Sin valor agregado, dirigida e interpretada por Fernando Pelliccioli y Carlos Osatinsky. Ciclo Instalar Danza curado por Inés Armas. Sala _imán (Fundación Cazadores): Villarroel 1438/40, CABA, Argentina. Función: 19/04/19.
Dos elementos nos interpelan al inicio de Sin valor agregado. Una figura humana, como una sombra, que dibuja su contorno sobre la pared del fondo y, un poco más acá, una pequeña pantalla cuadrada dentro de la cual unas manos digitales se sumergen en el agua y se hacen granos de algún cereal: son manos boca, son granos de agua, son manos granos.
Un sonido finito acompaña la entrada del intérprete. Lentamente, se acerca a la figura oscura de la pared y se asimila con ella, toma su forma por un momento y luego se aleja para mostrarnos, a través de la luz que emite su linterna, que el cuerpo de la pared es un cuerpo de papel, hecho de retazos que se apoyan unos sobre otros y que hacen de esa figura un todo conciso pero lábil al mismo tiempo.
Contamos ahora con un cuerpo de papel, un cuerpo de carne y hueso y un cuerpo sombra que se dibuja detrás. El papel observa paciente la danza del otro cuerpo que se pierde por circuitos internos de movimiento, recorridos que el cuerpo sombra acompaña, siempre dentro de sus posibilidades.
El sonido se intensifica, la ventana de luz blanca que permitía ver al cuerpo papel se va achicando y se tiñe de colores más oscuros. Ahora la imagen invade a la figura de papel. Las palabras pasan sin cesar por su silueta y delante de nuestros ojos, nos atosigan a gran velocidad. Algo como un guion de cine se va conformando en esa proyección, diálogos sin personajes y una marcación de acciones sin descanso mantienen nuestra atención puesta en ese lugar. Somos pasivos antes esa invasión, al igual que el cuerpo de papel que se mantiene inmóvil e impotente, testigos, meros observadores.
El cuerpo carne se aparta y comienza a manipular unos periódicos: más papel, más letras. Se cubre de noticias que no llegamos a ver, las acumula, lo tapan, lo hunden. En contraposición, las imágenes proyectadas nos muestran espacios abiertos, naturales, amplios y calmos. Acostado debajo de las hojas, se percibe su respiración, su cansancio. Finalmente, y de la manera más literal posible, el cuerpo carne se deshace de esas noticias, las pisotea, las escupe.
Y vuelve su mirada hacia el cuerpo de papel. A partir de delicados movimientos del intérprete, y como una transformación mágica, esos pequeños fragmentos se van convirtiendo en naturaleza. Donde hace un momento había un cuerpo papel, ahora existe un árbol papel del que se desprenden retazos que, quién sabe, volarán luego llevados por el viento hacia otros sitios. En ese marco, se intensifica la presencia del cuerpo carne y de su cuerpo sombra que, esta vez, entra en una intensa conexión con lo proyectado: puede flotar en aguas calmas, descansar en desiertos inmensos y hacernos partícipes de un intenso calor a través de sus rojos y naranjas penetrantes.
Un último momento se avecina. Uno en donde la luz y el ambiente es manipulada por otro intérprete que había permanecido escondido. Crea atmósferas azules y ondulantes y apunta hacia el cuerpo carne la proyección que, a gran velocidad, hace correr por sobre su figura todo el peso de la ciudad: calles, vehículos, edificios circulan por su torso, sus brazos, su pecho (su cabeza está oculta, como si ya no tuviera ningún dominio sobre la situación). Una figura humana de luz lo invade y comienza a recibir órdenes: más acá, no, más allá, no, ahí no, la mano más arriba… Es el cuerpo carne el que debe acomodarse a su imagen (o a la imagen que quieren de él). No hay tiempo, debe hacerse ahora.
Diferentes tipos de materialidades: papel, luz, sonido, imágenes en movimiento, se combinan para que el cuerpo (el de sombra, el de papel y el de carne y hueso), en Sin valor agregado, pueda transitar distintos espacios y entornos, climas y temperaturas, momentos y sentidos.