los protagonistas desentierran tres bicicletas fijas y comienzan a pedalear de manera desenfrenada. El ejercicio intenso conlleva a un extremo físico que provoca que esos cuerpos sucumban y se desplomen, pero en cuanto esto sucede, otrx ocupa su lugar para continuar pedaleando. Es allí que me encuentro atrapada entre los extremos del movimiento dinámico y la estática de la bicicleta fija, y mi atención queda revoloteando sobre la acción de pedalear hasta agotarse y sobre el caer para luego levantarse nuevamente y continuar luchando sin producir ningún avance. Trato de borrar lo negativo y encuentro un ápice de esperanza en el simple gesto de relevo. Esta acción de trabajo compartido se reitera hasta culminar la escena. No puedo evitar asociarlo con el ciclo de la vida social diaria, y la ventaja del trabajo colectivo versus la idea del individualismo.

El compost, como abono natural, conlleva la putrefacción de lo orgánico, un proceso vinculado con la muerte y al mismo tiempo con la estimulación de la vida por desarrollar. Me resulta interesante cierto juego entre lo putrefacto, la muerte y lo potencial de la existencia. Antes me había cuestionado si algo bueno podía surgir de una cosa que se estuviera muriendo. Pienso que, si dentro de los ciclos de la naturaleza hacer compost contribuye con el desarrollo de nueva vida, por qué no pensar este proceso a nivel social. Manifiesto Compost abre la puerta para revisar modos de acción ante un contexto colmado de emergencias. Es una propuesta con raíces que se afianzan y buscan expandirse y perpetuarse más allá del lugar y el momento específico de la obra. De manera participativa, el público, antes de abandonar la huerta, puede adoptar una maceta de papel con tierra y una semilla y registrar su crecimiento con el objetivo de generar un mapa digital de su desplazamiento. A la vez, puede hacer visible las nuevas raíces generadas a partir de una misma tierra y bajo un origen poético en común.

Laura Peña

 

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Erica Beltramino

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